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Viernes, 22 de abril de 2016
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Entrevista

La revolución en la revolución

¿De qué se habla cuando se le suma a la palabra feminismo eso que la venezolana Yolanda Saldarriaga llama apellido: “popular”? ¿Cómo poner en primer plano el reparto de las tareas de cuidado, la violencia machista o la falta de representación política de las mujeres, de trans, de lesbianas y maricas en un proceso de profunda transformación como el que vivió Venezuela y que ahora está siendo amenazado? Integrante de la Escuela de Feminismo Popular, Identidades y Sexualidades Revolucionarias, Saldarriaga brinda estrategias más que respuestas y está segura de que no hay revolución si ésta no es también feminista y anticolonial.

Por Claudia Korol
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Yolanda Saldarriaga, integrante de la Escuela de Feminismo Popular, Identidades y Sexualidades Revolucionarias, tiene una hija de seis años, Ayilen, y participa en el Consejo Comunal de su barrio, Miralejos. Día a día, en la Venezuela Bolivariana, combina la lucha cotidiana por la sobrevivencia personal, y la defensa de la revolución. Como parte de la propuesta de la educación popular feminista (ver aparte: Hacer escuela), que pone énfasis en la relación teoría práctica y en la pedagogía del diálogo, estuvo en marzo en Buenos Aires recorriendo diversas experiencias y participó en un acto donde se lanzó una Campaña feminista de solidaridad con las mujeres y disidencias sexuales de Venezuela.

–Tuviste la oportunidad de hablar, ir a los territorios, marchar con nosotrxs el 24 de marzo. ¿Qué te llevás de estos encuentros?

– Me llevo la fuerza enorme de un pueblo que ha acumulado mucha organización, lo que fue muy evidente en la marcha del 24 de marzo, y en todos estos días que he pasado conociendo experiencias. Me llevo además la certeza de que somos los mismos y las mismas, que nuestras formas de organizarnos son parecidas. La reunión de las señoras del barrio eran como las de mi barrio, las reuniones de los espacios feministas son como las que hacemos allá. Son las mismas formas de trabajo y de organización, porque somos el mismo pueblo. Me llevo mucha fuerza, mucho amor, y mucha hermandad. Más allá de la solidaridad, es unidad en la lucha común.

–¿Con qué impresiones te quedaste de la Escuela de Derechos de los pueblos del Abya Yala “Bertha Cáceres”?

– Lo que más me gustó fue la evidencia de la construcción colectiva de organizaciones tan diversas. Había compañeros/as de frentes de masas, compañeras feministas, trans. Voces tan diferentes, pero que estaban tan a gusto, y que se notaba que habían participado activamente de la construcción colectiva de ese espacio. También me interesó la forma tan concreta en que se logró transversalizar el feminismo en esos debates. No era una actividad específica de feministas, pero todo el día estaban presentes nuestras reivindicaciones, nuestras posturas, nuestra diversidad. Me quedó claro que el desafío es consolidar esa unidad día a día, para disputar la hegemonía en este nuevo contexto nuestroamericano. También me emocionó la presencia tan intensa de la compañera Bertha Cáceres, a quien recordamos tanto en Venezuela, porque representa a todas nuestras luchas. Ella luchaba contra este sistema integral de opresión, luchaba como feminista contra el patriarcado, luchaba como indígena contra el colonialismo y las formas de expropiación de los recursos y de la naturaleza, y luchaba contra el capitalismo. Está claro que la mataron las transnacionales. Fue muy motivante sentir a Bertha tan presente todos estos días acá, porque son las mismas luchas del mismo pueblo.

–¿En qué consiste la Escuela de Feminismo Popular, Identidades y Sexualidades Revolucionarias?

–Desde el 2006 empezamos a juntarnos mujeres y compañerxs de la sexo– género diversidad. Muchas estábamos en grandes organizaciones mixtas y recibíamos muchos ataques de nuestros mismos compañeros. Sentimos la necesidad de apoyarnos mutuamente. De ahí fueron saliendo los Encuentros Nacionales de Formación, y ya en el 2013 decidimos generar un espacio permanente, trabajando con diferentes movimientos sociales. De ahí nació la Escuela, que hoy es un espacio de articulación de colectivos de luchadores y luchadoras que estamos construyendo un feminismo popular, con identidad de clase, con una adscripción clara como parte del pueblo revolucionario. Es un feminismo que está construyendo legitimidad de nuestra lucha para acabar con el patriarcado en todos los espacios, y particularmente en los sectores de poder popular.

–No es fácil avanzar con políticas feministas que cuestionan la cultura patriarcal también al interior de los movimientos populares.

–Claro que no. Hay muchos prejuicios en la misma izquierda, que creen que queremos dividir la lucha, que el feminismo es academicista, que son demandas burguesas, occidentales. Pero nosotras somos parte del pueblo. Estamos como mujeres de los consejos comunales desarrollando el trabajo productivo, comunitario. Fuimos construyendo el apellido “popular”, porque somos pueblo y combatimos el patriarcado así como combatimos el capitalismo, el colonialismo, y todas las formas de opresión. Nos ubicamos dentro de los procesos de construcción de poder popular, donde estamos luchando junto a nuestros compañeros varones, que son oprimidos por el sistema integral, pero a quienes el patriarcado les otorga privilegios. Vamos discutiendo con las compañeras, para que podamos explicarles a los compañeros que tienen privilegios, y así empezar a combatirlos. Estamos construyendo ese método popular, en el que estos debates se hacen una necesidad, más aún en una sociedad en revolución, donde ser consecuentes es estar en contra de todas las formas de opresión.

Como la propuesta central de la Revolución Bolivariana son las comunas, nuestra apuesta es destruir el estado burgués y construir el estado comunal. Nuestro proyecto es tener todo el territorio nacional autogobernado por el pueblo, mediante una estructura de consejos y comités –que es cómo se organizan los territorios–. En ese proceso de construcción de poder popular, desde el feminismo estamos participando activamente, tratando de transversalizar nuestras demandas. Es la vía que asumimos para superar este momento y continuar disputando hegemonía.

La formación –para nosotras– resulta además de una necesidad para este tiempo, una muy buena excusa para seguir caminando en procesos de lucha comunes.

–¿Cuáles son los desafíos centrales del feminismo popular?

–Uno es seguir poniendo en el sentido común del pueblo venezolano, la lucha contra el patriarcado. Ahí aprendemos mucho de ustedes, que están consiguiendo que el feminicidio vaya siendo parte del sentido común del pueblo argentino. Tenemos grandes desafíos sobre cómo instalar el tema del aborto legal, que no lo tenemos, y que no tiene consenso todavía en nuestra sociedad. Nuestra apuesta es seguir construyendo desde abajo, que seamos las mujeres del pueblo y los sectores del sexo género diversidad quienes instalemos esos debates, así el pueblo comprende y lucha por ellos.

–¿Cómo ha cambiado la situación de las mujeres en el contexto de la Revolución Bolivariana?

–La revolución bolivariana, en estos diecisiete años, ha puesto a la mujer en otro lugar. En los espacios de poder popular, consejos comunales y comunas, como el trabajo es territorial, día a día, de casa en casa, las mujeres somos protagonistas. En los 45.000 consejos comunales, en las casi 1.500 comunas registradas, las mujeres tenemos entre el 60% y el 70% de las vocerías. Sin embargo, el lugar sigue siendo el de cuidado. Seguimos nosotras preocupadas por los otros y otras, y nadie se preocupa por nosotras. Participamos en los comités de salud, de educación, de protección social, que tienen que ver con las tareas de cuidado que históricamente el patriarcado nos ha otorgado. En finanzas, como lo relacionan con la economía, en general están los varones. Por otra parte nuestras necesidades específicas, de salud sexual y reproductiva, o la lucha contra la violencia machista, no están tan visibilizadas en los espacio de poder popular. En eso estamos. Tratando que las comunas nos dignifiquen también a nosotras.

Para las mujeres el proceso revolucionario, ha significado grandes avances. La Constitución Bolivariana, tiene un artículo que reconoce que el trabajo del hogar aporta a la economía del país. Tenemos una ley del derecho de las mujeres a una vida libre de violencia que es ejemplar, que reconoce 21 formas de violencia. Hace dos años logramos que se agreguen, a las 19 reconocidas originalmente, el femicidio, y la inducción al suicidio como una variable de violencia psicológica. Es una ley muy novedosa. Tenemos la ley orgánica del proceso social del trabajo, que tiene una gran cantidad de beneficios para las mujeres trabajadoras, con propuestas elaboradas por las feministas en debates colectivos. Nosotras trabajamos con el Ministerio de la Mujer dos programas muy importantes. El de defensoras comunales, comuneras que se forman para hacer asesoría jurídica y acompañamiento psicológico en los barrios, y los Centros de Atención y Formación Integral de la Mujer (CAFIM), donde hay atención en salud, asesoría legal, formación, y lo trabajamos conjuntamente con los movimientos sociales.

Como feministas, tratamos de incidir en todos los niveles de la creación revolucionaria. Si hablamos de economía, promovemos una economía donde no haya patrones, sino que desde el poder popular se impulse la producción, la distribución. Las feministas populares estamos insertando ahí el debate sobre la redistribución del trabajo doméstico, cómo la comuna asume de manera colectiva el cuidado de niños y niñas, adultos y adultas mayores, las y los enfermos, y personas con cierta vulnerabilidad. Si hablamos de organizarnos para la defensa, frente a los grupos violentos, paramilitares, la derecha, las posibles intervenciones imperialistas, las mujeres estamos dispuestas a participar como milicianas, pero también discutimos que sea parte de esa estrategia la defensa de nuestras vidas y de nuestros cuerpos, frente a la violencia machista. Tenemos que asumir sin embargo, que la apertura de los espacios para las mujeres ha significado triplicar el trabajo, es decir, ahora tenemos más jornadas adicionales además de las tradicionales (del trabajo productivo y el reproductivo); ahora estudiamos, hacemos trabajo comunitario, tenemos militancia política y social. Es decir, tenemos aún más sobrecarga, y las tareas del cuidado no se han redistribuido en la sociedad.

–¿Cuál es el impacto de la derrota electoral?

–El pueblo venezolano está siendo atacado por múltiples vías. Tenemos una guerra híbrida, económica, mediática, militar. Como las mujeres somos la columna vertebral de la revolución, la derecha nos ataca especialmente. En términos económicos, la estrategia de la derecha es desarticular a las mujeres como sujetas políticas de la revolución, para confinarnos nuevamente al espacio de lo doméstico, mediante el acaparamiento y la especulación de la comida, que genera largas colas... que hacemos las mujeres. El tiempo que dedicábamos al trabajo comunitario, a estudiar, a actividades políticas, ahora tenemos que dedicarlo a hacer colas para conseguir alimentos. Hay un sector dedicado a aumentar los precios para generar desestabilización en el país. Los primeros productos que desaparecieron del mercado son los relacionados con el cuidado y la salud sexual y reproductiva de las mujeres. Lo único que se consiguen son condones a muy alto costo. La estrategia amplia tiene que ver con empobrecer al pueblo. Presionar para que se abra de nuevo la brecha social que la revolución ha venido subsanando. Está también la violencia desatada en las guarimbas del 2014, de febrero a abril, que dejó 43 muertos, con distintos métodos sanguinarios, que cada tanto intentan reactivar. Esto sumado a un fortalecimiento de aparatos paramilitares que vienen de la frontera colombiana, los mismos que aquejaron al pueblo colombiano históricamente, que han sido fortalecidos con apoyo del imperialismo. Hacen crímenes selectivos, y una masificación de lo que llaman inseguridad, o delincuencia común, que son paramilitares robando a sueldo. Se busca desmoralizar al pueblo, sumado a la guerra psicológica de desacreditación del gobierno, tratando de establecer que el responsable de todo esto es el compañero Maduro.

Cada día hay más claves para pensar que el imperio tuvo que ver con la muerte de Chávez, que tanto golpeó y todavía sigue doliendo nuestro pueblo. Recientemente la investigadora norteamericana–venezolana Eva Golinger publicó un articulo donde compromete a un miembro del cordón cerrado de seguridad del Comandante, Leamsly Salazar, que después de la muerte de Chávez aparece como colaborador de la DEA, y es testigo protegido de ellos después de fugarse del país. En plena elaboración de nuestro duelo por la muerte de Chávez, la derecha anuncia enmienda constitucional, referendum revocatorio, todo con miras a un golpe de estado por la vía institucional, justificando cualquier vía para deshacerse de un gobierno que expresa a un pueblo empoderado.

Las mujeres estamos haciendo contrapeso a todo ese ataque. En la economía, en la producción, en la organización de la vida cotidiana, en la defensa de la revolución. No sólo resistimos. Estamos también disputando hegemonía y el proyecto socialista, desde el poder popular y las comunas.

–¿Cuál es tu sueño?

–Sueño que algún día podamos dejar de llamarnos feministas, porque ya el patriarcado se haya acabado, y no sea necesario identificarnos así en la sociedad. Porque todos y todas tendremos claro que somos iguales, con nuestras ricas diferencias. Que no hay motivo para oprimir ni excluir a nadie. Y que hayamos construido una forma de relacionarnos, donde nadie sea explotado, nadie sea oprimida. Estoy segura que este sueño lo estamos haciendo desde abajo, colectivamente, día a día.

Hacer escuela

El 25 de marzo, sintiendo todavía la emoción producida por las marchas realizadas el 24, a 40 años del golpe de estado, se inauguró en el Espacio Cultural Pompeya, la Escuela de Derechos de los Pueblos del Abya Yala “Bertha Cáceres”. Es una experiencia de educación popular descolonizadora, socialista, feminista, en la que confluyen diversos movimientos que intentan articular procesos de formación política, con raíces en los territorios y cuerpos donde los poderes ejercen todas las opresiones, y donde los pueblos recrean las energías emancipatorias. Es parte de la construcción de la Escuela del Abya Yala, el Espacio de Formación Feminista, que nuclea a colectivos de feministas que integran diversos movimientos populares, intentando promover que los mismos asuman, en teoría y práctica un carácter anticapitalista, antirracista y antipatriarcal.

En la jornada de inauguración participaron representantes de experiencias pedagógicas relevantes como la Escuela Nacional Florestan Fernandes del Movimiento Sin Tierra de Brasil, el Instituto de Agroecología Latinoamericana (IALA) Guaraní, de Paraguay, el Congreso de los Pueblos de Colombia, la Secretaría de Formación de los Movimientos Sociales del ALBA, la Escuela de Feminismo Popular, Identidades y Sexualidades Revolucionarias de Venezuela, entre otros.

La jornada se inició con una conferencia de prensa en la que los movimientos denunciaron los crímenes cometidos por el gobierno de EE.UU. en Latinoamérica, en el contexto del repudio a la visita de Obama a la Argentina. Hubo luego un debate extenso sobre la coyuntura latinoamericana, y dos homenajes conmovedores. Uno a Lohana Berkins y a Diana Sacayan, con la presencia de Florencia, compañera de ALITT (Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual), y de Saya, hermana de Diana, integrante del M.A.L. (Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación), y otro a Bertha Cáceres, lider del COPINH (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas) de Honduras, con la presencia de Salvador Zúniga, su hijo, y de las Madres de la Plaza de Mayo Línea Fundadora Mirta Baravalle y Nora Cortiñas.

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