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Viernes, 13 de noviembre de 2009
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Mucha madera

En Bicho Palo, Lisa Kerner, anfitriona del espacio casa Brandon, se anima al autorretrato con el trazo firme y el deseo libre para que sea su propia mano la que construya el espejo en el cual quiere mirarse.

Por Marta Dillon
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¿En qué espejo se mira Lisa para dibujarse Bicho Palo?

En qué espejo se mira esta mujer que se despoja de lo mujer y se queda con el corazón abierto y a la espera de algo que todavía no se nombra pero quiere ser visto.

¿Bicho Palo o bicho raro? (la duda es de ella).

¿Qué es más raro, decir bicho o decir raro?

¿Cómo es el espejo en que se mira Lisa? ¿En cuál aparecen ella y su fantasma, ella y su doble, ella y su clavícula, ella que se pierde de ella, que es ello, que tiene barba, galería y escopeta?

Lisa inventa su espejo y lo pule; no le hace preguntas infantiles, no le pide que devuelva nada. Ella pone todo. Que la mano haga su trazo y que lo que quiere aparezca. O lo que no sabe que quiere. O lo que no dice que quiere. Lo que no dice y aparece en esa jungla donde habitan su mano, su espejo y su doble. Una jungla cultivada por la misma que inventa el deseo de ser y de verse, sin más nombre que el propio amándose, domándose, gruñéndose, llevándose tan lejos como es posible llegar. Al otro lado del espejo, ahí donde es fácil pisar el palito y tropezar o tal vez inventar otro camino.

¿Pero cómo seguir caminando cuando ya se está desnuda? Cuando ya el corazón a la intemperie se niega a volver a su hueco aun cuando la herida pretenda ser curada.

¿Y desde cuándo es necesario el vestuario para caminar por huellas inventadas por los propios pasos?

Tal vez sea necesario, de todos modos, algún afeite, algo que cubra para poder formular una pregunta que se escapa del espejo: ¿ya soy grande? ¿cuánto de grande? ¿hasta dónde es posible crecer? ¿podré salirme de cuadro si sigo adelante? ¿adelante es grande?

Grande el gesto de quien se desnuda ahí, en su casa y por fin quiere tomar todo: el bicho palo, el bicho raro, todos los palitos con que inventó su nido para el pichón que fue y que ya no es y no por una artimaña del tiempo sino por genuina voluntad. Voluntad de hacerse, de hacerse y mostrarse, de pulir el espejo y prestarlo para que cualquiera pueda mirarse en él y preguntarse ¿soy yo? ¿soy ella? ¿soy ello? Soy si amo y si no amo y si me enojo y si me desvisto y si mi par se exhibe como nunca se pensó ni se soñó.

Esta vez la anfitriona se desnuda. Porque es hora, porque quiere, porque a este palo le sobra madera sobre la que tallar lo posible. Y también lo imposible. ¤

Bicho Palo, dibujos de Lisa Kerner, en Galería casa Brandon, Luis María Drago 236. Entrada libre.

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