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Viernes, 1 de abril de 2016
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Lo primero es la familia

Por Flor Monfort

La instalación de un gobierno de derecha en el poder viene garantizando la “vuelta a los valores tradicionales” que en la campaña empezó a insinuarse en la familia feliz que vestida de punta en blanco se sienta a contemplar el fuego pidiendo deseos a Dios y ahora se resignifica con el culebrón que los sigue mostrando transparentes, sin bigotes y mucha esperanza, como si fuera la fe y no la voluntad política lo que manda la acción.

En las últimas páginas de la revista Caras de la semana pasada, la editorial terminó de exprimir la nota que su dueño, el empresario Jorge Fontevecchia, le hizo al Presidente Macri para el diario Perfil que comanda. Desde las redes sociales y en los principales aliados del relato romántico, como Hola, Gente y la misma Caras, el Presidente y Awada se producen para parecer unidos, como toda pareja de hierro y a pesar del atropello a la intimidad que supone el cargo, y espléndidos. Ese esplendor se vio puesto en contraste con la visita de Obama y Michelle e inclinó la balanza del “look and feel” a favor del cartón y la utilería, pero probablemente de eso tampoco se enteraron en Cambiemos, ya que en declaraciones de MM en la entrevista arriba citada dice con el tono coloquial que lo hizo llegar a la presidencia frases como “los precios no subieron tanto” o “el miedo a veces es mal consejero; no siempre es buen consejero”. Mucho de lo mismo y en perverso loop.

Volviendo a la resaca de aquella nota, Caras usa sus últimas páginas para la pastillita golosa que en el diario quedaría demasiado frívola (la novela se arma por entregas y en calculadas versiones que acentúan una u otra zona de confort). En ella se puede ver el encuentro de los dos titanes, sin chocarse los pechos y gritar “Ahhhh” pero solamente porque eso les arruinaría el look, porque claramente su diálogo y la manera en que Caras decide presentarlo, va en esa dirección. “Juliana no está embarazada” es el encabezado de un diálogo relajado donde los primates señalan a la hembra fuera de plano pero que está “cuidando cada detalle” (como se la mostró calcando la escena doméstica de House of cards, ella haciéndole el nudo de la corbata a él), y sobre todo, en sabio y hermoso silencio, y confirman entre risas y chistes que la hembra no fue preñada esta temporada. Los primeros cien días de gobierno tuvieron sexo, pero el resultado de la fiesta dio negativo. Y de esas cosas hay que preguntarles a las mujeres porque un señor que comanda una nación poco sabe de los resultados de sus fluidos sobre el cuerpo de su compañera. “No estás embarazada, ¿no?” le pregunta él después de negarlo, como para autoconfirmarse cien por ciento, y ella dice que si está, habría sido “extraterrestremente” porque por ahora le duele la cabeza. En la página que le sigue al paso de comedia, Macri y Fontevecchia caminan por un sendero de la quinta y el periodista remata recomendando la ficción amiga Me casé con un boludo, porque le gusta mucho reírse, volviendo a poner el acento en la importancia del humor y del “ser como uno es” para mostrarse públicamente.

Si las lógicas de poder se cristalizan en los grandes titulares, esta resaca de las verdaderas noticias, la de los despidos a mansalva, el desmantelamiento de un Estado presente y el endeudamiento feroz que significó lo que ellos llaman “la entrada al mundo de la Argentina”, explica su propia lógica más cerca del discurso marketinero que la llenó de globos que de la gestión de un país: Macri es un producto y por eso necesita sus fortalezas a mano. “¿Por qué tus otros hijos tienen una visibilidad tan distinta a la de tu hija Antonia?” pregunta Fontevecchia y Macri confirma que él quiere un alto perfil sobre la niña mientras tanto pueda decidir por ella. Después la va a tener que respetar, resume en “Decido yo” y menciona a sus otros hijos que prefirieron no figurar. De la hija de Juliana, Valentina, no dice nada porque qué es sino una falla en el sistema una familia ensamblada. Somos lo que somos pero tampoco taaaan reales.

“Cuando uno quiere curar enfermos, estudia medicina. Cuando uno quiere construir una casa, estudia arquitectura, ¿no? Pero cuando uno elige acompañar a su marido en una tarea con tanta responsabilidad como es ser Presidente, una no estudia para ser Primera Dama” dijo Awada despreciando a Michelle Obama y su formación académica e inmejorable preparación profesional en el área que atañe a una mujer de poder, que además de “tocarle en suerte” como parecen querer instalar las mentes que calculan cada paso en la estética del PRO, lo toma por las astas y lo usa desplegando las herramientas que adquirió por decisión propia. ¿Sabrá algo de la autonomía Juliana? ¿Algo sobre la inequidad? ¿Tocará de oído en algún tema que exceda el outfit y la dieta sana? A cien días de que Cristina no diera demasiadas señales de vida, el perfume que se extraña es el del empoderamiento. Que no quede sepultado el camino recorrido en la ética de las apariencias.

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