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Viernes, 25 de mayo de 2007
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VIOLENCIAS

Una chica como tú

Entender que la violencia de género es una problemática transversal que no reconoce clases sociales o incluso recursos culturales es, tal vez, lo más difícil de digerir. Porque cualquiera puede quedar entrampada en esa red que se teje con culpas, falso romance y sumisión. Según la jueza Montserrat Comas, eso es lo que se ha hecho visible en su país, España, después de dos años de vigencia de una ley específica.

Por Gimena Fuertes
Foto: Ana Dángelo

El registro de la violencia de género, desde su forma más sutil hasta la que termina en asesinato, crece año a año en los expedientes judiciales en España. Los jueces todavía no saben si es porque los crímenes aumentan o lo que aumentan son las denuncias. Lo que sí comprobaron es que las políticas institucionales y la difusión en los medios de comunicación de este problema genera que las víctimas identifiquen el origen de su sufrimiento, denuncien más y tengan un mayor interés en conseguir protección estatal.

Montserrat Comas, vocal del Consejo General del Poder Judicial de España y presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, asegura que en su país, desde que se instauró la Ley Integral contra la Violencia de Género a principios de 2005, 26 mil mujeres por año han denunciado y logrado alguna medida cautelar de protección. “Hoy, el recuento de cifras mortales de toda Europa es más abundante que hace 15 o 20 años. Aunque no hay ningún estudio que demuestre que ahora haya más violencia de género, ahora se lo conoce mejor”, sostiene esta reconocida magistrada que participó en Buenos Aires la semana pasada del Tercer Seminario sobre Derechos Humanos para Defensores Oficiales, organizado por la Defensoría General de la Nación y la Agencia Española para la Cooperación Internacional, cuyo tema central fue “Derechos Humanos y problemática de género”.

¿Cuál fue el detonante para tantos cambios en las políticas de género?

—El asesinato de mujeres supone la segunda causa violenta dolosa, intencionada, de muertes en nuestro país después del terrorismo. En los seis últimos años, de 2001 a 2006, ya van 414 mujeres que han muerto en el ámbito familiar, 344 han muerto en el marco de la pareja o ex pareja, lo que viene a suponer una media de 59 mujeres por año. Esta específica relación sentimental, de pareja o ex pareja, contradictoriamente es un ámbito que en principio nace por amor, y con los años para muchas mujeres se transforma en un lugar de terror, donde sufren dolor por actos violentos. Eso explica que en mi país se haya aprobado recientemente la Ley Integral contra la Violencia de Género por unanimidad en el Parlamento. Se quiso dar este paso a favor de combatir específicamente lo que constituye la auténtica lacra social no sólo en España sino también a nivel universal, en todas las sociedades tanto de nuestro entorno europeo como las sociedades vuestras de América.

¿Por qué si hay más conciencia sobre la problemática de la violencia contra las mujeres también hay más muertes?

—Durante décadas se ha creído en la supuesta superioridad del hombre sobre la mujer y se ha construido una sociedad con modelos de desigualdad y con creencias de que las mujeres tenemos menos capacidad. Es por eso que muchos hombres han establecido relaciones de poder, de dominio, de sumisión, creen que sus parejas son suyas. Por su parte, las mujeres han ido avanzando estos últimos años a favor del derecho a su dignidad, a su libertad personal y por lo tanto al derecho de no ser amenazadas ni coaccionadas. Es entonces cuando algunas de ellas en el momento en que instan a la separación o cuando llevan un tiempo separadas y el hombre nunca lo asumió, desgraciadamente encuentran su muerte, que es el precio que muchas mujeres están pagando por su libertad. Es necesario que el Estado las pueda proteger, por tanto es importante denunciar. En España se ha avanzado mucho en medidas para potenciar que estas mujeres cuando deciden separarse, y más cuando es por razones de violencia, además hagan la denuncia penal, así las instituciones desde los poderes públicos, como la policía, los fiscales y los jueces, podemos arbitrar medidas de protección hacia ellas.

Si comparamos la realidad europea y la de América latina, ¿los problemas económicos agudizan los problemas de opresión de género?

—Todos los estudios que se han hecho por parte de los organismos internacionales muestran una constante y es que la violencia de género no tiene frontera de edad, ni cultural, ni geográfica, ni de territorio. Es verdad que se expresa con más contundencia en los sectores más vulnerables de la sociedad, seguramente porque no tienen otros recursos para poder resolver los conflictos. Pero también hay que decir, y nuestra realidad lo demuestra, que en las sociedades donde ya hemos arbitrado muchas medidas para que aflore la visibilidad de la violencia de género se produce violencia en todas las clases sociales y en todos los ambientes culturales. Incluso hay mujeres de ambientes culturales altos que prefieren callarlo para que no se sepa por razones de vergüenza.

Pero de algún modo la independencia económica es fundamental para cortar vínculos violentos.

—Tenemos la absoluta seguridad de que éste es un problema multidisciplinario, que se puede resolver de la mano de soluciones de muchas administraciones públicas. No lo resolveremos sólo con el código penal, la policía, los jueces, que son importantes cuando se ha cometido el delito. En esta ley integral se concentran por primera vez en España, en un único texto legal, medidas del ámbito educativo que obligan a cambiar todos los textos escolares para adaptarlos a los valores de la igualdad, y además nos obligan a formar a los profesores para que eduquen a las nuevas generaciones en los valores de la igualdad real entre hombres y mujeres. Además también se arbitran medidas contra la publicidad sexista y vejatoria contra la mujer, que ayuda a mantener roles sociales en los que muchas veces las mujeres siguen estando en situación de inferioridad. Y además también se prevén medidas de tipo social, ayudas económicas para aquellas mujeres que no tienen fuentes de ingresos propios, lo que les impediría separarse. Reciben del Estado una prestación mientras se las forma profesionalmente con el objetivo de que puedan tener un trabajo, y de esta manera se les ayuda a que luego de la separación puedan vivir por sí mismas. También damos mucha importancia en esta ley a lo que es la recuperación psicológica de las víctimas ofreciéndoles ayuda terapéutica a aquellas mujeres que han perdido la autoestima cuando han sido objeto de violencia de forma habitual o reiterada. Las dependencias emocionales explican por qué hay mujeres que vienen, van, retroceden, y les dan una nueva oportunidad a los maltratadores. Normalmente el agresor le pide a ella que retire la denuncia, que recapacite, que va a cambiar, y hay mujeres que les dan una nueva oportunidad cuando todavía los sentimientos no se han roto. A estas mujeres hay que ayudarlas para que puedan decidir con libertad, sin dependencias emocionales. Las dependencias emocionales y económicas son las que más explican por qué se tarda una media de cuatro a cinco a años por parte de las mujeres en denunciar. Es el único delito en el que se trata de denunciar a quien es tu marido, tu compañero sentimental, el padre de tus hijos, la persona a la que te has unido por amor.

Según los casos que llegan a la Justicia, ¿es posible averiguar cuáles son las causas que pueden funcionar como factores que precipitan a los hombres a la violencia de género?

—Hemos analizado muy rigurosamente un seguimiento en España de las sentencias dictadas por los tribunales en casos de homicidio y asesinato en los últimos cinco años y nos hemos encontrado con que de cada cien sentencias, en sólo 17 se le ha reconocido al matador algún tipo de atenuante por patología mental o por una dependencia relacionada con el alcohol o la droga. Esto desarma el mito social de que los hombres que matan lo hacen porque están locos o porque son alcohólicos. Todo el resto son hombres que han planificado el homicidio de su mujer sabiendo el mal que van a causar y asumiendo las consecuencias. Las causas de la violencia de género tienen que ver con la historia, con la cultura, y con que las relaciones familiares han sido patriarcales durante muchos años.

Las otras formas de violencia, las que no acaban en asesinato, como la violencia psicológica o económica, ¿cómo se identifican y se combaten desde las instituciones?

—En España los juzgados de violencia sobre la mujer nacieron en junio de 2005, a raíz de la aprobación de la ley integral. Son juzgados especializados para que los jueces, los funcionarios, los secretarios judiciales puedan dar una respuesta más especializada, mejor y más eficaz hacia las víctimas de la violencia de género. El año pasado se tramitaron 80 mil procedimientos de actos violentos en el ámbito de la pareja que no acabaron con la muerte, sino que son actos que violan derechos humanos, como el derecho a la libertad personal, por lo tanto a no ser ni coaccionada ni maniatada, o el derecho a la integridad física para no ser agredida ni recibir vejaciones. Todos estos procedimientos indican que el problema es de mucha envergadura, y es una exigencia arbitrar las soluciones desde todos los poderes públicos.

¿Por qué eligió especializarse en derecho de género?

–Soy jueza en España desde hace 19 años. Cuando fui jueza de instrucción en la ciudad de Barcelona, e investigaba los delitos, mi primera experiencia fue hacer un levantamiento de cadáver de una mujer que había muerto descerebrada con un candelabro lanzado por su marido. Lo absurdo de aquella muerte me conmocionó, tenía el cerebro absolutamente roto y esto hizo que intentara comprender por qué sucedían estos hechos. Sabía que esto pasaba, pero era la primera vez que lo veía a nivel profesional. Entonces decidí intentar, desde mi posición de jueza, aportar un grano de arena a esta construcción que nos corresponde a tantos poderes públicos, que es erradicar la violencia de género.

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