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Viernes, 20 de diciembre de 2002
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TENDENCIAS

Moda en festivales

Viva23 y el Buen Día fueron dos escenarios callejeros para mostrar tendencias de moda. De este modo, los nuevos diseñadores no sólo están cambiando los códigos en materia de cortes y texturas, sino también los ámbitos en los que se exhiben las colecciones.

Por Victoria Lescano
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Por Victoria Lescano

Un desfile de vestidos de organza con prints en variaciones de flúo en la vertiginosa pasarela de una montaña rusa y un show conjunto de cuatro marcas de streetwear femenino y masculino como teloneros de una Dj aportaron variantes de moda en un año saturado de ferias.
El primero fue en el contexto de Viva 23, la apuesta lúdica y homenaje desde la astronomía, geometría, matemática, la magia y superstición al número 23, ideado por los diseñadores Manuel Brandazza y Diego de Adúriz en el Parque de la Ciudad. Sus 23 modelos también pasearon por los espejos de agua, las plazoletas con mosaicos multicolores que recuerdan a construcciones de Wunder Waser y Gaudí para culminar en una torre gemela a los monoblocks de Lugano Uno y Dos, iluminada con hilos de luz negra.
Ese decorado con aroma de copos de azúcar y pochoclo, gritos de pánico ante las caídas libres y carcajadas de los tripulantes de un samba drum and bass fue una elección acertada para un dúo de diseñadores que se conoció en un festejo de Halloween en la disco Bunker. Su discurso de diseño no se resguarda en el revisionismo histórico ni los cruces entre moda y arte tan en boga, simplemente reivindica las superproducciones de purpurina del circuito gay y la cultura de las discotecas.
El verano 2003, según Brandazza-De Adúriz, incluye vestidos con estampas de Teletubbies y prints con cientos de tachas, citas a los colores del arco iris y un glamorosa línea de sastrería –camisas y chaquetas muy entalladas– bordada en hilos color plata. Su marca de fábrica incluye citas al comic y los superhéroes, dibujos de circuitos y proyecciones enfatizados con pespuntes glam. “Buscamos generar identidad propia a través de los materiales, mientras que los primeros dibujos eran muy libres y los trazábamos a mano alzada, ahora pegamos la tela sobre la pared, proyectamos circuitos y los dibujamos arriba”, dicen sobre su método quienes ocupan un local de Diseñadores del Bajo y cuyo perchero en blanco y plateado fue uno de los más elogiados de la última edición del Baf Week.
Sus anteriores desfiles fueron asaltos callejeros con luz de día y amigos drag queens que paralizaron el tráfico de Santa Fe y Callao llamados Ejército de artistas, un pase en la cima del monte Uritorco durante un festival de electrónica o derroche de serpentinas flúo en las trasnoches de las fiestas Insomnio. Además, junto a una troupe de performers con parafernalia glam y tacones de cristal –incluye de Ariel La Vogue a un joven asistente llamado Cristo– salieron a pasearse con estandartes de Viva 23 y repartiendo cintas con propiedades flúo que consiguieron iluminar aún los cocktails más opacos.
“Un traje de novia blanco con tachas y recortes que simulaban una nube, también trajes sastre por encargo de señoras elegantes para sus galas, el vestuario para los espectáculos de Favio Posca, uniformes con tintes glowin the dark para los trabajadores de la disco New York City”, enumeran así Brandazza-De Adúriz algunos de sus últimos desarrollos.
Mientras Manuel pasó por indumentaria de la UBA y las marcas EF y Ona Sáez, Diego tiene un background de Bellas Artes que ahora complementa con obsesivas investigaciones sobre holografías y técnicas de origami. “Pensamos aplicar esos recursos a la organza cristal, un material que al superponerse genera una infinidad de nuevos colores.” Y también agregan que Viva 23, con su iconografía de osos panda lisérgicos y estética de carrousel, promete continuar con apuestas de moda en otros shows de verano ideados junto a su socia especialista en teorías lúdicas.
Otra torre, en verdad una pirámide efímera construida por la organización Buen Día en la plaza Palermo Viejo, agrupó a cuatro diseñadores con propuestas de ropa de calle femenina y masculina bajo la lluvia.
El recurso por el que Alexander Mc Queen y John Galliano hicieron gastar fortunas a los directores de holdings de lujo y aquí fue puro azar dio un tono de alta resistencia a las colecciones de Mariano Peralta, Spina Cruz, Amor Mio y Kostume.
El fashion show tuvo estilismo y coreografías de Carolina Urresti, Florence Arguello y Manuel Atwell, integrantes de la agencia Diehl, y fusionó juegos de texturas en faldas y remeras plisadas, los tonos saturados y estampas pop, versiones experimentales de sastrería en Príncipe de Gales y pasadas postcibernéticas en blanco absoluto.
Desde que en los noventa obtuvo una mención Alpargatas por un desfile donde una señora de 85 años, la abuela de su novia, fue la percha favorita para exhibir sus fusiones de dénim con hilachas, Mariano Peralta empezó a combinar el diseño gráfico con aproximaciones a la moda. Su currículum incluye cambios de imagen para Yagmour (de los logos y las bolsas a los muebles y los temas de las vidrieras), Stone Island, Prototype, en simultáneo al desarrollo de Aizen, su marca propia. Dice Peralta sobre su colección primavera-verano 2003 que tramó en un ph –tal vez uno de los últimos sin reciclar de la calle Armenia– y vende en su local con interiorismo de piedra Mar del Plata y reloj cucú situado en Diseñadores del Bajo. “Primero corto los paños en cuadrados y hexágonos, luego los pliego sobre el cuerpo. Mientras que para mujer hay abundancia de color, fucsia, rojo y pasteles, mi línea de hombre se resiste a combinaciones escandalosas, nunca se aparta del gris, negro y marrón.” Los pantalones incluyen pliegues en los costados que citan tiras de pantalones de gimnasia y recursos de uniformes de barrenderos y bomberos.
“Sastrería resemantizada, ropa de verdad, bien hecha, que no se rompa y que al mirarla de cerca o en sus interiores sostenga la imagen de prenda. Tomamos recursos muy clásicos, como el gros, que deviene de materiales deportivos en la cintura de un pantalón Príncipe de Gales o una chaqueta que por su morfología es mezcla de abrigo, piloto y chaqueta de posguerra y la intervenimos con textiles de otros universos”, deslizan Flavio Spina y Eugenia Cruz, diseñadores de Spina Cruz sobre el concepto de la marca masculina que causa furor entre los de Djs extranjeros que pasan por Design Suites, un hotel de Marcelo T. de Alvear donde ellos tienen un perchero, además del flamante showroom en Gorriti al 4600.
Sus juegos de estructuras incluyen mangas, bolsillos y cuellos de remeras marineras aplicadas deliberadamente torcidas simulando distintos gestos corporales. Ellos se conocieron como encargados de producto de una marca y hace dos años empezaron con propuesta propia con la ayuda de varios antiguos proveedores.
Flavio pertenece a una familia dedicada a la alta costura –su padre y su abuelo dirigieron en los ‘70 la casa André Michele en la galería Promenade– y asegura que desde niño tuvo sus propios trajes a medida.La propuesta de Amor mío y Amo, su complemento masculino, es por regla general rica en estampados de colores furiosos con citas al vintage; sus vidrieras de Costa Rica al 4600 con puestas de jaulas y maniquíes de metal denotan la anterior ocupación como diseñador de interiores de Sebastián Zamora. El diseñador que empezó abasteciendo de desarrollos en cuero y gamuza a muchos de los diseñadores consagrados define su colección de verano. “Cada prenda tiene un sello de color que la diferencia y la personaliza, rescato el romanticismo y las tardes de tragos en playas de Ipanema.”
“Priorizar el arte de la simpleza, dejamos que la rareza surja de unir las prendas, que en general son muy austeras”, dicen Emiliano Blanco y Camila Milessi sobre los conceptos de diseño de Kostume. Se trata de un pequeño local de fachada naranja e interior gris de Uriarte al 1600 en que los modelos rinden homenaje a clásicos como Le Corbusier a Mies van der Rohe y cada pieza está estampada con la consigna Kostume Dressline, imitando los sellos a la usanza militar. De la tendencia tomaron el blanco, pero más que adherir al estilo hippie y las faldas de falsas paisanas que uniforman las vidrieras locales optaron por pantalones y chaquetas sin terminaciones ni ornamentos y que continúan los experimentos de batas de invierno en gamas de amarillo intenso.

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