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Viernes, 10 de septiembre de 2004
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Educación

La materia que faltaba

A pesar de que abunda la información sobre sexo en los medios, los y las adolescentes siguen sin contar con ámbitos apropiados para plantear sus dudas, formarse y conseguir las herramientas que les permitan crecer con la mayor libertad posible. De espaldas a los históricos grupos de presión, la Legislatura porteña empieza a discutir hoy un proyecto para formalizar la educación sexual en las escuelas, en consonancia con la opinión de la mayoría.

Por Luciana Peker
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El 97 por ciento de los argentinos está de acuerdo con que exista educación sexual en las escuelas, según un reciente estudio de la Consultora Analogías, pero la educación sexual no existe. Y, ni siquiera, existe la noticia de que la educación sexual no existe, ni el costo para los que no la dejan existir, ni el reclamo de los periodistas para que la educación sexual aparezca en las agendas políticas porque la educación sexual no existe tampoco en las agendas periodísticas.
De educación sexual, prácticamente, sólo hablan los que quieren que no exista. El diario La Nación publicó una editorial –titulada “Educación sexual antinatural”– criticando un proyecto presentado en la Legislatura porteña para implementar esta materia en las escuelas, básicamente por incluir un ítem sobre homosexualidad y género. “Resulta inadmisible que desde el gobierno mismo de la ciudad se crea conveniente educar a nuestra niñez en el culto de lo antinatural”, “no puede sino escandalizarnos que desde el sistema educativo se impartan enseñanzas contrarias a la naturaleza”, “más grave aún es que pretenda imponerlo también en las escuelas privadas, violando en este caso, además de la libertad de enseñanza los derechos de patria potestad de los padres y las garantías a la libertad de pensamiento y de culto”, “es imprescindible que la Legislatura se oponga a este insensato proyecto”, lobbea el diario.
“Los que tienen otra postura no tienen proyecto alternativo. Se dieron a conocer a través de la editorial de La Nación que es muy amarilla, muy fuerte y desagradable porque además nos retrotrae a la situación de darles explicaciones a estos sectores. Es un diario con mucho poder y nos han intentado asustar a través de una editorial. Pero no vamos a permitir entrar en un callejón sin salida. Hay mucha aceptación para que salga la normativa y espero que sea sancionada este año. Esta ciudad se merece una ley de educación sexual”, enfatiza la legisladora y docente Ana María Suppa (Frente para la Victoria, kirchnerista), que presentó el proyecto junto a su compañero de bloque Diego Kravetz y a Florencia Polimeni (Compromiso para el Cambio).
“Nos llamó la atención la editorial de La Nación. Nunca salieron tan fuerte y tan brutos. Están hablando de cosas superadas en el discurso como qué es natural y qué es antinatural”, apunta César Cigliutti, presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA). A pesar de la postura de uno de los tres diarios más importantes del país, hoy se va a llevar a cabo la primera reunión en la Legislatura para tratar el proyecto en el que van a participar la diputada nacional Juliana Marino (primera autora del proyecto porteño), María Elena Naddeo, del Consejo de Niños, Niñas y Adolescentes, y la defensora del Pueblo Alicia Pierini, entre otros. Aunque el contexto de la Capital Federal es ciento por ciento favorable a los derechos reproductivos (a diferencia de San Juan y Santiago del Estero, por ejemplo, en donde más del 55 por ciento de los encuestados considera que el contexto es desfavorable), según una investigación de FEIM, ForoDDRR y Cladem, ni siquiera en la Capital hay ley.
La filósofa Diana Maffia, ex defensora adjunta del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, subraya: “La ley de salud reproductiva dice que tiene que haber educación sexual, pero se incumple porque la trampa de la mala política y de la malversación del poder de nuestros funcionarios hizo que la educación sexual quedara a disponibilidad de la demanda de las escuelas. Con esto se está violando el derecho de miles de adolescentes de recibir educación sexual y es obvio que es por presiones de la Iglesia”.
–¿Reciben presiones de la Iglesia?
–No, por ahora, no tenemos freno ni presión política, estamos discutiendo bien; la Iglesia no desconoce esta problemática y que cada vez tenemos más chicas y chicos que son papá y mamá y que los más vulnerables son los que más condicionado tienen su futuro –dice Roxana Perazza, secretaria de Educación del gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
–¿Por qué se ve una mayor decisión política de hacer cumplir los derechos sexuales en el área de salud que en educación?
–No desconozco lo que decís. Yo quiero que haya educación sexual, pero hay que hacer acuerdos y que se haga bien porque es más nocivo para los pibes hacer “como si” se enseñara educación sexual. Hoy se dan talleres voluntarios para las escuelas que deciden participar y el nivel de demanda es cada vez más alto. Estamos trabajando con el Consejo de los Derechos de Niñas y Niños para que el año que viene les llegue a todos.
El año que viene no es hoy. Y Laura va ahora, a sus 17 años, a tercer año de un colegio público, de La Boca, en la Ciudad de Buenos Aires en donde la buena voluntad no es suficiente. “La profesora de instrucción cívica no entiende un pito, pero le pusieron que dentro de salud tiene que hablar de VIH. Nos dio para hacer unos trabajos prácticos en los que se recomienda la abstinencia. El colegio no te aporta nada, pero la única que se queja soy yo. Y es peor. La mina me contesta ‘¿Qué te hacés la que sabés tanto?”

Hey, teacher, si necesitamos educacion
El 72 por ciento de los integrantes del sistema de salud y de organizaciones comunitarias piensa que hubo cambios en materia de derechos reproductivos. Es cierto. Hoy los hospitales públicos deben entregar anticonceptivos. Hace diez años era impensable. ¿Por qué entonces fue más fácil avanzar en el reparto de pastillas que en la difusión de información? Es, casi, hasta raro que cueste más el derecho a decir y escuchar de los adolescentes que el derecho más palpable de pedir preservativos en los hospitales públicos.
Dan hasta ganas de pensar que, todavía, hay quienes creen que tiene algún efecto el silencio de las aulas en el silencio de los actos. Dan ganas de pensar que las palabras son el último baluarte de los que hace añares quieren ser dueños de los cuerpos. ¿Las aulas son tan simbólicas? Dan ganas de pensarlo, de tanta resistencia. Aunque, la verdad, suena a un pensamiento adolescente.
Tan adolescente, como el recuerdo de la periodista que hoy escribe esta nota y escribió su primer artículo, hace quince años, en la revista La Puñeta, del Centro de Estudiantes del Colegio Nacional Nº 6 Manuel Belgrano (que reciencito, y con asco, había abierto su puerta a las mujeres), y eso era lo que más asco le daba a la vicerrectora que nos llamó a retarnos, a las chicas de primero antes que a los chicos de quinto, porque le daba vergüenza que hubiera mujeres escribiendo en una revista que se llamaba La Puñeta, una palabra que, dijo, a sus setenta años enseñando geografía y enmoldándose en polleras grises con mocasines, había aprendido recién ayer (quiero decir el ayer de hace quince años) cuando le preguntó a su marido qué quería decir puñeta y él la instruyó para el motivo del reto.
De esa palabra tan innombrable como hoy donde el sexo se hace, se mira y se muestra, pero se calla, cuando no da rating, sobre todo si, apenas, podría servir para enseñar. “Yo y mis amigos sabemos cómo es la cosa, pero hay chicos que no saben nada. El otro día un compañero me dijo que haciendo el amor no te podés contagiar de sida. En el colegio nos dieron una sola clase sobre la pubertad, en donde repartían toallitas y mostraban a un chico que se sentía atraído por una chica y no se animaba a ir a encararla. Era aburridísimo”, sentencia Ismael, de 13 años, alumno de una escuela pública de San Isidro.
Alicia Figueroa, ginecóloga del Centro Latinoamericano Salud y Mujer (Celsam), enfatiza: “Muchos colegios siguen recibiendo a diferentes empresas que llevan adelante esta tarea de dar charlas sobre salud sexual. Pero esta temática no puede reducirse a una charla, así como es insuficiente una charla sobre matemática para que el alumno aprenda toda la materia. Es un proceso que debe ir dando tiempos de procesamiento de la información. Y tiene que ir acompañado por la capacitación de los docentes”.
Laura es profesora de educación física de un colegio en una zona muy humilde de Laferrère. “Tengo chicas embarazadas desde primer año, que tienen al hijo o lo pierden, no sé si toman pastillas o que, y, a veces, a los dos o tres meses se vuelven a quedar embarazadas. A veces, ellas me cuentan que sus novios no quieren usar preservativo y yo les digo: ‘Chicas, se tienen que cuidar ustedes’, pero educación sexual no tienen. Y hay cosas básicas, muy básicas, que las tienen que saber, pero no la saben.”

Mas que silencio, mucho ruido
¿De eso no se habla? Ni siquiera. A ver: los televidentes eligieron que la estrella televisiva 2004 fuera Florencia de la V. y les encanta el morbo de que le muestren a su heroína con la toalla caída y a su héroe preguntándole, en un manual permanente del doble sentido, si duele que te lo hagan. Los padres de Lolita Torres sólo permitían que la cámara le tomara los pies en alto para insinuar un beso. Hoy no hay lolita sin lolas y sin guión con sexo. Luisana Lopilato, de 16 años, es un ejemplo. Y si la ficción no basta, ahí está CQC para perseguirla con la inquisición pajera que se divierte preguntándole si es virgen.
¿De eso no se habla? El 87 por ciento de la gente piensa que actualmente se habla más de sexo, lo cual para el 81 por ciento es un dato positivo, según la encuesta de Analogías. Pero en el colegio no. Tan empecinadamente no, que dan ganas de pensar que la educación sigue siendo realmente importante.
“Yo noto que los chicos tienen mucha información, pero es más lo que ven por televisión o Internet que lo que saben de verdad. Hay una cantidad grande que no conoce sus sistemas reproductores –demuestra Alicia, profesora de Ciencias Biológicas de dos colegios privados, católicos y porteños–. Creo que las familias tampoco abordan el tema con más soltura porque pasan los años y las preguntas que hacen los chicos son siempre las mismas: embarazo, aborto, días fértiles, etcétera.”
Ana tiene 18 años y es alumna del ILSE, un colegio semiprivado dependiente de la UBA. “En quinto año nos hablaron del sistema reproductor, pero no teníamos tan claro qué enfermedades se podían contagiar, cómo y por qué”, cuenta. Cecilia Correa, psicóloga y coordinadora de la Red Nacional de Adolescentes en Salud Sexual y Reproductiva, compara: “En Europa tienen programas de educación sexual desde el jardín de infantes porque la sexualidad es percibida como parte de la vida de cada persona y así logran bajar la edad de inicio de las relaciones sexuales, de embarazos no planeados y de VIH. Acá las autoridades educativas siguen ausentes a la hora de integrar la educación sexual en las currículas escolares”.
Uno de los mitos existentes es que los padres no quieren que en el colegio se les hable a sus hijos de sexo. “Las dificultades son más de orden interno que de orden externo, son excusas. En general, los papás son los aliados más fuertes y, si se oponen, es porque está mal planteado el tema. La clave es educar, pero aceptar la diversidad y respetar al otro. Así en treinta años de trabajo nunca encontré oposición”, asegura Martha Weiss, formadora de formadores y autora del libro Charlando sobre nuestra sexualidad en la escuela de hoy.
La licenciada en Trabajo Social María Inés Re acaba de lanzar el libro Educación sexual en la niñez (un desafío posible), y destaca: “Los estudios de la Organización Mundial de la Salud indican que cuanto antes los/as chicos/as accedan a una educación sexual adecuada, menores serán sus posibilidades de estar expuestos al abuso sexual durante su infancia, adolescencia y adultez”.
¿Por qué la educación sexual es tan necesaria y tan empecinadamente resistida por los sectores más conservadores? La psicoanalista Irene Meler reflexiona: “Las personas que gozan de modo más libre también pueden comenzar a pensar por sí mismas. El placer compartido, en un vínculo donde hay respeto y reciprocidad, libera las conciencias. Esa actitud de autonomía es temida porque afecta los intentos de control social. El cultivo del temor y la ignorancia genera sujetos más dóciles”.

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