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Jueves, 24 de diciembre de 2015
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El dolor más amado

salud Desde 2013, cuando abrió sus puertas a la comunidad de Moreno, la Maternidad Estela de Carlotto se convirtió en un epicentro vital de las mujeres embarazadas que desean dar a luz con partos respetuosos de sus tiempos y necesidades. La institución, que contabiliza unos 1000 nacimientos desde sus inicios, está pensada a partir de una trama contracultural que rompa con el paradigma médico hegemónico. Se trata de salvar vidas, dicen sus directoras, pero también de enseñarles a lxs profesionales que su palabra puede ser transformadora en la vida de una mujer y en el vínculo con ese ser que acaba de nacer y lo necesita todo.

Por Roxana Sandá
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La primera confirmación de que ése no sería el modelo que la iba a acompañar cuando pariera a su bebé fue la semana anterior al nacimiento de Facundo. Mientras le hizo un tacto, la obstetra de la obra social le dijo con desprecio “esto está horrible”. A Cecilia Raspeño se le vino el mundo abajo. Salió del consultorio llorando y le comunicó a Adrián, su compañero, que ahora más que nunca tenía la certeza de que necesitaba casi con desesperación cobijarse en las profesionales de la Maternidad Estela de Carlotto, donde la atendían desde la semana 28 de gestación y donde proyectaba parir en la semana 40, el límite establecido por tratarse de un centro de baja complejidad. “‘Mirá, Facundo, vos tenés que nacer aquí’, le ordenaba a la panza, porque me angustiaba de sólo pensar que podía dar a luz bajo las órdenes de esa mujer. No quería sentirle las manos sobre mi cuerpo”, recuerda Cecilia. “La verdad es que no sé si iba a poder soportarlo.” Lo cuenta con Facundo durmiendo sobre su pecho, en la habitación 18 de la maternidad que se construyó en el barrio Trujui, de Moreno, donde el universo femenino está conformado por madres de familias numerosas, hileras de un paisaje habitual en las calles de tierra. Cecilia es una primeriza que reverencia el deseo como herramienta de poder, y la Maternidad sintetiza el único tipo de acompañamiento profesional que estaba dispuesta a aceptar para sí y su hijo desde que se embarazó, en marzo. Le hizo caso a una amiga que elige parir en casa y cuando aún sentía a flor de piel el caso de Yanina González, una joven con retraso madurativo que estuvo un año y medio presa, acusada de abandono de persona contra su hija Lulú, asesinada por su ex pareja, Alejandro Fernández. Un mes antes de saber que esperaba a ese hijo había manifestado con su agrupación, Gallo Rojo, en el escrache y repudio a la fiscal del caso, Carolina Carballido Calatayud, que imputó a Yanina. “Estaba muy cerca la muerte de Lulú, y la maternidad de Yani me rozaba con sensaciones muy encontradas, porque yo me sentía revolucionada y sensible.” Su pareja, Adrián, la escucha conmovido. Todavía no cae en la idea de que hicieron juntos el trabajo de parto en una habitación especial, lo más parecido al ámbito intrauterino. Tiene otro hijo de 8 años de una pareja anterior, y su nacimiento ni siquiera se acerca a lo vivido el domingo, cuando recibió a Facundo. “En la clínica donde nació el mayor no me dejaron acompañar a mi ex mujer y menos participar. Me decían que no podía estar, que no interrumpiera, que esperara hasta que me avisaran. Me decían cuándo entrar y salir de la habitación. Ahora que puedo comparar las situaciones, me doy cuenta de que aquello que me parecía normal fue una experiencia horrible.” Ambos agradecen que el personal de la maternidad se preocupe por su estadía y sobre todo que los llamen por sus nombres y no les digan “mamita” o “papito”, señal de que el poder de la palabra debe adquirir nuevas lógicas que empoderen a las mujeres y a quienes las acompañan. A Adrián se le llenan los ojos de lágrimas y aclara que “no me da vergüenza llorar. Yo no terminé la secundaria, me crié de otra manera, pensando que no sé nada. Y resulta que aquí se comparten conocimientos en los talleres de Preparación Integral para la Maternidad (PIM), con una información que te para distinto. Me encontré siendo protagonista del embarazo y el parto de mi mujer, recibí a Facundo en el momento que Cecilia lo estaba pariendo, corté el cordón. Las obstetras nos acompañaron y al mismo tiempo parecían invisibles. Fue un momento de plenitud inmensa.” Ingresaron a la maternidad a las 4 de la mañana y el parto ocurrió a las 7 de la tarde del domingo, “en cuatro patas, sobre una alfombrita”, ríe Cecilia. “Para eso antes había gritado mucho, cambiaba de posturas, me sentaba en los banquitos o sobre la pelota de esferodinamia, me colgaba del cuello de Adrián. No dejé de recorrer ni un centímetro de todo el espacio y al mismo tiempo me conectaba con lo que me estaba pasando en el cuerpo. Es la marca más bella que me dejó la vida. Ahora sé que el acto de parir no puede suceder de otra forma que no sea ésta”.

Abierta a la comunidad desde 2013 y con un registro de 1.000 nacimientos a la fecha, la Maternidad de Moreno Estela de Carlotto fue pensada para la atención de mujeres embarazadas, niñxs recién nacidxs y prematurxs. Trabaja en articulación con las 41 unidades sanitarias de Moreno, el Hospital Mariano y Luciano de la Vega, de mediana complejidad, y el Hospital Posadas, de alta complejidad, lo que reduce al máximo los riesgos que puedan presentarse en el momento del nacimiento. La atención incluye consultorios de obstetricia para el primer control de salud y a partir de las 36 semanas de gestación, talleres de preparación Integral para la Maternidad (PIM), consultorios y consejerías en salud sexual y procreación responsable, vacunatorio abierto a la comunidad, acciones destinadas al cuidado de la salud de la mujer como la detección del cáncer cérvico uterino y mamario, consultorios y grupo de lactancia, grupos de crianza, residencia para madres de bebés internados y equipos interdisciplinarios de psicología, trabajo social y nutrición.

La MEC, como se la conoce, es Maternidad Segura Centrada en la Familia, en línea con los derechos del parto respetado, lo que significa que la mujer puede elegir con quién y cómo parir, ya sea sentada, acostada, en cuclillas, en la ducha o en la cama, evitando realizar intervenciones obstétricas que no sean necesarias. Pero el recorrido no sólo se transita desde la premisa de promover la accesibilidad al sistema de salud local, sino a partir de una concepción contracultural de la maternidad entendida como un proceso que ni siquiera debería estar condicionado desde lo edilicio, en versiones esclerosadas de salas de parto dentro de quirófanos, luces blancas, ambientes helados y olor a desinfectantes. “Una vez diseñada la maternidad como espacio abierto, amable y cálido, hubo que configurar la estructura de recursos humanos para que ese edificio, que venía a replantear una cultura de la maternidad, se ocupara y utilizara de manera acorde a lo que se había soñado, y eso no es muy habitual en salud”, explica la directora médica asociada, Cecilia Zerbo. “Hubo un reaprendizaje y un sentido de humildad por parte de trabajadores, trabajadoras y profesionales para reaprender procesos que nunca conocieron. Pensar esta línea fue transgresor y construirla fue una definición política importante pero el gran desafío fue producir indicadores sanitarios que generaran evidencia científica para demostrar que la no intervención del parto genera mejores resultados que los que arrojan los partos intervenidos. El primer paso es modificar la idea social y científica de parto como vivencia de lucha y sufrimiento, vinculado a un imaginario distorsionado y a un modelo médico hegemónico que difunde esa concepción.”

–Si el dolor viene de mi cuerpo es porque es tolerable –se envalentona Marisa, una mujer que parió en una de las Unidades de Trabajo de Parto, Parto y Recuperación (UTPR), estimulada por aromaterapia y a la luz de una lámpara de sal que endulzó las contracciones. Pregunta por qué entonces no la dejarían volver a vivir sus partos como ella quiere, sin prejuicios de ningún tipo, con sus tiempos y sus fluidos. Cuando tuvo a su primera hija, hace años, la retaron “porque me hice encima mientras pujaba”, y le reprochaban que gritara tanto. “Según ellos hacía escándalo. Y aquí me enseñaron que el grito es fundamental porque me ayuda a aflojar el periné, y si el periné está relajado, el bebé sale mejor, tus músculos son elásticos, no hay episiotomías. ¿Sabés cómo se llama ese grito en el momento de parir? El grito primal.” Explica orgullosa esos saberes nuevos que de ahora en más va a transmitir a compañeras y vecinas, “porque todas tienen que enterarse”.

Sacarlo todo afuera

La directora de la maternidad, Patricia Rosemberg, sonríe satisfecha cuando se le comenta que en los pasillos las mujeres se detienen a hablar para que se tome nota de que en este lugar se las trata “como a humanas”. Aclara no obstante que algunas médicas se enojan, “porque consideran que no se formaron para intervenir lo menos posible o para ser simples obreras de la salud. Y creo que se equivocan porque sí intervenimos, pero desde un lugar de acompañamiento, con otras técnicas que incluso contemplan dejar solas a las mujeres mientras paren, y la soledad es una intervención en sí misma”. Como dato, baste subrayar que sólo un 10 por ciento de los nacimientos en esa institución son por cesárea.

-¿Qué cosas se les hacen cuesta arriba?

No soportan las horas de espera durante el trabajo de parto aunque no haya riesgos obstétrico ni neonatal reales; no se bancan no administrar ningún tipo de suero, aceptar que las mujeres coman o beban agua en esos momentos. Hay ginecólogas que dicen nosotras no hacemos sexualidad, hacemos ginecología. Costó muchas pruebas y ensayos hasta que dejamos conformado el consultorio de salud sexual y reproductiva con un equipo interdisciplinario que asumiera la implementación de un nuevo paradigma en salud. Hoy sólo derivamos un 0,05 por ciento de bebés a hospitales de alta complejidad y sin embargo las angustias personales siguen pesando. La universidad nos inculca mandatos ficticios de infalibilidad y de elegir por el otro, que sólo provocan sometimiento. Médicos y médicas no nos formamos para eso y cuando se plantea desandar un poco lo establecido, algunxs disfrutan el momento del parto y otrxs sufren y no pueden hablarlo. Pero lo más sanador, siempre, es pronunciar las palabras que necesitan salir. Eso alivia.

Un espacio de autonomía enorme, como el que fue convirtiéndose en la MEC, precisa de “obreras del hacer”, apunta Rosemberg después de dieciocho horas corriendo detrás de las fallas de un grupo electrógeno, que al final de la jornada obsequia con la noticia de su reparación. Entre esos menesteres también pueden discurrir los procesos de transformación que ponen el foco en una maternidad diferente. “Los cuidadores hospitalarios, por caso, venían de empresas de seguridad privada hasta que el municipio los estatizó y se quedaron. Participan de nuestras capacitaciones permanentes, están adquiriendo una lógica de tratamiento con perspectiva de género y se preocupan por el resguardo de las mujeres y sus familias. Sé que estamos agitando una sensibilidad diferente en la comunidad.” Hace poco, una mujer embarazada que se encuentra en período de controles pidió refugio en la Maternidad junto a otro hijo de 5 años, escapándole a una situación antigua de violencia doméstica. Sólo ahí se sentía a salvo. “Entiendo que en algunos aspectos es poco lo que podemos hacer, pero creo que vamos por buen camino cuando lo primero que se le cruzó por la cabeza a esa mujer fue venir a la maternidad, porque la percibe segura para ella y sus hijos”, considera Rosemberg. “A la larga, con los varones también iremos tejiendo vínculos diferentes. Es difícil pensar si el parto respetado ayuda a disminuir la violencia de género, pero estoy segura de que aquel hombre que acompañó, presenció todo el proceso, pujó junto a la mujer y cortó el cordón umbilical tiene un vínculo muy distinto con ella y con el entorno. No tengo dudas de que un proceso amoroso es un filtro contra con la violencia de género y contra todas las violencias.

En el camino sucede algo extraño, los bebés no lloran. La coordinadora de Comunicación Institucional, Mariela Zanazzi, sostiene que la modalidad del nacimiento influye sobre el ambiente porque despeja miedos y ansiedades: los niños siguen latiendo en la armonía de un mismo hilo conductor, en las habitaciones o en la sala de Neonatología, donde sus madres permanecen junto a ellos el tiempo que deseen y también pueden sacarlos de las incubadoras para acunarlos y devolverles el contacto piel a piel. “Se juegan tiempos más ricos para las mujeres y sus hijxs, porque la afectividad es determinante para romper con la naturalización de situaciones que en contextos de baja complejidad son innaturalizables, como el aislamiento de lxs bebés en la Neo.”

La historia de la Maternidad podría resumirse en las direcciones trazadas por la Ley 25.673 de Salud Sexual y Procreación Responsable, la Ley 25.929 de Parto Respetado, la Ley 26.529 de Salud Pública y la Ley 26.485 de Protección Integral de las Mujeres. En su letra describen 12 años de derechos ganados a pulmón y de tantos más que sobrevienen a empujones para avisar que otras demandas son posibles. Un día, por ejemplo, una mujer quiso llevarse su placenta. “Vino una enfermera y me preguntó alterada ‘doctora, se quieren llevar una placenta, ¿qué hago?’ Y dásela, le contesté. ¿Por qué no se la vamos a dar? Me respondió que porque era residuo patológico. ¡Pero son residuos patológicos porque el tacho donde se tiran tiene esa inscripción, no porque una placenta es patológica! La enfermera sostenía que cuando una mujer expulsa la placenta, ésta se convierte en residuo patológico. Y hubo que convencerla de que se la entregara a su dueña, porque era parte de su cuerpo y tenía derecho a disponer de ella.”

Demoliendo objeciones

Hasta que llegó a consolidarse el actual equipo interdisciplinario en salud sexual y reproductiva de la Maternidad, hubo unos doce intentos que no lograron una dinámica propia. Al principio, el proceso de articulación entre trabajadores sociales, médicxs, psicólogxs y obstétricas se orientó hacia un debate sobre la interrupción legal del embarazo (ILE), “con lo cual era entrarle a la cuestión con los tapones de punta, pero se presentó como algo tan conflictivo que ni siquiera podían mirarse”, recuerda Cecilia Zerbo. “En el equipo de profesionales se estaba dirimiendo quién era cada unx, en ese entonces con un plantel de médicos objetores de conciencia. Pero había una demanda concreta y una necesidad territorial. Con el tiempo y deconstruyendo las objeciones se realizaron más de 50 consejerías de ILE y de reducción de riesgo y daños, y se sumaron nuevxs médicxs para replicar y democratizar las prácticas de abortos.” El 18,9 por ciento de las mujeres que llegan a la maternidad –para toda consulta- son adolescentes de 15 a 19 años, mientras que el 80 por ciento restante son adultas. En la actualidad, las ILE se practican tres veces por semana en días establecidos y un grupo de profesionales se encarga de realizarlas hasta las 16 semanas de gestación. “El problema es que como hospital, no podemos comprar con presupuesto provincial oxaprost (droga que se utiliza para la interrupción del embarazo). Sólo puede comprarse a través del Programa Sumar, pero es finito.”

¿Y cómo resuelven la cuestión?

-Lo ponemos de nuestro bolsillo. Hay provisión, pero no de la pastilla que tiene la dosis adecuada para la ILE. El tipo de oxaprost que manda el Ministerio de Salud no sirve porque no podés poner 30 comprimidos en la vagina de la mujer. Como estrategia, estamos dando capacitaciones en aspiración manual endouterina (Ameu), que por supuesto tiene menos complicaciones a futuro que un legrado. Sin embargo, había que entenderse como equipo de salud sexual y reproductiva aplicada a otros dispositivos como las ligaduras tubarias, más de 270 en estos dos años. Desde inicio de 2015 hasta ahora, un 66 por ciento de los métodos anticonceptivos aplicados son de largo plazo.

Moreno, en el tercer cordón del conurbano, tiene 500.000 habitantes y 10.000 nacidos vivos. Entre 2003 y 2009, la mortalidad materno-infantil era un indicador elevado en comparación con el resto de la Argentina y la provincia de Buenos Aires. La MEC se construyó en Trujui por el número de partos que ocurren en la zona y por los indicadores socioeconómicos, que alertan sobre embarazo adolescente. Zerbo explica que “hoy sigue siendo la zona con mayor número de embarazos de Moreno, por eso la Maternidad fue una definición de política pública adecuada con respecto a los indicadores sociosanitarios, lo cual la hace mucho más fuerte y sustentable.”

Según Rosemberg, un gran número de ILE es consecuencia de casos de abuso sexual. “Tenemos más casos que otros hospitales de la zona, por el hacer y la escucha que desarrollamos. A partir de los 14 años, una joven puede acercarse a la Maternidad sin la obligación de estar acompañada, y solicitar una ILE producto de una violación o un abuso, a partir del marco legal existente. Basta con una declaración jurada, sin proceso judicial alguno en el medio. Existe la fantasía de que las mujeres mienten para poder abortar, pero en nuestros años de práctica médica, puedo asegurar que ninguna mujer recurre a un aborto porque le guste hacerlo.

¿Se complica cuando la interrupción del embarazo tiene que ver con una causal de salud?

-Un embarazo producto de abuso o violación no puede tener obstáculos. Pero todo lo que es causal de salud tampoco debería tenerlos. Cuando se trata de anencefalia o cáncer de la madre no hay discusión, pero la angustia vinculada al embarazo y las historias económicas o de violencia son causales de salud. La verdad es que si el aborto fuera legal, si se saliera de esa zona gris de la ley, todo sería diferente. Pero al mismo tiempo estamos formados de otra manera. Me recibí en la Facultad de Medicina de la UBA en 1996 y vi aborto como cosa punitiva, nunca como un acto de atención de la salud de las personas. En la actualidad soy docente en la Universidad de la Matanza, y el tema de la interrupción voluntaria del embarazo se trabaja desde primer año. Lxs que actuamos en salud debemos corrernos de una vez por todas del protagonismo. Nosotrxs acompañamos a las mujeres que van a parir y a las que van a interrumpir su embarazo.

El bien más precioso

A mediados de agosto de 2014, dos semanas después de que Estela de Carlotto encontrara a su nieto, Ignacio Guido, al cabo de 36 años de búsqueda, la Maternidad festejaba los primeros 150 nacimientos. La celebración, a la que concurrió Estela, se había convertido en parte de esa trama invisible que Abuelas tejió amorosamente durante décadas y que hacía de la identidad un bien precioso y cargado de futuro. En estos años, quienes trabajan en la MEC entendieron que una maternidad segura centrada en la familia tiene un poder transformador centrado en los vínculos, “y aquí la identidad juega un papel central”, concluye Rosemberg. “La posibilidad de que las mujeres puedan acceder en forma gratuita a esta modalidad abre un universo infinito en torno a las maternidades subrogadas, a la detección de situaciones que nos lleven a sospechar que estamos frente a casos de tráfico de bebés, a las identidades de niños y niñas que son abandonados en el hospital.”

¿Cómo surgió la idea del nombre de Estela para la institución?

-En su origen, la maternidad no tenía nombre, y en esa búsqueda empezamos a trabajar con un grupo de Salud de la Municipalidad, y ver qué impronta queríamos darle a este espacio, además del derecho y la inclusión. El nombre de Estela de Carlotto surgió casi naturalmente, nos parecía de alguna manera reivindicatorio de su historia, y el hecho de que se tratara de un sitio tan diferente de aquel donde había parido su hija, Laura. Al principio se negó, dijo que la lucha era colectiva, pero le insistimos con que esa lucha se materializaba en una persona y que la transformación desde el amor había sido de ella. Y al fin accedió.

¿Qué efecto causó entre el personal de la maternidad?

-Contamos con una generación de trabajadorxs muy jóvenes, de 22 a 25 años; nacieron en democracia y no tenían muy internalizado el nombre de Estela. Empezamos a ver películas como Secretos verdaderos, algunos documentales, y organizamos charlas. Nuestro objetivo fue trabajar el derecho a la identidad, cómo no se acaba con las desapariciones en dictadura, y cómo sigue existiendo un gran trasfondo con la identidad de los recién nacidos. En la maternidad ingresaron tres bebés cuyas madres biológicas se fueron. Cuando empezás a desmenuzar, ves la complejidad de las historias de esas mujeres. Y aunque a cada uno de los que estamos acá se nos jueguen cosas diferentes, nuestro rol es acompañar, nunca juzgarlas.

Es día de semana, y al final de la tarde la coordinadora de obstétricas, Melina Vincenti, abre la puerta de una Unidad de Trabajo de Parto, Parto y Recuperación como si se tratara de un cofre maravilloso. Sucede que allí se desatan los nudos de las gargantas, y el piso se ondula para que los cuerpos encuentren sus ejes más primarios, libres de todo prejuicio que reprima y enmudezca. “El parto es de cada una y de nadie más. Aquí se movilizan energías y emociones que vibran con una cuerda de felicidad inmensa. No es difícil atravesar esa intensidad cuando lo que cruza es puro amor. Y aquí estamos, lejos de llenar el aire con respuestas, sólo juntas a la par.”

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