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Viernes, 21 de marzo de 2008
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Arte

Revoltosas y exhibicionistas

Entre 2003 y 2007, las integrantes del colectivo Mujeres Públicas tomaron por asalto vidrieras, vallas publicitarias, esquinas y cuanto espacio público les diera margen para su activismo artístico y político, basado en intervenciones de mensajes claros y, en ocasiones, humorísticos. Ahora, al filo de su nuevo proyecto (un libro), se dan el gusto de la retrospectiva propia.

Por Soledad Vallejos

Cruce de lo político con lo artístico. Cruce de lo artístico con lo feminista. Cruce del humor con lo opresivo. Cruce de lo público con lo privado. Demasiados cruces para un grupo sacrílego, hereje, agnóstico y ateo.” Así rezaba –disculpas– la invitación de Mujeres Públicas, el colectivo de mujeres artistas más feliz y políticamente incorrectas de los últimos años. Son cinco aunque aquí, ahora, haya tres, que no aparecerán con nombres y apellidos sino con las iniciales de sus nombres de pila, básicamente porque mantienen la identidad del colectivo a rajatabla. Cuando hablan, refieren un nosotras; cuando producen, producen como esa pequeña comunidad; cuando explican sus transformaciones, refieren constantemente el singular de su primera persona a los procesos del grupo. Recuerdan los comienzos, por 2003:

M.: –En realidad, nosotras no teníamos la menor idea de lo que estábamos haciendo, y no teníamos ni idea de que eso se iba a convertir en un trabajo tan sólido. Ni siquiera sabíamos si éramos feministas. De hecho, tuvimos un par de discusiones para ver si éramos o no feministas...

L.: –¡Todas dijimos que no!

Y porque el movimiento se demuestra andando, y el feminismo también, desde esa negación del inicio, cuanta intervención, afiche e idea nacía del grupo tuvo a bien contradecirlas: no sólo se notó en su primer afiche sino que también está claro en Mujeres Públicas muestra todo, la retrospectiva que recorre los trabajos que, entre 2003 y 2007, intervinieron espacios públicos con una estética y un discurso tan propio que llegó a ser reconocible para cercanas y profanas.

¿Cómo entrar en el espacio institucional de una galería de arte con obras concebidas desde un registro artístico de intervención política? La solución fue reponer cada una de las intervenciones en sus contextos, que tanto pueden explicar su pertinencia como reforzar la vigencia de piezas que nacen del colectivo, pero tienen vocación de pertenencia pública: por algo sus trabajos todavía pueden descargarse del sitio web (www.mujerespublicas.com.ar), para que la experiencia de la apropiación, la intervención y el apoyo de tal o cual acción se vuelva desafío. En la sala principal de la galería, aprovechando rincones, paredes inmaculadas, pequeños estantes, se distribuye la evidencia de cuatro años de trabajo: desde el primer afiche, el de las agujas de tejer con la leyenda “escarpines, abortos, todos con la misma aguja” (realizado para el 8 de marzo de 2003), hasta el espacio en que la estampita con la oración por el aborto remite a un altar (en lo que colabora la reproducción, sonora, de la oración que se pronunció en un Encuentro de Mujeres), pasando por los registros del stencil sobre la belleza y la heteronorma, la encuesta de la “Comunidad Heterosexual Argentina” (2003) y afiches ya clásicos, como el de “Mujer Colonizada” (2004) y el de “Ni grandes, ni pensadores” (2005, apropiadamente montado con dardos).

Su obra puede pensarse desde la acción política, desde el arte, pero en todos los casos son cosas que las involucran a cada una de ustedes en particular y también al colectivo que forman. ¿Qué les pasa cuando ven todos juntos los trabajos de estos años?

M.: –A mí me representa totalmente. Yo podría decir la frase hecha “no me arrepiento de nada”. Lo veo y pienso que está buenísimo, digo qué lindo, qué bien hecho... tiene que ver con la manera en que yo quiero representar.

F.: –Y a la vez es muy contundente porque sabemos que el proceso de cada trabajo llevó un tiempo. Las cosas fueron naciendo de un proceso, que básicamente era una reflexión propia de grupo, de cosas que nos pasaban a nosotras, o a gente cercana a nosotras, y creo que a partir de eso se hizo una buena conjunción. Creo que el grupo pudo conjugar distintas cosas que hicieron que pudiéramos comunicarlo de esta manera.

L.: –Ahora que podemos verlo todo junto es, por otro lado, como si esto fuera todas nuestras transformaciones hechas diálogo en reuniones semanales y cosas que llevaron a que un afiche sea un afiche y poder comunicarlo al resto de las mujeres. Es un recorrido de cosas que nos transformaron a nosotras mismas. Es una transformación personal que tiene que ver con lo grupal, cada crecimiento personal tiene que ver con el grupo. Se trata también de transformaciones, porque cada una se transformó en su discurso, en su manera de pensar, en su manera de generar las cosas. Cada una tuvo transformaciones dentro de lo grupal con cada una de las acciones, afiches, objetos. Y acá se ve todo eso junto.

En la otra sala aguarda el Museo de la Tortura, originalmente montado en el mismo espacio en 2004 (y luego en La Casa del Encuentro): máquinas de depilar, arqueador de pestañas, pastillas para adelgazar, alisador de pelo, tinturas, tampones, revistas femeninas y otra literatura pedagógica de la feminidad, una máquina de lipoaspiración... Todo el arsenal cosmético y corrector destinado a la modelización de un tipo de mujer, invisible por su naturalización y cotidianidad, pero exhibido con dos detalles fundamentales: pequeñas fichas que refieren su utilización... en pasado.

M.: –El día de la inauguración había gente que nos preguntaba por qué está escrito en pasado, y es que es como un proyecto de museo utópico: cuando las mujeres estemos en otro momento y estemos en igualdad, etc., esto se podría mostrar como aquellas aberraciones del pasado.

L.: –Y también tiene el sentido de reproducir el discurso de un museo convencional, desde un lugar antropológico, como si hablara de una cultura que no se conoce bien y se presupone de qué se trataba... Entonces en ese museo imaginan que esto era así, que tal cosa servía para tal otra...

MP salió a la calle cuando todavía sonaban los ecos de la crisis de fines de 2001, y los grupos de acción político-artística volcaban sus trabajos hacia temas sociales vinculados, básicamente, con lo económico y las desigualdades de clase.

L.: En 2003, con la explosión de un montón de cosas en la calle relacionadas con lo situacional, con el conflicto que había... y nosotras de repente saliendo con el stencil “esta belleza cosifica”... nos miraban como diciendo: “¿Qué pavada es ésa?”.

M.: –Un discurso histórico con relación a la reivindicación de los derechos de las mujeres es que hay cosas más urgentes. Pero bueno, después de todo un recorrido, nosotras ya sabemos que siempre hay cosas más urgentes, y que la historia es ir transversalizando eso, ir siempre colocando el reclamo por los derechos de las mujeres, porque siempre hay una revolución.

F.: –Dos cosas que tuvimos en cuenta: por un lado, esto de que los reclamos de las mujeres quedan secundarizados en la agenda de la lucha política, no solamente en los movimientos sociales sino también en los partidos políticos. Entonces queríamos darle el espacio que necesita. Y por otro lado, teníamos que ver qué pasaba con el movimiento feminista. Y también en cuanto a cómo comunicar.

De ahí que tomaran estrategias del marketing y la publicidad para aplicarlas a lo político.

F.: –Sí, intentamos buscarle esa vuelta.

M.: –En el momento en que nosotras empezábamos a circular por el feminismo, sentíamos que el feminismo era muy solemne, muy encerrado sobre sí mismo. Era expulsivo. Yo personalmente siento que el feminismo ha ido variando en ese sentido, se ha ampliado muchísimo, que hay otras miradas, otros grupos, una especie de fusión entre movimiento de mujeres y feminismo que entonces no estaba.

F.: –Nosotras veníamos de militar o hacer activismo en otros espacios, y de compartir experiencias con otros grupos donde no había una reflexión sobre esto. Entonces nos apasionó el encontrar un lugar propio donde poder pensar y generar cosas.

L.: –Y también hablar de qué es reunirse entre mujeres, empezar a hablar entre nosotras y escuchar como voces comunes, cómo es distinto estar en un grupo conformado sólo por mujeres o en un grupo mixto, cuando vos hablás de temáticas de lo más comunes.

L.: –Es como decir: “Yo siento este malestar, pero no se ni qué es, y de repente me encuentro con otras y lo puedo poner en palabras”. Fue entendernos.

Mujeres Públicas muestra todo está en Arcimboldo
Galería de Arte, Reconquista 761 Nº 14; lunes a viernes de 15 a 19, sábados de 15 a 20. Hasta el 10 de abril.

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