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Viernes, 26 de enero de 2007
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Violencia

Tan comun como la ausencia

Una niña desapareció hace casi dos meses de su casa. La carátula del expediente que se abrió en la Unidad Fiscalde San Martín que investiga su ausencia es “sustracción de menor”. En este tiempo, la familia fue convocada para reconocer otros cuerpos de niñas como la suya, asesinadas o violadas. Sin embargo, ni siquiera esas suertes paralelas convierten la búsqueda de Milagros en un tema urgente que merezca suspender la feria judicial.

Por Roxana Sandá

Milagros tiene apenas 5 años y unos ojos curiosos que, dicen sus tías, parecen tragarse cada fragmento del pequeño universo que comparte con otros ocho hermanos, su madre, Patricia Quiroz, y su padre, Sergio Cordero. La vivienda precaria de Barrio Los Patos y Bolivia, en Tortuguitas, no da respiro desde hace tiempo, sobre todo por el aire que se corta en ese único pasillo estrecho que la barriada tiene por todo ingreso y salida, una desembocadura que en diciembre se tragó a Milagros en las narices de la vecindad.

Hasta hoy, su paradero es un misterio para la Unidad Fiscal de Instrucción Nº 2 de San Martín, que conduce Graciela López Pereyra; para la comisaría de la zona, que agota recursos en cada allanamiento infructuoso, y para la familia de Milagros, preocupada porque el único imputado en la causa, Ariel Armando Alonso, está libre, pese a que al menos dos testigos declararon haberlo visto alejarse del barrio con la niña el atardecer del 2 de diciembre, mientras ésta le pedía diez centavos y él la invitaba a acompañarlo. “Vení, vamos a comprar que te doy”, declaró haber escuchado la única vecina que se cruzó con Milagros y el hombre enfundado en una camiseta de Boca. La mujer volvió a reparar en él a los pocos días, cuando los vecinos decidieron cortar las vías próximas a la estación Tierras Altas, del ex ferrocarril Belgrano, y la protesta era televisada en los noticieros del mediodía. Alonso era uno más de los manifestantes: el hombre al que todos reconocieron como cartonero de la zona, vecino de “unas doce cuadras más adentro” y siempre girando en su bicicleta.

Por esos misterios de la Justicia argentina, Milagros sigue desaparecida, buscada a través de un expediente que caratula su ausencia como “sustracción de menor”, y su posible captor, si bien continúa imputado, zafó de la prisión preventiva que le impuso la fiscal Pereyra y de la que lo liberara el juez Fernández Gannon, bajo el argumento de la falta de elementos. “Que haya sido la última persona que estuvo con la niña –estima el magistrado– no implica que él la haya sustraído.”

Con la misma curiosidad jurídica respondió la Cámara de Casación al recurso de apelación de la fiscal Pereyra contra la medida dispuesta por el juez. Los titulares de la Sala II, Martín Gerardo Moreno, Juan Alberto Iacaruso y María Susana Petris consideraron que el secuestro de Milagros Cordero no es “tema urgente” en la feria judicial. A su entender, “no reúne los requisitos de urgencia”, por tanto “no corresponde la habilitación” de la feria judicial. “Traducido: no lo consideran importante”, resumió una fuente cercana a la investigación.

Infancia interrumpida

“¿A quién le importa la desaparición de una niña pobre?”, se pregunta su tía, Edith Míguez, empeñada en que sus nueve sobrinos aprendan a leer y a escribir las letras que ella les enseña todos los martes, aunque esa traza a pavimento y barro del kilómetro 38 que esconde el barrio tres cuadras adentro pretenda espantarle el paso. “Todo pasa rápido porque creo que a muy pocos les interesa, y eso me inquieta. Fui de visita una tarde, y mi sobrina ya no estaba. Nadie supo cómo sucedió; ni sus hermanos mayores, ni su padre, que en ese momento estaba haciendo trabajos en casa de un pariente, ni su madre. Pero lo peor es esa sensación de que la Justicia no pueda hacer nada para encontrarla porque, precisamente, que a una nena carenciada se la hayan llevado para explotar o mendigar no es importante”.

Entre los cartoneros de ese barrio que se repite por cientos en el partido de Malvinas Argentinas, donde la mayoría de su población vive bajo la línea de pobreza, se habla de una gitana “que recluta chicos y chicas para mendigar en la Capital”, relata Edith acerca de un rumor que sonó fuerte en los oídos de Patricia y de su hermana Estela Quiroz, la otra tía que cada mañana golpea puertas en busca de respuesta. “Pegamos su foto con un número de teléfono por todos lados y empezamos a recibir llamados de gente que nos aseguró verla mendigando con otros chicos por Villa Devoto. Pero cuando íbamos, no quedaba nadie.”

El secuestro de Milagros abrió el hallazgo de nuevos horrores que desequilibran a su madre cada vez que debe presentarse a hacer un reconocimiento de cuerpo. “Apareció el cadáver carbonizado de una nena de 10 años en un descampado, y el de otra nena que había sido violada y asesinada –recuerda Patricia–. Hace un tiempo, a ocho cuadras de la casa de Milagros, desapareció un pibe, Kevin, y nunca fue encontrado. Nos dicen que se llevan chicos para mendigar como quien toma un vaso de agua, pero nosotras no podemos quedarnos con eso y volver a nuestras casas a encerrarnos.”

Algunas organizaciones políticas y otras no gubernamentales, como Red Solidaria y Missing Children, se sumaron a la búsqueda. Milagros pasó a ocupar una lista de 261 chicos perdidos que registra esa ONG. Coinciden sus tías Edith y Estela en el miedo de que a aquellos ojos asombrados se les esté escurriendo ese territorio de infancia que conservaban furiosos. Temen, confiesan, que la Justicia no esté privilegiando el requisito básico de la pequeña: su vida.

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