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Viernes, 10 de octubre de 2008
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La otra Cándida

Por Moira Soto
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Aunque no es gallega, como aquella famosa mucama creada por la genial Niní Marshall, sino andaluza, esta Cándida que ha aterrizado recientemente en HBO Plus es casi tan ocurrente y original como su predecesora en la ficción. Porque Cándida Villar, protagonista absoluta del film Cándida (2006), se interpreta a sí misma en una suerte de relato biográfico algo dislocado, que respetando su personalidad y sus dichos extrapola en el tiempo episodios de su historia personal. Así, por ejemplo, se puede ver a esta señora achaparrada de piernas hinchadas fregando, planchando y cocinando en casa de unos marqueses chupacirios cuando, en verdad, hace más quince años que CV (hoy de 77) dejó de ser sirvienta, chacha, asistenta doméstica, para convertirse en comentarista de películas en un programa radial, con mucho suceso. Después llegaron sus memorias, que dieron pie a este film entre el humor surrealista y el desaforado melodrama, donde roba cámara que da gusto, con asombrosa naturalidad y un encanto que ya se quisieran para sí unas cuantas estrellas mediáticas mucho más jóvenes y que cumplen patrones de belleza al uso. Cándida es realmente cándida: inocente, sencilla, sin dobleces y sin malicia. Pero desopilante en su filosofía de vida, en su singular e impredecible manera de conducirse y de expresarse.

“Cuando tenía 4 años, mi padre se marchó a la revolución y no dejó aviso de regreso”, dice la verdadera Cándida nada más empezar esta opera prima de Guillermo Fesser. El director conoció de niño a esta mujer, cuando ella vino a trabajar a su casa después de que su madre (la de Fesser) la encontrara pidiendo limosna en la calle (“écheme una mano al cuello”, rogaba) porque no le alcanzaba trabajando en casas para mantener a su numerosa familia. Fesser adulto la recuerda sonriente y todoterreno, dispuesta a empapelar, pintar, hacer cortinas, lo que hiciera falta. Siempre buscando en su bolso estampitas y otras chucherías que le regalaban y ella redistribuía. Había venido de su pueblo natal, Martos, donde empezó a trabajar a los seis en tareas domésticas. “Si habré pasado frío que estaba deseando que llegara el verano para pasar solamente hambre”, memora en la película y enseguida expresa su deseo de que incineren al morir: “Que me entierren en llamas, quisiera irme al cielo calentita como las castañas..” Algunas damas catequistas del pueblo se apiadaron de la chica y la mandaron “a servir directamente a las monjas”. Estuvo en el convento hasta los 16 y al salir quedó embarazada de un hombre que le prometió casamiento y no cumplió. El tipo era casado con hijos y –tiempo de la dictadura de Franco– ella estuvo un tiempo en la cárcel por la Ley de Vagos. Al quedar en libertad, aceptó al primero que le propuso matrimonio, tuvo 8 hijos (2 se murieron) sin dejar de trabajar. Ya se había mudado a Madrid y vivía en el barrio de San Blas cuando la progenitora de Fesser en vez de limosna le ofreció empleo.

“Pasaron los años y cuando me independicé, le pregunté a mi madre si conocía a alguien que pudiese venir a limpiar una vez por semana. Ella me recomendó a Cándida.” Encariñado con su asistenta, Guillermo empezó a prestarle atención a sus historias, a escuchar su voz particular, a darse cuenta de que venía de una infancia y adolescencia muy sacrificadas, de una vida de casada cargada de responsabilidades y de penas, con un marido alcohólico y a veces golpeador. Pero Cándida no sonaba resentida sino animosa y optimista, siempre para adelante. Como un hada protectora, pero no paternalista, Fesser le mejoró la vida a esta mujer voluntariosa e ingenua que mantenía su espontáneo gracejo para manifestarse. Lejos de intentar cambiarla, Guillermo la invitó a comentar los estrenos de cine en la radio y le propuso hacer juntos –cobrando ella la mitad de los derechos– el libro de memorias que se llamó Dios aprieta pero ahoga bien.

De modo que CV, cuando encarnó fragmentos de su vida en el cine, ya tenía cierto status de estrella. Y aunque había dejado de limpiar pisos a domicilio, no quería contratar a una asistenta (“yo me hago todo, friego los cacharros, saco la basura, voy al cine y luego a la emisora”). Para Fesser, Cándida fue una especie de Mary Poppins de San Blas (de hecho, uno de los posibles afiches del film la mostraba aludiendo a ese personaje, un lampazo en vez del paraguas, un balde en lugar de la valijita), luego una asistenta laboriosa y con tanta iniciativa como para destapar por su cuenta unos vinos carísimos y preparar una sangría, o meter en el lavarropas un antiguo tapiz de Afganistán y luego recortarle los flecos. No es de sorprender que GF quisiera rendirle homenaje fílmico a su limpiadora y columnista, “que me dio la oportunidad de ver las cosas desde otro punto de vista. Ella es alguien que se preocupa realmente por el prójimo. Y no sólo a esta Cándida quiero celebrar sino a todas las Cándidas del mundo”. Afortunadamente, después de mucho casting y de ser abandonado por la actriz elegida, el director le pidió a la auténtica CV que fuera la protagonista de esta mezcla de ficción e historia real, tragicomedia negra con apuntes sociales, donde escenas de la vida del propio cineasta aparecen reflejadas en el personaje del conductor televisivo, incluido un viaje a los Estados Unidos, adonde la inefable Cándida lleva su elogiada receta de croquetas de pollo, “dos veces pasadas por huevo y pan rallado para que no revienten”.

Cándida se pasa el jueves 16
a las 14.30 por HBO Plus.

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