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Viernes, 10 de diciembre de 2004
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Maternidad

Mundos integrados

Laura Gutman, psicoterapeuta familiar, no le teme a la polémica: dice que lo ideal es que la madre reserve los dos primeros años para dedicarlos al recién nacido. Autodeclarada feminista de la diferencia, aclara que esto sólo sería posible si toda la sociedad se compromete en apoyar a la madre.

Por Sonia Santoro
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Cuando una mujer se embaraza por primera vez, la línea de llegada suele ser el momento del parto. Alrededor se escucha eso de que “un hijo te cambia la vida”, pero, ¿hay manera de internalizar ese dicho antes de cortar la cinta? ¿Y qué es lo que viene después? ¿Hay algo más que esas noches desveladas, llorando, mientras detrás de la pared el bebé, a su vez, llora por los cólicos? La psicoterapeuta familiar Laura Gutman está convencida de que hay mucho más y de que también hay que prepararse para el puerperio. Por eso vuelca en su libro Puerperios. Y otras exploraciones del alma femenina (Del Nuevo Extremo) su experiencia de más de 20 años acompañando a mujeres durante los dos años posteriores al parto. Como el anterior (La maternidad y el encuentro con la propia sombra), éste no es un libro con consejos de cómo cuidar a un bebé sino una propuesta para que cada mujer empiece a oírse a sí misma. “No podemos caer en la ingenuidad de creer que tener un bebé requiere sólo de preparaciones físicas”, plantea.
–Usted plantea que lo ideal es que, en los primeros dos años de vida del hijo, la madre se dedique enteramente a él. ¿No es reaccionaria su postura?
–Suena bastante antifeminista, sin embargo yo siempre me consideré muy feminista.
–Feminista de la diferencia...
–De encontrar un modelo femenino para vivir. En ese sentido, yo creo que estamos en un momento en que las mujeres debemos aprender a integrar ambos aspectos: lo masculino que hemos adquirido –el mundo social, laboral, el dinero y demás; obviamente yo no estoy proponiendo que volvamos a los ruleros y a revolver el puchero–, pero no perder justamente todo lo que tenemos de femenino, la energía yin, que se la estamos extrapolando a los varones; entonces ellos se están poniendo débiles, dependientes y las mujeres nos estamos perdiendo nuestras propias capacidades intuitivas, telepáticas, maternantes. Me parece que es volver a las fuentes con mayor inteligencia.
–¿Cree que está tan desvalorizado el lugar materno que la mujer no se permite decir que quiere quedarse en casa?
–Son varias cosas. Está desvalorizado por muchas mujeres: estar con el bebé o ser ama de casa es una porquería. Por otro lado, hay una hipervalorización, tanto de las mujeres como de los varones, de lo visiblemente exitoso: el dinero, el trabajo, la casa, el auto, el country o el ascenso social. Y está muy desvalorizado todo lo que tiene que ver con el mundo interior, las metas personales, la vida emocional. Y el niño pequeño trae eso: silencio, curvas, tiempos prolongados. En la época del e-mail, en que uno está acostumbrado a comunicarse con Japón en un segundo, el tiempo que un niño necesita quedarse en brazos es prolongadísimo. El tema es la distancia que tenemos con eso que nos tocavivir. Si la distancia es mayor, más incomprensible nos resulta y, obviamente, creemos que tenemos que rajar para zafar.
–¿Qué pasa si una madre, por diferentes circunstancias, no puede dedicarse a cuidar a su bebé?
–Si no lo puede cuidar ninguna otra persona, pasan bastantes desastres. Hay bebés que se mueren, hay bebés que zafan, hay bebés que hacen broncoespasmos a repetición. De hecho hay muchísimos niños que son bien criados desde lo formal, atendidos, higienizados y alimentados, pero sin el menor contacto ni la menor mirada, por eso así anda el mundo. No todos los niños que viven de manera violenta –porque ésta es la violencia del desamparo, del no maternaje, del no altruismo– terminan siendo asesinos, pero muchos terminan con problemas que van desplazando a lo largo de la vida.
–¿No es como cargar todavía más de culpa a las mujeres?
–No, porque esto es una cadena de sostenes. Esto es un tema de la sociedad entera. Como sociedad tenemos que priorizar que toda mujer que tiene un niño esté suficientemente sostenida, contenida, avalada, mirada y tenida en cuenta, de modo que pueda desarrollar el máximo de sus capacidades maternantes.
–¿Ese es el trabajo que hacen las “doulas”?
–Sí, las “doulas” son profesionales que capacito en mi escuela y que funcionan como terapeutas maternantes para las madres puérperas. Hacen trabajo a domicilio: primero, sostener a las madres para que estén en condiciones de sostener a los niños; no van a dar consejo, ni siquiera van a ocuparse de los niños: la van a ayudar a encontrarse con su propia verdad interior, de manera que esta mamá encuentre una modalidad propia de tomar decisiones.
–¿Cómo hace la gente que no puede pagar a alguien que le ayude?
–No depende tanto del tiempo que una esté con el bebé sino de saber de los acuerdos de parejas, acuerdos con la familia extendida, acuerdos con una red de mujeres. Uno tiene que saber que necesita tener las espaldas bien cubiertas para maternar a un hijo. Ni la guardería ni ir a trabajar son los cucos. Yo trabajo desde los 15 años, y defiendo el trabajo y la autonomía de las mujeres. El tema es con qué grado de conciencia se hace. Puedo trabajar 10 horas, pero el tema es si comprendo que ese niño necesita toda mi dedicación cuando llego. Y otra es suponer que con media hora conmigo es suficiente, que después tiene que dormir toda la noche, me leo el Duérmete niño (libro con instrucciones para hacer dormir a los bebés) y lo dejo llorar porque tiene que aprender y porque estoy cansada. El tema es que si la mamá estuvo todo el día afuera, cuándo va a encontrar la dedicación si no es a la noche.
–¿Usted cree que muchos bebés se enferman, por decirlo rápidamente, por desconexión con la madre?
–Lo que digo es que, en general, las enfermedades son desplazamiento de necesidades de los niños que no fueron satisfechas. Por ejemplo, tengo tres meses, lloro para que mi mamá esté conmigo, mi mamá no viene porque supone que son las 10 de la noche y tengo que dormir. Yo lloro, lloro hasta que sé que mi mamá no va a venir y luego, ¿qué hago? Un broncoespasmo, con lo cual me aseguro que mi mamá se pase toda la noche conmigo en la guardia del hospital. Entonces, mi madre empieza a pasar por diferentes médicos para ver por qué mis bronquios son tan frágiles, cuando en realidad, por más que me ocupe en esas circunstancias del bebé, se perdió el primer llamado que es cuando llega a casa y el bebé quiere estar con ella; y probablemente si escucha esto se da cuenta de que ella también lo quiere. Lo que pasa es que nosotras estamos tan llenas de palabras y de teorías que justamente la parte instintiva no la escuchamos. Simplemente, hay tanto basado en que todos los hijos terminen siendo ingenierosnucleares que en realidad nos olvidamos de que estamos en lucha con nosotras mismas.

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