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Viernes, 16 de octubre de 2009
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El Nobel te da sorpresas

Por primera vez el Premio Nobel de Economía ha sido para una mujer, Elinor Olstrom, que es politóloga, y en lugar de confiar en la mano invisible del mercado o en la mano represiva del Estado apuesta por instituciones que incentiven la cooperación y la solidaridad social.

Por Luis Tonelli *

Fue el economista Larry Summers, en ese entonces presidente de la Universidad de Harvard, ex secretario del Tesoro de Clinton y hoy el asesor económico más importante de Barack Obama, quien explicó que ninguna mujer había ganado el Premio Nobel de Economía porque era menos probable encontrar un coeficiente intelectual de genio en una mujer que en un hombre. Nada dijo sobre que también es más probable que aún instituciones con gran renombre académico sean presididas por un hombre y encima estúpido.

Lo cierto es que la mujer Nobel de Economía ha aparecido, es estadounidense y se llama Elinor Olstrom (ya van a estar los que digan que Summers no dijo que esto era imposible si no sólo más difícil). Pero la sorpresa no termina allí porque Olstrom no es economista, sino politóloga, profesora de la disciplina en la Universidad de Indiana que ha llegado a ser la presidenta de la poderosa Asociación Americana de Ciencia Política.

Tampoco ella se enrola en esa ortodoxia de estudios económicos hipermatemáticos dedicados a intentar explicar los flujos financieros con que la tormenta global azota a la humanidad entera. Aunque la laureada no se ha dedicado hasta el momento a cuestiones de género, se ha destacado en cambio por buscar soluciones cooperativas y autogestionadas a problemas sociales, con investigaciones que tratan las asociaciones para la provisión de agua en California, la distribución de comisarías en Indiana, los sistemas de irrigación en Nepal, además de investigaciones de campo en Guatemala, Kenia y la India.

Cuestiones que tienen que ver con el desarrollo económico, con los impactos ambientales negativos, con la sustentabilidad y que remiten todas ellas al problema de la administración de recursos comunes (los “CPR”, “common pool resources”). Estos recursos de disposición libre por una comunidad (el aire, el agua, una pastura de terrenos sin propiedad reclamada por nadie, los bosques, etc.) son afectados típicamente por lo que se denomina “dilemas colectivos”. Si la gente cooperara entre sí, harían un uso racional y sustentable de los recursos colectivos, lo que a su vez le daría una mayor retribución a largo plazo. Pero, en cambio, ya sea por egoísmo o por el temor y la amenaza del egoísmo de los demás, se impone la perspectiva individual de sacarle el mayor provecho a los recursos comunes antes de que se agotaran. Ninguno quiere pasarse de tonto y al pasarse todos de vivo, todos están peor de lo que podrían estar.

Las soluciones clásicas consignadas en el famoso artículo de Garret Hardin de los 60, “La Tragedia de los Comunes” centrado en el caso de las pasturas comunes devastadas por la actividad sin límite de los campesinos fue o bien otorgar derechos de propiedad individuales, alambrar los campos, y que el ojo de cada amo se ocupara de cuidar de su ganado, o bien, el colocar la propiedad común bajo la autoridad del Estado y caer en el problema de “quién custodia a los custodios”.

En su ya clásico libro El Gobierno de los Comunes, Olstrom, en cambio, ha propuesto una estructura de contratos vinculantes entre todos los participantes en la utilización de recursos públicos, con un diseño institucional que permita el monitoreo de todos los niveles de rendimiento y de los costos de explotación. De este modo, la supervisión depende también de los mismos participantes, generándose una estructura que tiende a la cooperación en un horizonte de tiempo extendido. La idea fundamental es generar una trama de interdependencia que obliga los individuos a actuar conjuntamente y apuntar a una rentabilidad mayor en el largo plazo y no a la toma de ganancias inmediata y el free riding.

Siendo Argentina un caso de manual para exponer problemas de cooperación y de coordinación a largo plazo, la obra de Elinor Olstrom es de indudable valor e interés. Aquí la inestabilidad hace que los capitalistas apuesten a un cortoplacismo en donde resulta racional sacarle el máximo provecho a una situación que se estima siempre precaria y efímera, como lo ha demostrado en sus investigaciones el politólogo Guillermo O’Donnell.

Queda por supuesto la duda de cómo los “comunes” pueden enfrentar un contexto que no se caracteriza por la abundancia idílica de “buenos salvajes” roussonianos, sino que está cruzado y congestionado por la acción de grandes corporaciones, muchas veces en colusión con actores públicos, con un Estado poroso, muy “permeable” a los intereses privados. ¤

* Politólogo y director de la Carrera de Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires.

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