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Viernes, 27 de octubre de 2006
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Sociedad

La puerta entreabierta

Este año, entre seis galardonadas, el Premio Nacional Mujeres Destacadas de la Salud reconoció a dos mujeres que vienen trabajando desde hace tiempo por temas de salud reproductiva y la despenalización del aborto. Marta Alanis, de Católicas por el Derecho a Decidir, y Juliana Marino, diputada nacional, dan su interpretación de qué se premió cuando se las premió.

Por Soledad Vallejos
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Hecho el texto, suele pasar que llega la interpretación más o menos antojadiza con consecuencias ídem. Por ejemplo, en el caso concreto de un reconocimiento instituido por el Ministerio de Salud de la Nación, puede leerse que su objetivo es “reconocer y hacer visible el trabajo de las mujeres argentinas que contribuyen y han contribuido a la mejora de las condiciones de salud en la Argentina”. Puestos a temblar los resquemores que unas bases así pueden despertar, todas las suspicacias se esfuman en un segundo cuando una de las Mujeres Destacadas de la Salud 2006 recibe su reconocimiento y dice algo como que en ese momento no puede sino pensar “en las mujeres de Formosa, por ejemplo, en que al saber que a mí me premiaban por mi lucha por la salud sexual, la salud reproductiva, la no discriminación, la participación en la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, al saber todo eso, esas mujeres se van a sentir más empoderadas”. O que otra, a su turno, vuelva a declararse a favor de la despenalización y la legalización del aborto. O que una tercera agradezca “al movimiento de mujeres, porque en el marco de la crisis de los partidos políticos es el ámbito en donde pude seguir discutiendo ideas y categorías nuevas”, antes de agregar que el gesto del premio es afirmar que “para que haya salud no tiene que haber ni secreto ni clandestinidad ni intereses por sobre el interés de las personas”. Y es que eso fue, ni más ni menos, lo que pasó esta semana, cuando el responsable de Salud a nivel nacional, Ginés González García, y la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, entregaron por tercera vez el Premio Nacional a las Mujeres Destacadas de la Salud, un reconocimiento en el que dos de las seis premiadas están claramente vinculadas con el movimiento de mujeres y el trabajo desde una perspectiva de género: la presidenta de Católicas por el Derecho a Decidir Marta Alanis en la Categoría Social y la diputada nacional Juliana Marino en la Categoría Política (la lista se completó con Fanny Mandelbaum en la Categoría Comunicación, Liliana Grinfeld en la Categoría Científica, Graciela Serfaty en la Categoría Sanitaria y Juliana Di Tullio como Mujer Joven, además del reconocimiento a la trayectoria otorgado a Rita Regueiro, pionera en asumir la Dirección de un hospital público).

“Nadie podrá decir que nosotros estamos buscando votos de cara a una elección: lo que estamos buscando es generar más energía social para que todos juntos resolvamos los muchos temas que tenemos, y para que también todos juntos entendamos que estamos creando un futuro y que la salud es parte de ese futuro.” Eso declaró González García durante el acto que coronó la selección (a cargo de representantes de la Comisión Nacional de Investigación en Salud, el Consejo Nacional de la Mujer, el Cedes, la Organización Panamericana de la Salud, el Ministerio de Salud y el periodismo) de entre más de 200 mujeres de todo el país (100 de ellas viven en el interior) postuladas por ONG, empresas privadas o instituciones del sector público como merecedoras de una distinción.

Marta Alanis está más que gratamente sorprendida. Apenas pasaron unas horas desde que recibió su premio y dice: “Me estuvieron acompañando las compañeras de la campaña nacional, compañeras de Católicas por el Derecho a Decidir, que estuvieron durante la ceremonia de los premios con un gran cartel que decía ‘por el aborto legal, seguro y gratuito’. Eso es inédito”. Recibió el premio de manos de Mabel Bianco, de la Fundación para el Estudio e Investigación de la Mujer (ella lo recibió el año pasado, y FEIM había presentado la candidatura de Alanis), quien destacó su trabajo en sexualidad, salud reproductiva, anticoncepción para evitar el aborto y aborto legal para evitar muertes. Desde el Ministerio de Salud, además, se recordó que “su organización participó como terceros coadyuvantes en defensa del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable cuando hubo un intento de inhibirlo en todo el país por un grupo conservador de Córdoba”.

¿Qué se premió con el premio que recibió?

–Creo que, entre otras cosas, este premio significa dar más apertura al tema del aborto, y que por eso mismo es un gesto de valentía: en mi persona se está premiando una posición en una controversia fuerte. Nosotras, desde CDD, públicamente disentimos con lo que la jerarquía eclesiástica plantea en materia de moral sexual. Hacemos explícita nuestra disidencia ante esa postura que no está en el dogma, no es una cuestión de fe ni de razón de ser de la iglesia la posición sexofóbica y de repudio a las mujeres. Tenemos muchas diferencias con este modelo jerárquico de iglesia donde sólo participan los hombres. La jerarquía católica y el Vaticano vienen insistiendo en una moral sexual, en la familia heterosexual, la unión monógama para toda la vida, el rechazo al aborto y la unión de parejas del mismo sexo; lo hacen con virulencia, como si allí radicaran los problemas de la humanidad. Pero la vida privada es de cada uno, los problemas inmensos de la humanidad son otros, de ninguna manera lo es el que las mujeres puedan decidir si tener hijos y cuántos tener, algo que está consagrado en nuestra Constitución nacional. ¿Cómo una cúpula eclesial se va a meter en la vida privada de las personas? Por todas estas posiciones, que desde CDD venimos asumiendo de manera pública, creo que el premio fue un aliento a una perspectiva liberadora de la sexualidad humana, y a que tengamos realmente la posibilidad de una educación sexual desde temprana edad, con esta perspectiva liberadora también. Creo que también tiene el sentido de decir que el consenso está de nuestro lado, que los sectores conservadores no tienen consenso en estos temas.

En los tres años que lleva como diputada nacional (antes, fue legisladora porteña durante 10 años), Juliana Marino ha trabajado en más de un proyecto relacionado con demandas del movimiento de mujeres. Los consensos que permitieron las sanciones de la ley de ligadura tubaria y vasectomía y la ley de educación sexual en las escuelas la encontraron como una de las responsables. Su firma, además, también apareció en proyectos como el que planteaba la necesidad de crear un “régimen para el procedimiento en casos de aborto no punible”, el reclamo por la aprobación del Protocolo Facultativo de la Cedaw, el que reclamó una resolución para permitir que los hospitales públicos realizaran abortos no punibles. Candidateada para el premio por Virginia Franganillo, titular de la Dirección General de la Mujer de la Ciudad de Buenos Aires, Marino –como Alanis– también habla de valentía y apoyo en debates en cierne.

–En el premio que recibí yo, me parece que se premió un compromiso político con temas de la salud que no ve solamente los conceptos de salud y enfermedad, sino a la salud como algo que pone en juego todas las dimensiones de la persona. Cuando lo recibí, dije que el de la salud es uno de los campos donde se están desarrollando los debates más apasionantes, que plantean principios filosóficos, bioéticos, cuestiones sobre la neutralidad o no de la ciencia, sobre el buen nacer o el buen morir o todo lo contrario. Eso tiene que ver con todos los temas que traté estos años, no yo sola, y que permitieron que este año, por ejemplo, pudiéramos lograr leyes de educación sexual y también de ligadura tubaria y vasectomía. Esos fueron logros largamente esperados. Y además, el premio fue valiente: tanto Marta Alanis como yo estamos muy vinculadas con la lucha por la despenalización del aborto. Ha sido un respaldo muy importante, demuestra afinidad política en temas que hay que desobturar, que estaban clausurados.

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