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Viernes, 3 de octubre de 2008
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Un cuerpo propio

“El hábeas corpus de las mujeres plantea una doble revolución que implica una ruptura histórica. Se trata de quitar la necesidad y dejar la libertad”, explica la historiadora y filósofa Geneviève Fraisse haciendo referencia al acceso a la anticoncepción y el aborto legal como el punto de inflexión que evitó que las mujeres estuvieran libradas a la ley de la especie. Justamente, para apoyar públicamente un proyecto de ley de despenalización del aborto que cuenta con 22 firmas de diputados y diputadas, la francesa estuvo en Buenos Aires.

Por Verónica Engler
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A comienzos del siglo pasado Virginia Woolf estimaba –en Un cuarto propio– que todavía había que esperar un siglo para que las mujeres, a la hora de escribir, dejaran de contar su propia historia, de explicarse a sí mismas, para convertirse en poetas. “Es necesario que las jovencitas se apuren para darle la razón”, bromea la filósofa e historiadora francesa Geneviève Fraisse –autora de obras fundamentales para el feminismo como La diferencia de los sexos y Musa de la razón. La democracia excluyente y la diferencia de los sexos, y también partícipe de la monumental Historia de las mujeres en Occidente, dirigida por Georges Duby y Michelle Perrot–.

Justamente, el tema del lugar de las mujeres en la creación artística y en la historia de las ideas y el conocimiento es uno de los que retoma en Desnuda está la filosofía (Ed. Leviatán), el libro que presentó la semana pasada en la Feria del Libro Social y Político que se desarrolló en Buenos Aires.

La ajetreada agenda porteña de Fraisse –que actualmente preside el Comité Científico del Instituto Emilie du Chatelet para el Desarrollo y la Difusión de Investigaciones sobre las Mujeres, el Sexo y el Género y es directora de Investigaciones del Centre Nacional de la Recherche Scientifique (equivalente a nuestro Conicet)– también incluyó una charla en el Congreso de la Nación en un acto organizado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito con el objetivo de propiciar el debate parlamentario del proyecto de ley de despenalización-legalización del aborto presentado el 28 de mayo pasado, con la firma de 22 diputados y diputadas.

Fraisse –ex diputada del Parlamento Europeo y ex delegada interministerial para los derechos de las mujeres en su país– reconoce que su vida adulta se inició con el movimiento feminista y al calor de los acontecimientos del Mayo francés. Por aquella época, en la que se encontraba enrolada en el maoísmo, comenzaron a despuntar algunos de los tópicos que motivaron sus investigaciones en torno de la historicidad como crítica de las representaciones atemporales de los sexos. Esa búsqueda la llevó a indagar y reformular conceptos como el de hábeas corpus –a partir de los derechos de contracepción y aborto– y el de consentimiento en relación con las mujeres. “La historia puede transformar una situación, permitir y aceptar la emancipación y liberación de las mujeres, pero no por ello la suerte de las mujeres está reglada: todos sabemos que la igualdad está más en el horizonte de la acción humana que en su presente mismo”, afirma.

Usted dice que la expresión “condición femenina” la pone nerviosa y que prefiere, en cambio, otra como la “suerte de las mujeres”. ¿Por qué ese nerviosismo y esa preferencia?

–Lo más importante para mí es no sólo demostrar que hay una historia de las mujeres, sino que se puede pensar la cuestión de los sexos o de los géneros como historicidad. Y la expresión “condición femenina” es un síntoma que deja siempre a las mujeres fuera de la historia. Yo no me planteo qué son o qué no son las mujeres, me planteo que las relaciones entre los sexos pertenecen a la historia y la fabrican. Por lo tanto, todo mi esfuerzo filosófico es sacar la representación de los sexos de este contexto fuera del tiempo. La palabra “suerte” abre la puerta a la historia. La suerte de las mujeres durante la guerra no es la misma que la suerte de las mujeres antes de la guerra. Pero si en cambio tomo la expresión “condición femenina”, no voy a poder decir que la condición de las mujeres en esta época era de tal manera y después era de tal otra, sino que, de alguna manera, la “condición de las mujeres” es siempre la misma.

¿Por qué se refiere al derecho a la contracepción y al aborto legal (en Francia es legal desde 1975) como el hábeas corpus de las mujeres?

–Porque la historia me dio esta expresión, son las feministas norteamericanas las que retoman esta tradición del hábeas corpus. Ese eslogan de los años ‘60, our bodies, ourselves, “nuestros cuerpos, nosotras mismas”, luego se transforma en “nuestro cuerpo nos pertenece”. Con el concepto de hábeas corpus me inscribo dentro de una tradición histórica retomada por el movimiento de mujeres. Creo que es un concepto muy justo, porque en el fondo está la cuestión de la pertenencia del cuerpo a una misma. Y es lo mismo que siento con el concepto del “consentimiento”. Es la historia la que hace surgir este concepto y es la máquina filosófica la que hace que lo pueda trabajar, lo pueda introducir. El hábeas corpus de las mujeres plantea una doble revolución que implica una ruptura histórica. La contracepción permite a las mujeres no estar sometidas a la ley de la especie. Se trata de quitar la necesidad y dejar la libertad. Antes de la contracepción nuestras madres, nuestras abuelas estaban sometidas a la ley de la especie. ¡Qué grado de sumisión! Cuando hablo de la revolución de la contracepción se trata de que yo puedo desear o no tener hijos.

¿De qué manera influye el tema del consentimiento en la cuestión de los sexos? ¿Qué implicancias tiene asumir, por ejemplo, que una mujer musulmana usa burka porque quiere o que una mujer en prostitución ejerce porque consiente?

–No sucede nada desde el punto de vista del sujeto que dice “yo consiento, es mi elección”. No entro en la cuestión de si se trata de un consentimiento verdadero o falso. Pero a partir de eso, yo planteo la pregunta: “¿Para qué mundo, para que espacio común, para qué proyecto político se consiente?” ¿Y después? Creo que se trata de colocar el tema del consentimiento en el espacio público y no como una decisión individual.

¿Cómo considera que fue utilizado el argumento del “consentimiento” en el caso de la nena de Mendoza, embarazada víctima de una violación, a quien un hospital y un juez le pusieron trabas para abortar y finalmente “decidió” proseguir con la gestación, después de recibir fuertes presiones de grupos pro vida?

–Nadie le ha preguntado la cuestión de su consentimiento en relación con la violación. No se le pregunta sobre el consentimiento respecto de tener este hijo, sino que lo que se le pide es el consentimiento a la ley de la especie. No se pregunta por su libertad sino por su sumisión a la ley de la especie. Esto muestra que esta noción de consentimiento no es el equivalente de la libertad. La noción de consentimiento es mucho más complicada que la noción de libertad. Se puede ser constreñida y forzada a consentir. Es por eso que se habla en el campo de la medicina de “consentimiento libre e informado”, porque de alguna manera se está suponiendo que hay consentimientos que no son libres.

¿Por qué usted dice que el pensamiento y la búsqueda feminista están a destiempo en relación con la historia dominante?

–Voy a tomar el ejemplo del siglo XIX. El gran argumento de los hombres para no reconocer la ciudadanía de las mujeres era decir que estaban atrasadas, ellas no eran educadas y eran de alguna manera prisioneras de las ideas de la Iglesia Católica. Por lo tanto ellas no eran libres, entonces era necesario educarlas para que pudieran devenir ciudadanas igual que los hombres. Ellas estaban atrasadas en la historia. Entonces se les pedía que se pusieran a tono respecto de ese retraso. En el siglo XIX están las teorías del pensamiento marxista que dicen: “Está en nosotros hacer la revolución. Y después, cuando la revolución haya sido hecha vamos a ocuparnos de los derechos de las mujeres” (se ríe). O sea que a las mujeres se las va a atender mañana, por eso deben ser pacientes. Pero por un lado tienen que correr para atrapar la historia y, por otra parte, tienen que esperar. Se trata toda la cuestión de la participación de las mujeres en la historia, participaron en la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial, o en las guerras de la independencia de finales de la colonización. Esas mujeres pensaron que una vez obtenida la independencia iban a tener derechos y no los obtuvieron, como por ejemplo en Argelia, en donde hay un código de familia espantoso para las mujeres.

Usted dice que en ausencia de utopías hay estrategias. ¿A qué se refiere?

–Esta es una cuestión muy importante. Yo no diría que faltan utopías, pero para mí la utopía es la radicalidad. Pero la radicalidad no produce un nuevo mundo, produce sólo la exigencia. Pero, por el contrario, ese discurso que critica la dominación debe pensar la estrategia para la emancipación, y las estrategias son múltiples. Hay algunas que eligen cambiar las leyes, mientras que otras buscan el cambio de otra manera a través del trabajo de base. Y en la medida en que las mujeres están puestas en una situación de desigualdad, incluso cuando utilizan su situación de dominadas para obtener cosas, una puede combatir en lugar de llorar.

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