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Viernes, 21 de junio de 2002
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MUESTRAS

Historia del jardín de infantes

En el Museo Sarmiento se pueden ver imágenes y leer historias sobre los jardines de infantes en la Argentina. Desde 1870, con 65 maestras y en Entre Ríos, se desarrolló la experiencia piloto que habría de incorporarse rápidamente a la institución escolar.

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Por Sandra Chaher

Aunque con los hechos de diciembre nos replanteamos si seguir adelante, estoy convencida de haber hecho finalmente la muestra por dos razones: para entender el presente y proyectarse al futuro hay que conocer el pasado, y esto es clave en este momento histórico; y porque el nacimiento del jardín de infantes como institución fue pensado desde la protección a la infancia desvalida, aunque después se haya desvirtuado, y eso es lo mismo que está pasando ahora: los jardines son para algunos chicos el único espacio para comer, para estar en contacto con la naturaleza y jugar.” Es la primera vez que desde la función pública se intenta recuperar la historia del jardín de infantes o nivel inicial. Todo surgió porque se encontraron en depósitos de escuelas objetos y documentos muy antiguos y ricos. Se convocó a las maestras en el invierno de 2001 y el pasado 28 de mayo la muestra Imágenes, textos, luchas, historias... sobre el Jardín de Infantes fue inaugurada en el Museo Histórico Sarmiento, (Juramento 2180). Ahí, en un banquito escolar diminuto está ahora Mirta Meléndez, directora de Educación Inicial del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, haciendo memoria histórica y personal.
La muestra es eficaz en la recuperación de la memoria, emotiva y con algunos detalles sorprendentes como un pianito del tamaño de un niño, donde tocaban las maestras, de los cuales hay sólo tres en el mundo, y uno está en el jardín de infancia Mitre; o el guardapolvos blanco de un alumno varón de mediados del siglo pasado. El nivel inicial empezó en Argentina en 1870, cuando Sarmiento llegó de Estados Unidos con las “65 valientes”, maestras de jardín de infantes y primaria que convocó para él en Estados Unidos la esposa de Horacio Mann. A fines del siglo XIX, estas pioneras abrieron los primeros jardines en Paraná, Entre Ríos. Hasta ese momento, los chicos de menos recursos, para quienes Sarmiento pensó estos establecimientos donde se les daba comida y que funcionaban también en verano para los que no tenían vacaciones, eran cuidados en asilos bajo la tutela de la Sociedad de Beneficencia. El método pedagógico era el creado por Federico Fröebel (1782-1852), pedagogo alemán, creador del término kindergarten y considerado el pionero de la educación inicial. El quería “construir algo que tuviera armonía y encerrara un mensaje de unidad”. Fue guardabosques, agricultor y agrimensor, estudió filosofía y ciencias naturales, y en 1840 creó el jardín alemán de la infancia: kindergarten para chicos en edad preescolar. En 1851 el gobierno alemán clausuró sus jardines, pero su impronta –fuerte acento en el juego, en la relación con la naturaleza y el fomento de las artes– fue clave en el diseño de la educación inicial de Occidente. “Ya desde él, el nivel inicial tuvo mayor libertad que la primaria, pero también es cierto que había nacido con el objetivo de ‘socializar’ a los chicos. Esto se ve en las fotos donde se les enseña cómo comer, o el mismo tema de la higiene”, señala Meléndez. El aspecto sanitario estuvo ligado a la educación preescolar desde comienzos del siglo XX. El jardín de infantes Andrés Ferreyra, creado en 1928, que fue el primero de la Ciudad de Buenos Aires, tenía un equipo de maestras,celadoras, una profesora de música, una de gimnasia médica correctiva, un médico, un odontólogo, una nutricionista y seis mucamas. Y en las fotos de la época se ve a los chicos tomando baños de sol, o atendidos en gabinetes sanitarios. La imposición del guardapolvos blanco –a partir de los 40– también tuvo una connotación higiénica, además de socialmente homogeneizante.
La muestra está dividida en tres etapas socio-culturales y políticas: 1870-1905, 1905-1935, y 1945-1955. La primera coincide con la creación del Estado moderno y acentúa la educación como el instrumento más eficaz del cambio social. Es cuando empieza en 1886 la formación de maestras especializadas en el nivel inicial bajo la dirección de Sara Ch. de Eccleston. En 1905 Leopoldo Lugones cerró los profesorados de jardín que se volvieron a abrir recién en el ‘35. Mientras tanto, las maestras normales se hicieron cargo de la educación inicial. Fue una época sin un rumbo pedagógico definido, donde a los jardines de infantes se sumaron guarderías, salas cuna, jardines maternales y escuelas infantiles (hasta ese momento la educación inicial no empezaba antes de los 4 o 5 años) como respuesta a la incorporación de la mujer al trabajo fuera del hogar. La intención inicial de Sarmiento, e incluso de los legisladores que crearon los primeros jardines en la década del 20 en Buenos Aires, era que estuvieran destinados a los hijos de familias obreras, ya que las clases medias y altas disponían de recursos para criar a sus hijos en casa hasta entrar a la escuela primaria. Pero esto no fue lo que pasó. Muy rápido, los chiquitos de clases sociales más bajas quedaron relegados (algo que intentaría subsanar el gobierno peronista) y esto apenas se revirtió hace unos 20 años, cuando esas clases medias y altas retiraron a sus hijos de las instituciones públicas y también cuando para la misma época en la Ciudad se reglamentó la inscripción de acuerdo con la cercanía al establecimiento. La etapa del primer gobierno peronista es la del resurgimiento, valoración y consolidación de los jardines de infantes y maternales, la promoción y el cuidado de la salud de los chicos, y el afianzamiento de la formación de maestras.
Diferente al resto de América latina, donde la profesión docente nació masculina y después se feminizó, en Argentina desde siempre las maestras del nivel inicial fueron mujeres. En la charla que tuvo lugar en la inauguración de la muestra, De la Singer a la tiza, el licenciado Rubén Cucutzzo señaló que cuando aparecieron las fábricas más industrializadas en el país, las empleadas textiles o mujeres que cosían por cuenta propia quedaron relegadas y se volcaron a la docencia. En un trabajo hecho por Graciela Art Morgade para Flacso, ¿Quiénes fueron las primeras maestras?, se señala a su vez cómo el discurso hegemónico apoyó la formación de mujeres-educadoras: las mujeres “naturalmente” moralizaban a la sociedad y eran consideradas ellas mismas menores e infantiles; eran trabajadoras baratas en un contexto de desatención de la educación pública; y dado que presionaban por más espacio público, la escuela, al ser un ámbito altamente controlado, formalizado y protegido, no amenazaba su moralidad.
El 28 de mayo –en recuerdo de Rosario Vera Peñalozza, una de las primeras maestras jardineras del país– de 2003, la Dirección de Educación Inicial pretende inaugurar la segunda y última etapa de esta historia: desde el ‘55 hasta la actualidad. Seguramente invocarán una vez más la prosa agitadora y veraz de Eduardo Galeano: “La memoria despierta es contradictoria, como nosotros; nunca está quieta y como nosotros cambia. No nació para ancla. Tiene más bien vocación de catapulta. Quiere ser puerto de partida, no de llegada. Ella no reniega de la nostalgia; pero prefiere la esperanza, su peligro, su intemperie.”

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