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Viernes, 21 de septiembre de 2007
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resistencias

Historia en primera

El Movimiento de Mujeres de Córdoba decidió rescatar experiencias que de otra manera pasarían al olvido, rastrear en lo individual las huellas de lo colectivo,
de la actuación política de las mujeres en el pasado reciente. De ello nació Mujeres desde el Cordobazo hasta nuestros días, un volumen con relatos de militancias, accidentales y voluntarias, marcadas por el género.

Por Gimena Fuertes
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UNA POSTAL DEL CORDOBAZO, LA HISTORICA REVUELTA DE ESTUDIANTES Y TRABAJADORES/AS

Cuando empezás a trabajar en una fábrica, que desde afuera parece tan lindo, descubrís que te quemás los ovarios horas y horas al lado de un horno de 400 grados de calor, donde no hay delantales ni guardapolvos de amianto para cubrirte; allí se te iban todas las ilusiones del buen sueldo y juntar la platita para el casamiento.” Así empieza la historia de Susy Carranza, que hoy tiene 60 años, pero recuerda que el 29 de mayo de 1969 era activista del Sindicato del Vidrio y salió a las calles de la ciudad de Córdoba con sus compañeras de la fábrica para tirarles bolitas a los caballos de la policía, luego de enterarse de que los militares habían matado a un compañero. Marta Aguirre militaba en la Juventud Peronista y recuerda haber recorrido las calles del centro cordobés “para ver los movimientos de la policía y tratar de especular dónde se podían reagrupar los compañeros”. Marta Sagadín cuenta que el día del Cordobazo aprendió “que la angustia de la espera se amortigua cuando hay compañía, cuando hay organización preparando la resistencia”. “Descubrí también que había dirigentes que golpeaban a sus mujeres y que de eso no se hablaba, sindicalistas, compañeros militantes ocultaban prácticas violentas hacia sus mujeres, y que de eso también debíamos liberarnos”, dice esta ex militante del Partido Comunista. Todas ellas cuentan su historia en el libro Mujeres desde el Cordobazo hasta nuestros días editado por el Movimiento de Mujeres de Córdoba, que nació durante el II Encuentro Nacional de Mujeres (1987) y hoy está en plena organización para que alrededor de 20 mil mujeres puedan participar del Encuentro Nacional número XXII, que se llevará a cabo en octubre (13, 14 y 15) en esa ciudad. “En Córdoba hay un movimiento de mujeres organizado que viene trabajando desde hace años. Algunos de los hitos más importantes fueron las luchas por la Ley de Violencia de Género, que finalmente se aprobó el 8 de marzo de 2006 y que tiene como base nuestro anteproyecto; la participación en la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto; las movilizaciones por la detención del violador serial que asoló la ciudad de Córdoba; y el haber conseguido el espacio radial propio Ninguna Costilla en Radio Revés, la emisora de la Escuela de Ciencias de la Información de la Universidad Nacional de Córdoba”, explica Natalia Di Marco, integrante de la comisión organizadora del Encuentro. “Nuestra expectativa es fortalecer las luchas históricas que llevamos adelante las mujeres en nuestra provincia, como las que dieron su testimonio en el libro Mujeres... y también la voluntad de incentivar a muchas otras a cuestionarse su cotidianidad.”

En el libro, estas mujeres recopilan historias que construyen una historia colectiva. Las palabras escritas les sirven para entenderse y dar a entender esas militancias pasadas analizadas desde miradas atravesadas por experiencias actuales. Marta Sagadín era militante comunista a principio de los ’60.

“Conocer el marxismo fue el gran primer descubrimiento de mi vida. La lectura de Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin me apasionaron. Después, el 22 de noviembre de 1974 fui encarcelada y compartí con compañeras de otras organizaciones un espacio pequeño, dormíamos en el suelo o atadas a un sillón de pies y manos. Conocí mujeres maravillosas y compartíamos reflexiones, noticias, que de alguna manera se filtraban. Muchas fuimos encapuchadas y torturadas. Pude salir, y pasé toda la dictadura cambiando de casa. Los ochenta fueron significativos en mi arribo a las cuestiones vinculadas con las mujeres. Llegué a entender lo revolucionario del planteo que apunta a modificar las estructuras familiares, sociales vigentes de la puerta de casa para adentro. En los ’90 aprendí a reconocer y convivir con la diferencia, en la diversidad, el consenso, la autonomía, la lucha diaria por los derechos de las mujeres. Mi proceso fue arribar primero al feminismo y después a la perspectiva de género. El marxismo primero y el feminismo después me dieron y me dan herramientas para comprender el mundo en que vivo. Sé que no es un cristal perfecto, que la verdad absoluta no existe, pero en tejer y destejer, en armar y desarmar nuestra conciencia y nuestro accionar seguimos avanzando.”

Los testimonios repartidos en el libro siguen un repertorio común: activismos de base, dictadura, detenciones, algunos exilios, democracia, neoliberalismo y ahora, vuelta a la lucha. Susy Carranza recuerda que las compañeras que venían de la universidad “desesperadas por proletarizarse no duraban mucho porque el ritmo de la fábrica era muy duro”. “La mayoría de las mujeres de la fábrica éramos del barrio, no teníamos el secundario terminado, las expectativas estaban puestas en ese trabajo. Pero después empezás a ver que afuera hay otras cosas, otras fábricas, otras chicas que tenían los mismos problemas y tu cabeza empieza a cambiar. El Cordobazo marcó un antes y un después en la vida de esas mujeres de la fábrica de lámparas.

Decidimos por primera vez llamar a elecciones para elegir delegadas. A partir de allí empezaron a cambiar algunas cosas, después los cambios fueron más grandes. Los burócratas no permitían que las mujeres habláramos, siempre existían reivindicaciones de los hombres. Durante la dictadura empezaron a desaparecer compañeros, y me fui a Bolivia. Lo de género no lo veía desde la cosa individual de la mujer, sí de conjunto. La explotación es de ambos, no sólo para la mujer, la diferencia está en que nosotras además de ser explotadas somos oprimidas. Pero el día en que violaron a mi hija sentí que esto es cosa solamente de mujeres. Salía a luchar porque tenía experiencia de lucha, y sabía que quedarme tranquila en mi casa escondida y llorando no servía para nada. Hoy estoy en el movimiento de mujeres y si bien en la cuestión de género vamos lentito, he recuperado a compañeras que el marido ya no les va a decir qué hacer”, cuenta.

Marta Aguirre militó en la Juventud Peronista Revolucionaria en su barrio cordobés. Recuerda que el mediodía del 29 de mayo “la ciudad era distinta a la que había imaginado la represión”. “Los vecinos en las terrazas tiraban de todo a la policía, sillas, macetas. El centro estaba en llamas, la policía había perdido el control. Con la dictadura me encontré muy sola, se había diezmado mi rebaño. Después de Malvinas cuando comenzó el retroceso de la dictadura, con nuevos vecinos que tenían problemas con sus terrenos empezamos una nueva lucha. Seguí trabajando ya que el tejido social se había roto. Empecé a participar de los encuentros de mujeres. En 2004, de grande, terminé mis estudios secundarios. Muchas veces el comienzo es el final, porque el final es la única manera de comenzar.”

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