“La lluvia es invisible/ cuando no sé/ si la verá mi hijoâ€, se lee en uno de los textos centrales de Gibraltar, el nuevo libro de Carina Sedevich. En ese poema, la voz de una madre habla de manera alternada a un viajero desconocido, a sà misma y al hijo que partió de viaje. Nunca es la misma. Esa confluencia de registros permite describir la estructura del conjunto de poemas, dividido en tres partes: en la primera, “Agua dulceâ€, se percibe un estado de cosas a través de la mirada de una mujer solitaria; en la segunda, “Sal de marâ€, la presencia del hijo ausente irrumpe como una fuerza cruda que rompe y estremece; es asà como “partir†asume en los poemas una segunda acepción que se refiere a los fragmentos dispersos que quedan tras la ida del ser querido. En la tercera parte, “Piedra blancaâ€, el eje se desplaza hacia pérdidas de mayor gravedad, reales e imaginadas: “Tarde de otoño./ Si él muriese/ por fin sabrÃa/ dónde está su cuerpoâ€.
“Creo que todo libro tiene que ver, inevitablemente, con las instancias existenciales que el autor atraviesa durante su escritura. Si es necesario sintetizar, podrÃa decir que éste es para mà el libro del ‘nido vacÃo’, un concepto psicoanalÃtico ya muy conocido. Gibraltar fue uno de los pocos lugares desde los cuales mi hijo, que habÃa conseguido su primer trabajo a bordo de un crucero internacional, pudo comunicarse de vez en cuando conmigo, a lo largo de varios mesesâ€, dice la autora de Gibraltar. Desde el comienzo de la segunda parte, la voz poética fija las coordenadas, más bien inestables, del ánimo: “Cuando supe que mi hijo partirÃa/ me quedé largo rato mirando los árboles./ Vi pasar todas las estacionesâ€. La extranjerÃa, como un reflejo sobre el agua que corre, se transmite en este libro de hijo a madre: “Mi hijo llama por la madrugada desde Gibraltar/ donde hay mucha bruma sobre el mar, me dice.// Aquà se escuchan los teros sobre el campoâ€.
El agua dulce y el agua de mar, los pájaros y los árboles, las casas bajo el paso de las nubes y los recipientes aparecen en los poemas de Sedevich como figuras del tiempo, de la comunicación y de la soledad: “Nacà junto a un rÃo./ A él me parezco./ Y a fuerza de estar sola/ también a mà mismaâ€. Jarras, frascos, tazas, platos de sopa salada: la poesÃa en Gibraltar se asemeja a esos continentes domésticos, frágiles (una taza se puede romper de manera irreparable), manchados por el sarro, las hojas de romero y el aceite. La voz templada y sobria de Sedevich ocupa esos envases verbales, similares a breves piezas de poesÃa oriental, a plegarias, a enunciados que disuelven la conciencia en el rÃo del tiempo como si fueran imágenes en rÃos de agua dulce: “Me pienso discreta como el agua del rÃo./ Transcurro. Comprendo que es todo./ Transcurro. Como si no lo supieraâ€. De manera tenue, el elemento religioso se manifiesta en los poemas mediante invocaciones y formas carnales de súplicas: “Me sumerjo en el agua y rezo: ‘agua’./ Permite, Señor, que sean mis vÃsceras/ aquellas que aprendan a rezarâ€.
La hermosa edición artesanal del sello cordobés DÃnamo Poético, de la localidad de Unquillo, a cargo de Juliana Bonacci y Juan Tardivo, reproduce el gesto de los versos de Sedevich: el de una austeridad bordada sobre materiales entrañables, a la intemperie. Carina Sedevich nació en Santa Fe en 1972. Es licenciada en comunicación y especialista en semiótica. Publicó varios libros de poemas: La violencia de los nombres, Nosotros no, Cosas dentro de otra cosa, Como segando un cariño oscuro, Incombustible y Escribió Dickinson. En 2015, además de Gibraltar, publicó Klimt en una de las ediciones mixtas de Club Hem, el sello de La Plata, donde compartió volumen con el poeta José Villa. Parte de su obra ha sido editada en antologÃas y publicaciones literarias de diversos paÃses y traducida al portugués y al mallorquÃn.
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