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Viernes, 5 de julio de 2002
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FOTOGRAFIA

El ojo en la urbe







En la Fundación Proa
puede verse hasta fines de agosto la muestra "Iconos
metropolitanos"
, donde miradas de artistas residentes en Nueva
York convierten a los espacios urbanos en sitios entre kitsch y temibles.

Por Soledad Vallejos
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1 - Nancy Davenport: "747", de la serie "Los departamentos". 2 - Vanessa Beecroft: fotografía de la performance"VB 45". 3 - Doug Hall: "Azul salvaje Yokohama, Japón".
Gran ciudad entre grandes ciudades, la sola mención de Nueva York suele venir acompañada de palabras como "multiculturalismo", "diversidad", "todo el tiempo". Y es que, en esa vaga noción de la gran manzana como todas las ciudades posibles en una (un aleph, digamos), hay espacio para todo, inclusive miradas tan disímiles como las que la Fundación Proa (Pedro de Mendoza 1929) expone hasta fines de agosto con el título "Iconos metropolitanos". Núcleo Nueva York de la Bienal de San Pablo de este año, el conjunto de obras tiene como denominador común que todos sus hacedores eligen (o eligieron) vivir como newyorkers alguna vez, respiraron ese aire cuando todavía no estaba cargado del dolor y la paranoia que sembró el 11 de setiembre, caminaron por sus calles y vieron sus atardeceres. De alguna manera (de todas las maneras), esa experiencia ha de haberlos marcado en su obra, claro que el asunto es cómo. Porque los registros varían diametralmente, las intenciones también.
Apenas traspasar la puerta de Proa, una serie de gigantes rubias, pura plasticidad expresiva lejana y pura cercanía vacía, dan una idea de las performances con mujeres que suele organizar la italiana Vanessa Beecroft. Antes, dice su currículum, ella pintaba, pero un buen día percibió que "las mujeres eran un fuerte material visual, y dejé de pintar". Se concentró en trabajos simultáneos y multidimensionales, es decir: la performance como obra, pero también sus registros fotográficos y en video como obras autónomas. En Buenos Aires, no se ha podido contar con su presencia, pero, a cambio, están los dos registros (el video y las imágenes fotográficas) de "VB45", una performance realizada el año pasado en Viena. Las fotos, decíamos, muestran chicas rubias, tan impecables como irreales, prácticamente desnudas a excepción de un detalle: las botas altísimas, mucho más allá de la rodilla. En el mundo fashion que Vanessa suele cuestionar, los tacos, aún (más) como única distancia de la desnudez, son poder en estado puro, y no "desnudez o pureza natural". Como sea que lo tomen los espectadores ("no sé si esto creará respeto o no"), "quizá después de que lo vean veinte veces puedan empezar a pensar de modo diferente. No estoy segura. Es un experimento".
Nancy Davenport es una canadiense con la estrella necesaria como para inaugurar una muestra de "imágenes sobre el peligro y el fracaso de las ideologías rígidas, el desgaste de los modelos contestatarios del siglo XX y los conflictos entre idealismo político, individuos e instituciones" el 6 de setiembre del año pasado... en Nueva York. Hablando mal y pronto: justo cinco días antes del atentado a las Torres, la chica colgó "Los departamentos", una serie de fotos intervenidas (trucadas mediante fotomontajes digitales) que hablaban de atentados en plena ciudad, de un terrorista apuntándole a un avión desde el balcón de un edificio asépticamente modernista, de nubes de humo provocadas por una bomba. Y lo que nació para ser "evidentemente" falso, irónico e hipercrítico de la política de los años 70 terminó siendo interpretado como hiperrealismo.
Lucinda Devlin prefiere concentrar su objetivo en espacios interiores de uso público que se convierten en privados de a ratitos: habitaciones de hoteles alojamiento, camas solares, discotecas. Y logra imágenes lisérgicas, con colores a punto de estallar, de lugares que, asegura, ella no modifica ni un poquito. Lucinda viene, en realidad, trabajando desde hace más de diez años en la serie "Territorios de placer", e inclusive estaba dedicándose a este proyecto cuando hizo un alto para registrar "Omega suites", el ensayo en que retrató los métodos de sanción y ejecución de criminales en distintos estados norteamericanos. Colgadas de las paredes de una habitación pequeñita, íntima, el desborde de ambientes temáticos delirantes (la cueva prehistórica, el iglú, el recoveco submarino) de esas fotos dice unas cuantas cosas sobre el ocio urbano. Y, a decir verdad, son un poco terribles.
Ya pasaron diez años desde que Doug Hall comenzó a retratar la arquitectura y los espacios de Europa, Estados Unidos y Asia con una cámara de gran formato, cosa de lograr un registro más amplio de la "realidad objetiva". Las imágenes que fue encontrando en su paso por Japón son, cuanto menos, inquietantes: cualquier afán iluminista de triunfo sobre la naturaleza se queda corto ante, por citar una obra al azar, "Shinjuku Sur Atardecer temprano", la entrada de un shopping digno de oscuras fantasías futuristas. La desigualdad inmensa entre el pequeño mercado tradicional con vendedores aún más tradicionales y la ciudad, apenas lejana, demasiado visible, desmienten la burda idea de que allí todo es tecnología y buen pasar. Porque sí, están los que disfrutan de un día ocioso seguro en la playa artificial (piso de plástico, olas simuladas, ¡reposeras numeradas y en hilera, como en el teatro!), pero también los que viven en chozas que flotan sobre balsas por ríos poco elegantes.
Shirin Neshat (de quien puede verse un video) nació en Irán, creció bajo las pautas occidentalizadas de un país gobernado por el Sha, y la Revolución Islámica le impidió volver de Estados Unidos con su grado en arte. Volvió a pisar su lugar natal en 1990, a los 32 años, y se encontró con un mundo diferente, con sonidos de murmullos y rostros velados por telas monocromáticas. Así fue como comenzó a hacer videos para narrar historias personales de una iraní exiliada en Irán, aunque su filmación sea en Turquía o Marruecos. "Soy una artista y no una activista", dice para ahorrarse complicaciones, pero es de sospechar que tanta ingenuidad sea otro gesto de su enfoque "simple, conciso, poético, minimalista y poderoso como crítica a la sociedad... sin reclamar estar haciéndolo".

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