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Viernes, 24 de junio de 2016
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La pantera del comic

Tarpé Mills 1915-1988

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En Pretty in Ink, Trina Robbins destaca el trabajo de Tarpé Mills y dice que es una de sus favoritas. Ser una favorita para la sabia de los comics, la dama del rock de los años sesenta y una de tres “Ladies of the Canyon” de Joni Mitchell, no es un dato para olvidar. Cuando Trina Robbins, la profeta underground de la revista feminista It Ain’t Me, Babe, la creadora de Wimmen’s Comix (una antología de cómics de mujeres) habla de Tarpé en su libro, la fascinación gana renglones. Tarpé fue la creadora de Miss Fury, el comic protagonizado por una mujer inteligente y audaz y por el que Mills fue famosa durante algunos años. Ya antes había abandonado su primer nombre, June, y había dejado que la ambigüedad del Tarpé se metiera en un mundo donde la tinta manchaba solo dedos de hombre para poder publicar algunas de sus historias: The Cat Man, The Purple Zombie y Devil´s Dust. Cambiarse el nombre para que la dejaran dibujar y para que lxs lectores de historietas no sospecharan que quien estaba detrás de la intriga que los paralizaba era una mujer, no era una novedad. Dale Messik, la creadora de Brenda Starr, la heroína pelirroja de tacos altos, no era Dale, era Dalia.

La historia de la señorita Furia salió a la calle en abril de 1941. Una elegante Marla Drake dibujada en celo airoso es quien abre la historia. Marla es una típica mujer rica aburrida que vive en un departamento suntuoso con su gato Perie Purr (no es otro gato que el gato de Tarpé) y una criada, Francine. Una noche Marla entra en pánico porque otra mujer va vestida igual que ella a un baile de disfraces. La tragedia de vestuario se resuelve cuando Francine le sugiere a su ama que se ponga una piel de pantera, herencia de un tío que la había traído de áfrica y que había sido además túnica ceremonial de un brujo. La pantera cubre su silueta como si el centímetro de la mejor modista hubiera tomado las medidas, cosida al cuerpo la piel de áfrica viste a la neoyorkina y la transforma. Camino al baile, Marla se convierte en justiciera y en medio de la noche captura a un asesino en fuga. Marla nunca llegó a la fiesta pero “Furia Negra” (llamada después Miss Fury) sí a las páginas policiales de los diarios. Desde aquella madrugada la señorita Furia, con la sabiduría y calma de Marla y sin otros poderes mágicos que los que chorrean desde la piel de su cuerpo nuevo a través de sus dedos puntudos, nervaduras de sangre azul humedecidas en un tintero de negro permanente, relame lo dificilísimo –como los pájaros de Sarduy–, malogra crímenes, desfila en las cornisas como si fueran pasarelas, salva a niñxs del fuego y seduce a inspectores. Un general alemán, una baronesa platinada, una travesti de la resistencia francesa, un niño adoptado en Brasil, un pelo flotante y ondeado como el pelo de Tarpé y un vestuario siempre glamoroso que incluía tapados y ropa interior –mellizo de aquel guardarropa ideal de papel con bordes troquelados con los que se vestían a las muñecas de cartón– completan parte del elenco de detalles de un cómic de colección.

Cuando la historieta pasó de moda nadie rescató a Tarpé, ninguna pantera trepó enamorada por su medianera en Brooklyn para salvarla de la muerte ni para impedir con devoción Sakura que un ladrón codicioso se llevara el estribor nonsense de sus dibujos inéditos.

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