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Viernes, 29 de enero de 2016
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experiencias

Ser un puente

Entre el activismo animal y el amor profundo por los perros, Noelia Prestipino los rescata y los da en adopción con alto porcentaje de éxito.

Por Daniel Riera
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Noelia Prestipino tiene 38 años y desde los 26 que saca perros de la calle. Dice que odia el término “rescatista”: que rescatistas, digamos, son los bomberos... Si tenés Facebook, seguro que al menos alguna vez te cruzaste con alguna de sus publicaciones. Si te gustan los perros, seguro que les pusiste Me gusta o compartiste alguna. Tal vez hasta te emocionaste con ese video en que ella, con la voz quebrada, le dice a un perrito “Al fin te encontré” y le da un beso en la trompa. Algunos de sus videos se viralizaron y eso ayuda a la causa: cuanto más gente se sensibilice, más posibilidades habrá de que alguien quiera adoptar. Hace 12 años, Noelia se encontró a una perra con seis cachorros en un basural de González Catán. Los escuchó llorar y se los llevó a su casa. Se quedó con tres de los cachorros y al resto los dio en adopción. Al principio no entendía muy bien la dinámica del asunto: si podía se los iba quedando. Tuvo una crisis conyugal: dice que tuvo que cambiar porque perdía todo. El marido se iba porque la pasaban mal juntos, los perros se morían porque no daba abasto para atenderlos. De a poco fue comprendiendo que no se podía quedar con todos. Los que no comprendieron fueron los vecinos: le dejaban cajas con perros en la puerta o directamente los arrojaban por encima de la pared y caían como caían.

Se mudó, alquiló una casa más grande, con pasto, con jardines. La llamó la casita de Noé. Se informó sobre campañas de adopción, sobre tenencia responsable, comenzó a tender redes: un veterinario que atendía gratis a sus perros, un vecino que donaba alimentos, alguien que se ofrecía a tenerlos en tránsito, alguien que se ofrecía a hacer un traslado, todo sumaba. Ahora ya no tiene más la casita de Noé, pero tiene perros repartidos en una quinta de una amiga en Ezeiza, en una casa en Moreno, en una pensión en Monte Grande y en Martínez. A principios de año hizo una estadística de todos los que pasaron por sus manos durante 2015: fueron 215, de los cuales pudo dar en adopción unos 200, un porcentaje altísimo. Los entrega vacunados, desparasitados, castrados. Dice que no sale a buscar animales, que no hace falta, que ve los suficientes en las diez cuadras que hay en sus viajes en bicicleta de su casa a su negocio de venta de ropa de bebés y de su negocio a casa. Dice que su “manada” personal incluye 13 perros y once gatos, pero que hace siete años que no incorpora nuevos, que si viene alguno a su casa es para que se vaya en adopción. Dice que el domingo pasado entregó una perrita que tuvo durante dos meses y medio y lloró como una condenada, que el acto de amor consiste en eso: ser el puente para que los animales dejen de pasarla mal y tengan una vida mejor. Dice que los lleva personalmente, en todos los casos, y los deja en sus nuevos hogares. Dice que también se ocupa de convencer a dueños maltratadores o negligentes de que dejen ir a sus mascotas: enfrente de su casa, por ejemplo, había una viejita con un perro que tenía gusanos en diez partes distintas del cuerpo. Noelia se hizo cargo y el perro va zafando en su casa actual en Morón hasta que esté en condiciones de ser dado en adopción. Dice que no hacía falta plata, que si la viejita le hubiera cortado el pelo con tijera, si lo hubiera bañado, higienizado... pero eso no ocurrió, y ese cuidado mínimo, indispensable para que un animal la pase bien, muchas veces no ocurre.

Dice que la gente debería dejar de comprar animales de una buena vez, porque los animales no saben de razas, no se fijan si sus dueños son blanquitos, morochos, altos o petisos. Dice que si alguien quiere adoptar, puede escribirle a [email protected] o buscarla en su muro personal o en La casita de Noé Comunidad. Y que entrega perros en casi todas partes, pero no en González Catán, donde empezó su historia, porque no tiene sentido que la gente adopte perritos por Internet, cuando a su alrededor hay un montón dando vueltas.

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