En los 煤ltimos meses hubo un reflote de viejas preguntas en relaci贸n a la tradici贸n con la que supuestamente deben lidiar las nuevas generaciones de escritores: el 30 aniversario de la muerte de Borges, en particular, agit贸 ese mismo debate de 鈥渃贸mo escribir despu茅s de Borges鈥 con el que de vez en cuando tenemos que enfrentarnos, como si todos lxs que hoy queremos dedicarnos a la literatura en Argentina estuvi茅ramos plantados frente a la misma tradici贸n. A veces, como una concesi贸n, se reconoce la existencia de matices y entonces la disyuntiva se vierte como 鈥淏orges o Arlt鈥, 鈥淔ogwill o Aira鈥, y dem谩s blancosynegros eminentemente masculinos.
No es dif铆cil ver, sin embargo, que una figura como Hebe Uhart abri贸 un camino alternativo para otro tipo de escrituras que hoy por suerte eclosionan (驴alguna vez asistiremos a una nueva contienda 鈥淏orges o Hebe鈥?): esa atenci贸n al mundo material, al modo en que se hacen las cosas, lo mismo que una escucha atenta de las hablas regionales y generacionales, conforman un modo de la escritura que algunxs contempor谩nexs como In茅s Acevedo supieron hacer suyo. Luciana Pallero se podr铆a inscribir tranquilamente en esa l铆nea con su primera novela, La m谩quina de pelar manzanas, escrita desde esa experiencia de primera mano como cocinera (un trabajo que es su medio de vida) y con esa impronta de verdad, de sentidos atentos a lo inmediato, que solo lxs autorxs con las manos en la masa pueden otorgarle a un texto.
Esa m谩quina de pelar manzanas est谩 descrita al principio de la novela por Ana, una narradora adolescente que vive en una pensi贸n en Balvanera, cocina y sale a vender tortas por Palermo. La m谩quina es simple y sale 555 pesos, no es inalcanzable pero sin embargo est谩 lejos de sus posibilidades y es fundamental para que Ana pueda economizar el tiempo y aumentar la productividad en el negocio. Ese trayecto diario entre Once y Palermo, tanto como la pensi贸n adonde la protagonista alquila una pieza y comparte momentos con Arminda y Mery, una inmigrante boliviana, son aprovechados por Luciana Pallero para construir un mundo veros铆mil, barrial y solidario sin candor, de buscavidas y laburantes, en el que las diferencias de clase existen y funcionan, aunque no sean tan caricaturescas como en una telenovela de Thal铆a.
Pero si nombro a Thal铆a es a prop贸sito: adem谩s de una prosa perfecta que se puede vincular f谩cilmente con la de Hebe Uhart, hay cierto tipo de relatos funcionando en la novela que tienen que ver con tradiciones m谩s ninguneadas, quiz谩s por femeninas. Cuentos de hadas, telenovelas de chicas pobres que quieren salir adelante y se encuentran con el amor en el camino, o libros de cabecera de muchas como Mujercitas de Louisa Alcott, did谩cticos y feministas, que quer铆an ense帽ar a las chicas una moral del trabajo y un esp铆ritu independiente, aunque esas mismas chicas sintieran de grandes, por mil trampas sutiles, que deb铆an renegar de toda esa parte de su formaci贸n: ese parece ser el espectro de materiales que la autora re煤ne en el cuerpo re joven de Ana, que adem谩s de trabajadora y linda sin saberlo es guarra, le gusta un poco de merca y boliche de vez en cuando, le encanta coger y en una oportunidad, a una agresi贸n de un tipo por la calle responde a golpes de cadena.
Prima lejana de la pobre encantadora y vivaz, un poco varonera, que supieron encarnar Thal铆a y Natalia Oreiro (pero tambi茅n de esas chicas hacendosas y optimistas que abundan en las pel铆culas de Hayao Miyazaki, que est谩n solas sin sentir ning煤n tipo de desamparo porque se sienten a gusto en la calle, tendiendo lazos con gente que no es de su familia), Ana logra compenetrar a lxs lectxrs con su mundo de tortas, tiempos de horneado y harinas, porque lo que despliega su voz narrativa es un orden material, duramente conquistado y disfrutable 鈥揹esde el olor de manzanas, canela y almendras hasta el brillo de una bicicleta pintada a fuego que mirada de cerca parece tener 鈥済alaxias verdes鈥濃 del que tanto depende.
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