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Viernes, 29 de julio de 2005
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musica

Justicia para Shakira

Olviden al novio y concéntrense en la música. La chica nos tiene bailando desde su primer disco –cuando era casi adolescente, gordita y morocha– y sin embargo aquí seguimos frunciendo la nariz frente a sus discos como si la corrección política tuviera algo que ver con su música. Ríndanse, he aquí razones de sobra para decir sí, nos gusta Shakira. Y que se caiga la discoteca.

Por Mariana Enriquez
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Conecta mucho mejor con sentimientos universales que con su mundo privado, por otra parte imposible de comprender y poco interesante

Shakira acaba de editar Fijación oral Volumen 1 y la crítica internacional está a sus pies, en unánime ovación de pie. Rolling Stone habla de influencias de Elvis Costello, Depeche Mode, Beck y Stereolab, y la prestigiosa publicación Launch se deshace en elogios y dice: “Shakira es la más grande estrella pop que tenemos. Sólo ella, Madonna y Prince se han acercado a la música pop con tanto sentido artístico”. No se trata de críticos atontados ni snobs que se ven obligados a recibir con aplausos ignorantes a todo lo que lleve el sello de pop latino. Sencillamente se trata de gente que se la toma en serio, y que, o no sabe del romance de la superestrella colombiana con Antonio de la Rúa, ni del malestar que causa la unión para quienes sufrieron la presidencia del padre del novio, o poco les importa semejantes derivaciones de telenovela política latinoamericana.

Si la crítica especializada local, especialmente la de rock, sigue quejándose de los gorgoritos de Shakira –ella es la primera en admitir que mucha gente le dijo que canta “como una cabra”–, si insisten en considerarla un producto menor o una cantante de popularidad incomprensible, es sobre todo porque nadie soporta verla del brazo del joven De la Rúa, ni escuchar las canciones que le dedica, ni mucho menos que visite a sus suegros y admita que siente cariño por ellos. Toda la mirada sobre Shakira está teñida de sospecha. Si sale con Antonio, debe ser una cínica o una tarada. A partir de esta presunción, es fácil despreciar su trabajo.

Pero resulta que el nuevo disco de Shakira es impecable, y sus anteriores trabajos (en especial esa gema pop ¿Dónde están los ladrones? de 1998) son muy pero muy buenos discos. Está cada vez más madura, sus shows en vivo son una aplanadora y en los videos exhibe un magnetismo sexual que parece de otra época, mucho más rústico y vital que el de divas como Jennifer Lopez o la cada vez más fría Madonna. Sí, en las entrevistas aparece algo rígida y calculadora pero, ¿se puede nombrar a alguna superestrella que conserve la espontaneidad? Cierto, se mueve rodeada de un ejército de guardaespaldas; pero vamos, ¿puede no tener cierto grado de paranoia la mujer más famosa de Colombia? Toda la imagen pública de Shakira oculta y hasta impide una recorrida seria por sus discos, que en definitiva son lo único que importa. Y, empezando por el final, es hora de escuchar en serio Fijación oral y reconocer, primero, que hace falta bastante valentía y un olfato comercial impecable para volver al mercado después de un éxito gigantesco como Laundry Service (en inglés) con un disco en castellano donde hace bastante menos concesiones y hace lo que quiere, es decir, elegir como productor a Rick Rubin (Beastie Boys, Red Hot Chilli Peppers) y como colaboradores a Alejandro Sanz y Gustavo Cerati. A fin de año se edita el Volumen 2, esta vez en inglés y sí, va a vender hasta cansarse.

Elegancia, romance, penas

Shakira es astuta. Fijación oral Volumen 1 empieza con susurros en francés (ella sabe, cómo no, que existen Carla Bruni y Benjamin Biolay). La canción se llama En tus pupilas y es un clásico de Shakira, muy dulce. Olvidemos por favor que se refiere a Antonio cuando canta: “Ya me cansé de besar ranas en vano” y lo reivindica como un hombre que no es un príncipe azul pero le alcanza. Le sigue La pared, una canción que recuerda a Coldplay (pero es mejor que cualquier tema del nuevo disco de Coldplay) y tiene dos versiones, la primera en un mid-tempo contenido y la segunda acústica, con piano –las dos son irresistibles y deberían ser el próximo simple–. Romantiquísima, exagerada, canta: “Después de ti la pared/ No me faltes nunca/ Debajo el asfalto y más abajo estaría yo sin ti”. En todo caso, es un tema mucho mejor que La tortura, el dúo con Alejandro Sanz que ya invadió todo (nobleza obliga, no es una gran canción, pero a esta altura nadie puede evitar tararearla). Lo que sigue es una verdadera sorpresa: Obtener un sí. Con arreglos de orquesta bien años sesenta y algo de bossa nova, Shakira suena juguetona y vintage en el mejor sentido. También juega en Escondite inglés, rocanrol rabioso con una melodía demente una de esas letras inconfundibles: “No todo lo rico engorda, y no todo lo bueno es pecado/ Yo seré tus deseos hechos piernas”. Pocas escriben tan bien como Shakira, y el mejor ejemplo es No, último corte, canción escrita con Gustavo Cerati (mejor que todas las recientes canciones del ex Soda Stereo juntas). Es una balada conmovedora por donde se la mire, e imposible de escuchar sin derramar lagrimones si el oyente anda sufriendo por amor: “No intentes disculparte, no juegues a insistir/ Las excusas ya existían antes de ti/ No hables en plural/ La retórica es tu arma más letal/ Voy a pedirte que no vuelvas más/ Siento que me dueles todavía aquí, adentro/ Y que a tu edad sepas bien lo que es/ romperle el corazón el corazón a alguien así/ No se puede vivir con tanto veneno/ La esperanza que me da tu amor no me la dio más nadie, te juro, no miento/ No se puede vivir con tanto veneno/ Pesa más la rabia que el cemento”. Hay mucho más y muy bueno, pero cabe señalar que en Lo imprescindible Shakira le roba a Depeche Mode y sale tan bien parada que, ya es indudable, puede salirse con la suya casi en cualquier género. Otro gran momento es Día de enero pero Antonio no se merece una canción de amor tan linda y tierna, la verdad.

De Barranquilla al mundo

La historia de Shakira empezó cuando era una niña, hija de inmigrantes libaneses ambiciosos que pronto estimularon la carrera de la pequeña prodigio. A diferencia de la mayoría de las artistas pop-rock femeninas súper promocionadas (incluyendo a Kylie Minogue, Britney Spears e incluso Madonna), Shakira siempre conservó el control artístico de su carrera, escribió sus propias canciones y su visión está clarísima desde su primer disco, incluyendo su rara e inteligente habilidad como letrista, en serio original. Nació en Barranquilla en 1977 como Shakira Isabel Mebarak Ripoll, escribió su primer tema a los ocho años, y a los diez ya ganaba concursos. Antes de Pies descalzos (1995) grabó dos discos olvidados (y olvidables); y entonces, a mediados de los ‘90, se la encasilló como la “Alanis Morrissete latina”, probablemente porque ambas compartían algo de rabia, letras complejas y el pelo oscuro, larguísimo. Ese disco ya tenía grandes canciones: Estoy aquí fue el hit, algo molesto –sobre todo por la peculiar dicción de Shakira, a veces incomprensible, más tarde marca registrada–; pero las joyas eran Quiero, una balada voraz: “Que se borren tus lunares y aparezcan en reemplazo/ dibujados en tu cuerpo cada beso, cada abrazo/ Dejame besarte hasta que quedes sin aliento y abrazarte con tal fuerza que te parta hasta los huesos/ Quiero excederme, perseguirte, pretenderte/ quiero amarte noche y día, quiero gastarme la vida/ quiero amarrarte a mis sesenta de cintura, llevarte como un tatuaje/ quiero perder la cordura”. Te espero sentada era una notable bossa nova delicada con algo de blues, injustamente ignorada, que merece ser redescubierta: “Ha pasado más de una hora y media y no has aparecido, me falla el instinto/ Pero es que el instinto no sabe que vivir la vida sin ti es caminar si mirar, es como cantar sin sentir, es hablar sin respirar, es comer sin digerir”.

Pero el gran logro de Shakira llegó en 1998 con ¿Dónde están los ladrones? que, salvo para los prejuiciosos, debería incluirse en cualquier top ten de los mejores del disco del rock latinoamericano. Todo funciona en el disco, desde la bronca de Inevitable (con la misma base que High & Dry de Radiohead, porque Shakira escucha música de verdad y entiende como pocos artistas cómo funciona el pop rock), o la infecciosa arábiga Ojos así –apunte: es notable que, en el actual estado del mundo, Shakira celebre sus raíces árabes sin empacho y con toda conciencia–, o el huracán Si te vas, que estalla de a poco con guitarras eléctricas, y se enoja: “Se qué volverás el día en que yo te haga trizas/ Pero para ese entonces yo estaré a un millón de noches lejos de esta enorme ciudad”. O la melancolía de Moscas en la casa, una de las más hermosas canciones acústicas en castellano de, bueno, de la historia, con una descripción perfecta de la depresión post-separación: “Mis días sin ti no tienen noches/ Si alguna aparece es inútil dormir/ Mis días sin ti son un derroche/ Las horas no tienen principio ni fin/ Tan faltos de aire, tan llenos de nada/ Chatarra inservible, basura en el suelo/ Moscas en la casa”.

Y después Shakira se tiñó de rubia, se enamoró, y conquistó el mundo con Laundry Service/ Servicio de lavandería, el disco que tenía que hacer para convertirse en estrella internacional. Suerte es un tema irresistible, con su aire andino, pero esa letra. Lo mismo ocurre con Underneath your Clothes, una preciosa balada pero ese video con Antonio... Shakira perdió, con el enamoramiento, mucha de su agudeza y sobreactuó el personaje de mujer satisfecha. De todos modos, el disco tenía canciones que lograron algo tan difícil –y tan despreciado– como ser inevitables grandes momentos de fiestas en todo el mundo: ¿quién no bailó y cantó a gritos Te aviso (un tema que la elevó a icono gay) o Te dejo Madrid (“¡Yo no quiero cobardes que me hagan sufrir!”). La mejor canción era, sin embargo, la menos autorreferencial: Poem To a Horse, donde rockeaba salvajemente –el tema recuerda a Aerosmith–, y se refería a un romance trunco con un adicto.

Así que es un gusto escucharla de vuelta menos preocupada por conquistar mercados, con más temas que no se refieran a sus circunstancias –Shakira conecta mucho mejor con sentimientos universales que con su mundo privado, por otra parte imposible de comprender y poco interesante–. Con Servicio de lavandería llegó a triple platino en Estados Unidos; no se puede pedir mucho más, y no lo ha hecho. Fijación oral Volumen 1 va a ser un éxito, pero tiene con más seguridad y mejores canciones. Y si eligió mal a su compañero, es un problema de Shakira. Sus canciones merecen una atención sin prejuicios.

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