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Viernes, 30 de septiembre de 2016
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LO INABORDABLE

Ana Wandzik presenta un nuevo libro de poemas en los que la disidencia planta bandera con una lengua arrasadora.

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Un huracán lentoAna Wandzik
Danke
Por Daniel Gigena Presentados en la reciente edición del Festival Internacional de Poesía de Rosario, los poemas de Un huracán lento, el nuevo libro de Ana Wandzik (Rosario, 1981), exploran una zona, recrean postales generacionales y asimilan la lengua de una atmósfera cultural. “Hay un grupo de poemas que se ubica en el corazón del libro y que hablan de un territorio de flora y fauna familiar, de un paisaje hacia adentro y hacia afuera. Son estacionales y de temperatura cálida”, dice Wandzik, ella misma gestora de primera línea en la ciudad donde vive con su familia. Es una de las fundadoras, junto con Maximiliano Masuelli, del Club Editorial Río Paraná y del sello Iván Rosado, donde se publicaron obras de Beatriz Vallejos, Kiwi, Daiana Henderson, Juan Laxagueborde, Daniel García y Claudia del Río, entre muchos otros. En pocos años, el sello que codirige publicó cuarenta títulos, todos ellos de colección. Ahora Danke, la editorial rosarina, publica el segundo libro de Wandzik. “Soy lenta para cerrar un poema, corregirlo, darlo por hecho. Por casi dos años nos reunimos con amigos (Alejandra Benz, Virginia Negri, Agustín González, Julia Enriquez) a compartir nuestros textos, a domarlos y podarlos. Se daba como un taller sin mando, entre pares, súper provechoso –cuenta–. También lo leí con Maxi Masuelli, mi gran compañero editor que no se guarda nada. Y por último con Damián Ríos.” A Wandzik le interesaba que alguien por afuera de su círculo íntimo leyera el conjunto de poemas y ofreciera su mirada. “Con él trabajamos bastante el posible orden y ritmo que tiene el libro. Con todas estas lecturas volví con Julia, que es muy prolija y minuciosa y dio la puntada final.” Si se lo compara con Galopa y otros poemas, su primer libro, en Un huracán lento la voz de la autora aparece más sosegada. No obstante, el suyo nunca deja de ser un sosiego que sueña con el frenesí. “Todos duermen/ y me enfiesto con media Stella;/ no me enfiesto:/ sigo la noche”, se lee en el primer poema. La fiesta, en otro contexto, puede proseguir al despertar: “¡Por siempre estas mañanas!/ ¡Por siempre esta luz así,/ turbadora!”. La experiencia directa, las anécdotas personales o colectivas, la escala modesta y el tono coloquial no construyen una poética calculada, de registro inmutable y contorno preciso. Mucho mejor así. La escritura de Wandzik es díscola, y su disidencia se aprecia en los pliegues de la historia que el poema canta, siempre dentro de los límites que ensaya. “Ayer preparé un budín de zanahorias/ que estuvo bien para el caso/ pero cuál es el punto…/ la economía me deprime.” Ese mismo texto, titulado “Capital”, cierra así: “Lo corté en tres y repartí a la familia:/ un pan para tres hogares./ El budín de zanahorias mi bandera/ en el prado de la recesión”. En varios poemas de Un huracán lento los avatares de 2016 sobrevuelan como un ave negra: “Estamos soñando/ largo y tendido/ cuando por debajo de la puerta avisan/ que llegaron los vencimientos/ boletas a dos tintas con cifras de tres”. “Hay una primera persona de la que no puedo escapar y que sin duda elijo, eso aporta un tono general –señala Wandzik–. Un registro de impresiones personales previas despierta la posibilidad de un poema; si la escritura hace que esa experiencia trascienda, es algo que no puedo medir o no me puedo dar el lujo de decidir, está en otros. La literatura no me interesa tanto como comunicación, sino más como posible puente a otro lado, donde pueda hacerse cuerpo en otra experiencia, en la posibilidad de lo inabordable.” Situaciones retratadas en los poemas rinden cuenta de esa presencia excesiva de manera casi dadaísta. En “Mes grande”, el texto dedicado al mes de enero, se lee: “Eh verano/ Qué./ Que te busco bajo el naranjo sombrilla./ Que te huelo a barro y cloro”. Y sigue una docena de cláusulas que el interlocutor de la voz poética (el verano de un año bisiesto) escucha. ¿El consejo del verano para cuando llegue el verano? “Prendan velas por Yacyretá.”

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