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Viernes, 12 de noviembre de 2004
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TEVE

La niña que no tenía tele

En Bernarda Llorente recae gran parte de las decisiones sobre qué se emite y produce en una de las pantallas más calientes del país, Telefé. Antigua productora televisiva full time, ex colaboradora del Consejo de la Mujer, licenciada en Ciencia Política, y actual subdirectora de Programación, en esta entrevista reflexiona sobre la televisión argentina y las mujeres.

Por Soledad Vallejos
Cuando era niña y vivía en México, exiliada con su familia, no veía televisión. Había muy pocos canales y todas las señales se transmitían exclusivamente en blanco y negro, pero ni siquiera con esos atenuantes se salvaba del rigor: “Mis padres pensaban que la televisión era un impedimento para la lectura y para jugar y desarrollarse en otros aspectos”. Así fue como la infancia de Bernarda Llorente tuvo lo que ella llama una “cultura televisiva muy escasa”. Pero eso sí, de lo más imaginativa: escapadas a otras casas con vecinos condescendientes, preguntas a los compañeros de colegio, y también algún que otro invento, vergonzosa como se ponía cuando no podía comentar algún programa del día anterior en el recreo. Tiempo como para desarrollar tramas intrincadas y sumergirse en cuanto libro se le ocurriera debe haber tenido de sobra esta mujer que ahora, en sus horas de trabajo, habita una oficina con cinco televisores encendidos permanentemente (“sin sonido, eh”, aclara) y tiene un poder de decisión importante sobre la programación de uno de los canales con más audiencia de los últimos años (y de este mismo). Bernarda, la subdirectora de Programación de Telefé –que también transitó el periodismo económico y, por pura curiosidad académica se licenció en Ciencia Política mientras producía tres programas en Canal 13–, una de las responsables de que productos como Los Roldán, Resistiré, La niñera, Mosca & Smith y Gran hermano hayan llegado al aire local, recién vio llegar un televisor a su casa cuando tuvo 13 años. “Creo que no sirvió de mucho... tal vez no haber tenido televisión durante todos esos años me llevó a trabajar en televisión”, llega a decir entre risas.
–¿Cómo pasás de hacer producción a desarrollar y planificar contenidos?
–No es un camino muy directo en general, porque la televisión te lleva a un conocimiento de ella muy profundo en cuanto al funcionamiento de un programa, pero mucho más difuso en cuanto al funcionamiento global de un canal. Cuando en 1999 Claudio Villarruel (desde entonces director artístico de Telefé) asume, yo estaba viviendo en el exterior, y él me empieza a convencer de que venga a trabajar a la Argentina. Yo le decía que sí, porque nunca pensé que fuera a venir tan rápido, pero me fue convenciendo porque me pareció que era una posibilidad muy importante para aprender cosas que no sabía, era un desafío muy grande y me vine. Cuando programás las horas de un canal, tenés determinada cantidad de recursos que son limitados, por lo tanto tenés que tener una planificación importante sobre dónde va el acento, a qué producto querés apostar más en un determinado momento. Porque, además, en este caso en particular se trata de un canal que no es solamente emisor, sino básicamente un canal productor: Telefé tiene aproximadamente una estructura de 1500 personas en total, entre las que hay en Buenos Aires y los ocho canales del interior. Entonces, programar en Telefé no es sólo poner programas al aire sino también producir programas propios. Al mismo tiempo, el canal tiene una pata internacional en la cual, además de la señal satelital (que se emite en Latinoamérica y Estados Unidos), vende latas y formatos. Entonces, a la hora de planificar también tenés que pensar en determinados contenidos para el exterior.
–Teniendo en cuenta que hay distintos públicos posibles a los cuales atender como audiencia y también como posibles compradores, y que la pantalla de Telefé tenía una impronta básicamente “familiar” hasta que comenzó la gestión de Villarruel, ¿cuáles son los límites a la hora de arriesgar cambios?
–Es que creo que la pantalla cambió como fue cambiando la realidad argentina. Creo que Telefé sigue siendo un canal familiar, porque, en realidad, lo de “canal familiar” es una característica que tiene cualquier canal abierto, porque todo canal abierto es básicamente multitarget, y por lo tanto tenés todos los sectores de audiencia que podés englobar. Me parece que lo que cambió, y que el canal fue capaz de cambiar, fue la realidad argentina y también lo que se entiende por familia en la Argentina, los contenidos a los que la gente quiere acceder y que quiere ver. Siempre corrés riesgos, pero no creo que sean cambios ajenos a la realidad sino que están cruzados por los cambios de la realidad. Creo que nuestro gran acierto en los últimos años fue darnos cuenta de que la Argentina había cambiado, de que había estados anímicos distintos y de que la gente quería ver otra cosa. El punto es no subestimar a la audiencia, que en la Argentina es sumamente preparada, tiene acceso a muchísimos canales y por lo tanto tiene parámetros de calidad. Creo que es una audiencia muy selectiva, bastante impaciente y que cambia rápidamente cuando algo no la satisface.
Hacia principios de los ‘90, entre las materias finales de la carrera de Ciencia Política y el trabajo intensivo en producción (“circulaba, pasaba, no tenía vida de estudiante, porque iba y volvía corriendo desde el canal”), Bernarda supo trabajar para el Consejo de la Mujer, “porque la problemática de la mujer, igual que los derechos humanos, han sido y son parte de mi interés, de mis preocupaciones, pero más en un sentido personal que profesional”. Ahora, curiosamente para tratarse de un lugar por el que pasan decisiones de una serie de empresas más que poderosas, además tiene la oportunidad de sacarse las ganas de trabajar en un equipo mayoritariamente integrado por chicas: con la excepción de Villarruel y Alejandro Stoessel (gerente artístico), la acompañan Silvia Cieri (gerente de Gestión y Presupuesto), Marisa Badía (gerente de Producción), Patricia Daujotas (gerente de Fílmico y Series), Claudia Zaeffer (jefa de Casting) y María Laura Anselmi (jefa de Prensa y Comunicación).
–En lugares de decisión, en especial en medios de comunicación, no suele haber mujeres.
–El famoso techo de cristal, sí. Claudio (Villarruel) apuesta mucho a las mujeres, esto es en parte mérito suyo, porque le gusta trabajar con mujeres y confía en las mujeres. Obviamente a mí me encanta trabajar con mujeres, y me parece importante que las mujeres capaces tengan los lugares que se merecen. La televisión está llena de mujeres, pero sí, la pirámide se cierra a medida que vas acercándote a los puestos directivos. Pero creo que la conformación de equipos como éste, básicamente formado por mujeres, tira por la borda varios mitos. Creo que somos un equipo solidario entre nosotras en general y también con los hombres como compañeros de trabajo, y creo que con eso vamos derribando esos estereotipos de las mujeres histéricas, competitivas... Además, creo que las mujeres, además de ser muy responsables y profesionales, también podemos tener una mirada bastante humana en la conformación de los grupos de trabajo, y podemos hacer relaciones más duraderas. Si una piensa que la mayor parte de la vida se la gasta en el trabajo, finalmente cuestiones acerca de cómo sos capaz de relacionarte, de construir vínculos humanos, son muy importantes.
–¿Creés que una mayor participación de las mujeres en lugares de decisión puede redundar en modificaciones de las representaciones de las mujeres en la pantalla? Todavía es muy fuerte el predominio del modelo tradicional y los estereotipos.
–Lo que pasa es que la participación de las mujeres en cualquier actividad no es mágica para cambiar relaciones mucho más profundas en la cultura. Creo que la situación de las mujeres ha avanzado mucho, por ejemplo, si lo ves desde las estadísticas, desde el nivel de escolaridad básica hasta la cantidad de mujeres graduadas y con carreras universitarias es mayor al de los hombres, y esto se ha ido modificando con el tiempo. Pero para cambiar una sociedad tenés que cambiar relaciones mucho más profundas de poder y falta de equidad, y la televisión, a la cual se le adjudican una serie de cosas, me parece que es básicamente un espejo, a veces más distorsionado y otras un poco más exacto, de la sociedad en la que vivimos. Desde la televisión se pueden hacer algunas cosas, pero –más allá de la situación de las mujeres– no creo en la teoría de que todo se solucione desde la televisión.
–Sin embargo, un cambio en la corriente de la televisión sí puede ayudar. Socialmente es difícil que circule una representación de las travestis no asociadas con la prostitución, pero cuando aparece Florencia de la V en Los Roldán se abre otra dimensión porque ella está en una situación familiar: tiene hermanos, tiene sobrinos, se enamora, quiere trabajar. A partir de esa aparición hubo por lo menos un debate.
–Sí, creo que en eso contribuye. Vos fijate que de la televisión prácticamente han desaparecido los que se entendía como programas “típicamente femeninos”, esos que se basaban en suponer que a las mujeres amas de casa les tenías que hablar de los temas que suponían de su interés, y no de otros. Me parece que si analizás la ficción hoy en la Argentina encontrás mujeres distintas, que no son estos estereotipos tradicionales, encontrás mujeres en otros roles y con otras preocupaciones. Me parece que eso es un avance. Sí, probablemente le falte a la televisión poner dentro de sus contenidos determinadas temáticas que afectan a las mujeres, como la violencia doméstica y sexual. Más que en programas para las mujeres, más que espacios específicos, creo en que hay que ir incorporando esas temáticas en todos los espacios.
–En ficción puede llegar a haber un control más cercano de estos aspectos de los contenidos, pero en no-ficción la cosa cambia radicalmente. Por ejemplo, Videomatch tiene unos rasgos misóginos importantes.
–Lo que pasa es que en la televisión predomina un humor muy masculino, predominan programas con un humor muy masculino y, por lo tanto, apelan más a lo estereotipado desde lo masculino. Más allá de la televisión, vos tenés en general en los medios una determinada venta de clichés que ya están incorporados de alguna manera en la sociedad. Cuando vos ves en las tapas de las revistas que las mujeres aparecen, básicamente, en la situación de mostrar el cuerpo y que muchas notas tienen que ver con cómo se cuidan, o con el estereotipo de la juventud y demás, es porque eso está reflejando un problema social mucho más complejo. La pregunta es: ¿cuánto retroalimentás desde los medios, y cuánto de esa realidad reflejan los medios? Es muy complicado saber exactamente cuál es ese nivel de influencia, porque no tenés una variable aislada. Es como cuando en Estados Unidos empezaron las discusiones porque aparecía una serie de chicos muy violentos, que eran capaces de matar a sus compañeros de colegio. En un principio, muchos tuvieron la tentación de decir: “es por la violencia que aparece en la televisión”. Pero violencia en la televisión ha aparecido muchas veces y también en diferentes sociedades, pero no siempre existe la misma reacción. ¿Cómo aislás una variable del resto de las variables para explicar el fenómeno? Es muy complicado dar una sola explicación.
–En algunos países, como Francia, existen encuentros entre creativos publicitarios y directivos de medios y representantes de la sociedad civil para dialogar, por ejemplo, sobre representaciones de mujeres y allanar, así, el camino para despejarlo de estereotipos y discriminación. ¿Creés que algo así podría funcionar en la Argentina en relación con los medios?
–Bueno, de hecho algunas cosas funcionan. Vos en la televisión argentina no podés poner situaciones que sean discriminatorias o vejatorias para determinados grupos, y tampoco podés poner cualquier publicidad. Muchas publicidades han sido objetadas por el Comfer, y de hecho tenés ciertas regulaciones por las cuales no podés poner determinados programas antes de la hora de protección al menor, y ni siquiera las promociones de esos programas, porque el Comfer en ese sentido actúa como organismo regulador. Lo que sí creo es que es complicado cuando empezás a meterte en los contenidos en general de la televisión, de cualquier medio. Creo que hay que hacer una mejor televisión en algunos aspectos, y que obviamente es perfectible, como son todos los medios. Pero lo que pasa es que ni televisión ni cualquier otro medio pueden reemplazar al resto de las instituciones. Vos mejorás en serio la calidad de una sociedad cuando la gente tiene acceso a distintas ofertas, cuando hay una calidad educativa, una oferta cultural vasta, instituciones que cuestionan, etc. La televisión sólo podría ser un reflejo de una serie de instituciones que funcionen en serio en un país, las cosas no se solucionan sólo con una televisión distinta. Esto que te voy a decir va como en contra de mi trabajo, pero creo que la gente debería ver menos televisión. En Europa, por ejemplo, el espectador promedio está expuesto frente al televisor una hora y media por día. El espectador argentino, cinco, y esto ha crecido en los últimos años. Esto habla de que la gente no tiene acceso a distintas ofertas culturales. Yo preferiría que la gente, por ejemplo, pueda ir a ver un concierto y pueda vivir la experiencia de lo que significa un concierto. La televisión tendría mucho menos peso, y los contenidos de la televisión, por lo tanto, también tendrían menos peso si la gente tuviera otras opciones que son necesarias para la vida. A partir de la falencia de las instituciones, no se puede centrar todo el problema en la televisión.

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