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Viernes, 16 de septiembre de 2016
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VISTO Y LEIDO

Alta tensión

Lirismo, arrebato y control miden sus fuerzas en el nuevo libro de poemas de Dolores Etchecopar.

Por Daniel Gigena
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El cielo una sola vez
Dolores Etchecopar
Hilos

Se intuye una trama en el nuevo libro de Dolores Etchecopar (Buenos Aires, 1956), poeta, artista visual y editora del sello Hilos. El cielo una sola vez toma su nombre de uno de los versos de un poema que aparece cerca del final de este libro arrebatado, escrito en un registro lírico donde dos fuerzas (la intensidad y el control, diástole y sístole, pero también la violencia y el sosiego) se equilibran de manera vacilante. La escritura de Etchecopar, que se puede emparentar con un linaje que incluye a poetas como Enrique Molina, Edgar Bayley, Amelia Biagioni y Ana Emilia Lahitte, construye referentes que están y no están en el mundo. Incluso los postulados que definen el mundo, como la sexualidad, la animalidad o la naturaleza, son puestos en entredicho (“¿pero qué es ser varón fuera del mundo?”, se pregunta un poema). Una madre equivale a un caballo sin nombre; un esposo, a una flor; los hijos, al final del amor. Menos surrealista que creadora de una lengua propia para un universo oscuro, ella acierta en el sentido inesperado del sentido.

En uno de los primeros poemas del libro se sientan las bases del reino que su poesía concibe: “mi vida como liebre lleva una bala/ está en apuros y mira/ entre las margaritas aplastadas y el granizo/ cómo levanta el día sus alas de la hierba/ en este punto de la llanura que desaparece/ entre el miedo y la luz/ donde el árbol solista canta muy despacio”. La naturaleza aparece de distintas formas en El cielo una sola vez. “Desde la infancia siento que tratar con los animales y las plantas nos protege de lo que degrada nuestra percepción del mundo, recurro a ellos, los invoco como talismanes contra la destrucción y contra la opacidad y la presunción de nuestros argumentos –dice la autora–. Hay un vigor, un núcleo vivo y misterioso en cada una de esas presencias que se irradia con sólo nombrarlos (caballo, liebre, flor).”

Capas de lenguaje, del suelo al cielo, se despliegan de manera envolvente y refinada. “Mi libro anterior, El comienzo, se publicó en 2010. En 2015 este nuevo libro terminó de armarse de un modo que escapa a una intención o a una temática predeterminada –cuenta Etchecopar–. Fui escuchando lo que los poemas se conversaban unos a otros desde un sitio que les pertenece más a ellos que a mí, ya que yo no sé muy bien de qué hablan. Me ocupé del cómo y los solté.” Como si cada poema hubiera podido ir por su lado, el trabajo de la autora-editora consistió en reunirlos para crear constelaciones, familias de poemas, archipiélagos. “Prosiguieron tramándose con hilos que la vida me trajo y me arrebató, con lo que duele vivir muriendo cada vez más. Quise que transmitieran algo de la extrañeza que produce el tiempo vivido, el haber llegado a cierta edad, con el pasado (la memoria) y el porvenir (el deseo) confundiéndose y bebiéndose el agua que cabe en las palmas de las manos aquí y ahora.” ¿Cómo fue editar el libro en la editorial que ella dirige, en compañía de María Mascheroni y María del Carmen Colombo? “Eso tiene para mí algunos beneficios, como la de poder disponer de los ejemplares y la de incluir el libro dentro de un catálogo que me resulta afín ?señala?. Es como tocar en una orquesta de la que quisiera formar parte.”

Los poemas de Etchecopar se pueden leer como las posibilidades que las palabras, en un doble movimiento, guardan y liberan: “yo estuve dormida en muchas tierras/ goteaba agua santa de día/ y un vacío fue abriendo mi cabeza/ ahora cuando pido me concedo/ la gracia de las cosas destinadas a perderse”. “Cuando escribo procuro que algo suceda en el poema, algo que me sorprenda y me descoloque, como si la combinación de ciertas palabras lograra disolver algo que estaba detenido en mi memoria o en mi pensamiento, y pusiera en movimiento otra vivencia del tiempo y de la lengua que hablamos -dice la poeta sobre su proceso creativo?. A veces quedan resabios de narraciones o el murmullo de ellas en la trama de las imágenes que, al recibir una especie de descarga eléctrica, nos lleva a otra parte.”

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