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Viernes, 16 de octubre de 2015
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visto y leído

Paisanita poeta

En su libro de poemas editado por Vox, Gabriela Luzzi deja fluir una cadencia sinuosa donde el sueño, el sortilegio y el afecto reencontrado derriban tabúes y manuales de etiqueta y la poesía construye su propio refugio.

Por Daniel Gigena
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Liebre

Gabriela Luzzi

Ediciones Vox

Ilustraciones de Guillermo Beluzo

En Facebook: Paisanita Editora

Acaso el nuevo libro de Gabriela Luzzi (Rawson, 1974) trabaje con un tipo de expectativas que sólo la lectura puede producir. "Cuando menos se lo espera, salta el sentido"; se podría parafrasear así el refrán protagonizado por ese animal tímido y veloz de la llanura. En Liebre, Luzzi reconstruye escenarios rurales con la gracia de un paisano: "Voy hasta la quinta, saco rabanitos acelga un balde de habas. Corto una tira de carne en la despensa. Pelo papas, zanahorias, batatas. Las sumerjo en una olla de agua. Pongo más leña en la cocina. Salgo a tirar las cáscaras en el tacho, el gato quiere escapar robándose un hilo. Lo atrapo. Cuando lo suelta dejo que se vaya". ¿Es un aprendizaje, una receta conjugada en primera persona, una postal cotidiana? En la primera parte del libro, "Bombones que van sobre papelitos", aún hay gato por liebre. Cerca de las gallinas, alrededor de la mesa, al lado de los dos hermanos que protagonizan episodios de épica infantil en la chacra: vender huevos en un carro (y guardarse las monedas en las medias), andar a caballo sin montura, reírse de las señoras finas, vivir sin modales. Hasta que, de improviso siempre, se presenta la tragedia como una invitada indeseable: "Querido hermano: /si querés mandarme una oración/ desde tu lecho de muerte/ mandámela". En la segunda sección, llamada "Liebre", un poema "escarba su propio túnel" y, en otro texto, un animal -tal vez llegue a ser una mascota si se acostumbra al entorno- se llama Liebre: "Liebre/ tiene los ojos cerrados/ su presencia/ derrite la nieve de la ventana/ nos hace girar/ a su alrededor". En la dicción sinuosa y a la vez fluida de los poemas de Luzzi, una chica también puede convertirse en liebre: "No sé si existe la lana cruda/ es algo incómodo que yo inventé para taparme/ y no fue suficiente".

Un nuevo escenario aparece en "Ciudad", donde la voz encuentra (sólo en los primeros versos) una compañía: "Estábamos en una casa/ desconocida/ los dueños dormían…" Pero luego, mientras el amigo busca "un poco de calor/ o drogas", esa voz, que gracias a la continuidad se tiende a identificar con la niña de la chacra unos años después, halla una clave de su arte poética: "Pensar que yo detallo cada cosita/ cuando escribo". Muchas veces los poemas de Luzzi se organizan de ese modo: un verso largo y a continuación uno corto o, al revés, uno corto seguido de otro largo, donde el sentido cae por su propio peso, como un contrapaso cantado por una sola voz o un galope de tranco entrecortado: "Una vez/ vino a casa una fotógrafa/ muy sincera/ con una gran cámara fotográfica/ me dijo/ que yo desperdiciaba/ mi vida".

En las secciones finales, "Corcovado Sur" y "Sin distinguirlo", las formas verbales se vuelven más clásicas: estrofas de seis o siete versos hilvanadas por el paisaje, los pájaros, las flores ("las canchalaguas son como ramitas"), el afecto reencontrado: "todas las sustancias/ de la naturaleza envueltas en mi/ remera, es verano, armamos la carpa/ bajo un sauce mi hermana canta". Tras la inocencia de la percepción que la escritura traduce, resiste latente la violencia de los tabúes, de los espacios prohibidos, y el afán de traspasarlos por un sortilegio: "Pruebo si lanzando una flecha/ puedo cruzar el alambrado".

Luzzi es además editora del sello Paisanita. Allí publicaron libros de relatos y novelas cortas Washington Cucurto, Enrique Decarli, Ariel Bermani. "Paisanita Editora es un proyecto de ficción contemporánea, que busca crear un catálogo de libros cautivantes, accesibles -dice Luzzi. Trabajar en conjunto con los que integran el colectivo de editoriales La Coop y otras editoriales amigxs nos inspira y da fuerzas para continuar. Pronto saldrá la novela Otaku, de Paula Brecciaroli, donde se narran algunos días en la vida de un fanático del manga y el animé, y luego, Hay gente que no sabe lo que hace, un libro de cuentos de Alejandra Zina. Estamos recibiendo obras a través del 1° Concurso de Narrativa Bernardo Kordon, que convocamos con Editorial Conejos, para seleccionar lo que saldrá a la luz en 2016. Uno de nuestros proyectos es compartir con amigxs que nos da la literatura, escuchar sus ideas, unirnos, mejorar, aprender, disfrutar, darles espacio a nuevxs autorxs. Esta editorial es una declaración de amor."l

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