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Viernes, 13 de octubre de 2006
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entrevista

sex spa

“Buenos Aires está en alza”, dice la antropóloga argentina Adriana Piscitelli –investigadora de la Universidad de Campinas, Brasil– refiriéndose a la categoría de la capital argentina que imponen los usuarios del turismo sexual. Varones jóvenes que no quieren sexo con prostitutas sino con chicas lindas a las que seducir y en algún caso casarse, sobre todo si la señorita en cuestión no reniega de los roles domésticos tradicionales.

Por Sandra Chaher
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En este momento Buenos Aires está en alta para el turismo sexual. Acá los varones acceden a mujeres profesionales, de 30 años aproximadamente (lo que estos turistas denominan ‘viejas’), difíciles de abordar, y con características fenotípicas europeas, parecidas a las de las mujeres a las que están acostumbrados en sus países, pero con el agregado de que ellos creen que son mujeres de sangre latina. De hecho las llaman eurolatin pussies (conchas eurolatinas).” La descripción que hace la antropóloga argentina radicada en Brasil, Adriana Piscitelli, es la de un ambiente poco explorado y difundido entre los que rodean el negocio del sexo, la prostitución y muchísimas otras variantes menos encasillables vinculadas a lo que se llama sexo transaccional: cuando mujeres y varones tienen relaciones a cambio de algo que no necesariamente es dinero.

Piscitelli vive, enseña e investiga en la Universidad de Campinas, Brasil, y estuvo en Buenos Aires invitada por la Facultad de Filosofía y Letras, dando un seminario sobre Género en el mercado del sexo.

Su área de investigación es el turismo sexual, y las formas de acceder a él son varias. Por un lado, Piscitelli investigó los sitios web dedicados al tema, analizando los mensajes entre los usuarios y decodificando tendencias, estilos, formas y preferencias del “negocio”. Por otra parte, realizó investigaciones presenciales con mujeres brasileras que emigraron a Italia y España a través de este tipo de comercio, con disímiles resultados y modalidades.

Los varones usuarios

“El turismo sexual tiene su propia lógica, que es diferente a la de la prostitución o la trata de personas. Hay toda una línea de interpretación que vincula migraciones y turismo sexual con trata, sobre todo para explotación sexual, pero esto no es así. Los turistas sexuales, mayoritariamente varones —todavía no hay suficientes investigaciones sobre las mujeres que hacen este tipo de experiencias, con lo cual no se puede hablar de diferencias de género—, viajan tres o cuatro veces al año; los lugares son elegidos por una mezcla de pobreza y atractivo sexual de sus mujeres y tienen que ser novedosos, no vinculados al turismo sexual habitual, como Filipinas, Tailandia o el Caribe. La forma de conectarse entre ellos, pasarse información e ir marcando tendencias, es a través de los sitios web sobre el tema. Son sitios cerrados a los que hay que suscribirse, y que están divididos por continentes, países y líneas de conversación o mensajes. Yo digo, por ejemplo, que estuve en Asunción, Paraguay, y cuento qué me parecieron las mujeres de allí, y otro me contesta, y así son los mismos usuarios quienes van marcando tendencia.”

¿Qué constantes advertís en este intercambio de mensajes?

–Quieren lugares con pocos gringos, poca gente como ellos. Y no quieren sexo con prostitutas. Europa y sus burdeles no tienen gracia, aunque estén llenos de latinas. En general son hard, pero no son todos iguales. Muchos buscan novias o amantes en el extranjero, relaciones afectivas en las que reiteren estilos de feminidad más tradicionales. En una investigación que yo hice con 15 mujeres del nordeste de Brasil, de Fortaleza, 14 se casaron con estos hombres que conocieron en Brasil, italianos de Milán o cercanías. Florianópolis o Curitiba no son buenos lugares, porque ahí hay mujeres más europeizadas que se deslumbran menos con los extranjeros.

¿Cómo hacen el contacto con las mujeres?

–Se conocen en diferentes ámbitos. Algunas cobran por sexo pero no en espacios formalizados, y no están vestidas como prostitutas. Van a los boliches donde puedan estar los extranjeros con la intención de “sacarles algo”, pero no necesariamente plata. Otras de las 15 que yo entrevisté de Fortaleza trabajaban en sectores turísticos y andaban detrás de extranjeros para viajar o recibir regalos. Esto es lo que se llama sexo transaccional: obtener algún beneficio del sexo pero no necesariamente plata. En Brasil es habitual la figura del viejo que las ayuda, que les pone casa y las mantiene a cambio de sexo. Esto no es parte de la industria del sexo pero está extremadamente difundido en América latina. Lo que pasa en muchos países es que estas chicas cambian al viejo que ayuda por jóvenes extranjeros.

¿Qué pasó con las brasileras que se casaron con italianos?

–Sólo a una no le fue bien: él no quiso seguir de novio y ella terminó ejerciendo la prostitución de forma autónoma en Italia. El resto se casó y dos tuvieron hijos. Yo empecé la investigación en 1999 y en 2004 viajé a Milán. Todos pasaron por el mismo proceso: ellos las “educaron”, ellas les reventaron la tarjeta de crédito hasta darse cuenta de que no hacía falta explotarlos para lograr el proyecto económico al que aspiraban –mejorar su status, comprarse una casa propia en Brasil, mejorar la vida de sus familias–. Y aunque no se enamoraron desarrollaron cariño y respeto hacia estos maridos. Y si bien ellos las legitiman, ellas no la pasan bien en lo cotidiano, hay mucha resistencia de la sociedad. Sus maridos y las familias de ellos las aceptan, pero el resto no. Hay que tener en cuenta que ellos son del sur, hijos de migrantes dentro de la misma Italia, es decir, sin tanto valor en el mercado matrimonial del Norte. Son hombres jóvenes, todos de menos de 40, con una inserción social media en Italia pero un alto nivel de consumo, y son técnicos, no profesionales.

¿Y las que migraron a España?

–Fueron 15 mujeres de todo Brasil que fueron a España por cuenta propia: en general invitadas por amigas y dos a través de agencias financiadoras. Todas están ejerciendo la prostitución.

La imagen habitual en este momento de la prostitución de mujeres latinas en Europa es sin embargo la de la explotación sexual y las redes de tratantes y traficantes que las someten, les quitan la documentación, las obligan a trabajar.

–Se habla mucho de redes, pero menos del diez por ciento de las mujeres y las travestis de todo el mundo están en manos de redes. En Brasil lo que más abunda son redes informales de prostitución, de familiares o amigos. Y la mayoría de las mujeres migrantes de América del Sur van a Europa para trabajar en el servicio doméstico. Pero como el tema que más se visibiliza es el de la explotación sexual, porque es el que los gobiernos pueden sancionar, no se discuten otras formas de esclavitud o de migración como la laboral. Lo que sucede es que desde las organizaciones feministas, y los organismos europeos e internacionales, se presume que todo lo que viene del sur es coactivo, porque son países pobres donde la gente emigraría para sobrevivir.

¿Cómo son las mujeres como usuarias del turismo sexual?

–Yo no hice ninguna investigación, y de hecho hay pocas. Pero se sabe que en el Caribe –Barbados, Jamaica, Cuba– hay muchas alemanas, canadienses, norteamericanas, de 20 a 60 años, que viajan con el objetivo de tener experiencias sexuales. Los elegidos son chicos jóvenes, de 20 a 35 años. Ellas suelen ser solteras o divorciadas, viajan solas y no es habitual que se los quieran llevar a sus países, como los varones. Es más bien una aventura. Algunas quieren varones diferentes todos los días, y otras vuelven en diferentes viajes a ver al mismo. Los varones que establecen vínculos más duraderos son los mejor posicionados para conseguir que les giren dinero, y las que mandan plata son en general las más grandes. Esto sí es prostitución camuflada.

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