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Viernes, 18 de enero de 2002
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ESPECTACULOS

Tanguera(s)

La coreógrafa Mora Godoy, la cantante Lidia Borda, la compositora Eladia Blázquez y la escenografía de Valeria Ambrosio dieron a luz el impecable espectáculo que se presenta en el teatro El Nacional, en el que brilla con fuerza propia la ya legendaria bailarina María Nieves.

Por Moira Soto
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Aunque hay un puestista prestigioso (Omar Pacheco), un productor que metió la cuchara en el argumento (Diego Romay), dos directores musicales avezados (Gerardo Dardelín y Leandro Adrover), un creativo iluminador (Ariel Del Mastro) y muy buenos bailarines varones, Tanguera –el reciente estreno del teatro El Nacional– lleva las marcas del género mujer bien acentuadas en su concepción y realización. Una mina joven, talentosa, con experiencia y determinación, es la artífice que desde la coreografía impuso una mirada que se aparta de la tradicional, sin desdeñar por eso mitologías básicas del tango y expresiones afines. Mora Godoy (creadora de Tango fatal, entre otros espectáculos) supo, desde que empezó a amar el tango, que el rol de la mujer no debía ser inexorablemente subsidiario. Y fue imponiendo esa idea en sus trabajos, que ahora –por el momento– culminan en Tanguera, respaldada por Eladia Blázquez (canciones), Valeria Ambrosio (escenografía y dirección de arte), un afinado elenco de bailarinas (encabezado por la propia Godoy) en el que reluce la sabiduría y el carisma de María Nieves, legendaria pareja artística de Juan Carlos Copes hasta hace pocos años... Y, por cierto, la preciosa voz y la depurada técnica de Lidia Borda, una cantante de culto que gracias a este espectáculo llega a un público más masivo.
“Cuando estaba en la escuela del Colón, el tango era una materia muy mal dada, pero la música de Piazzolla me fascinaba y la bailaba a escondidas en mi casa, con movimientos clásicos”, recuerda Mora Godoy a punto de cambiarse para la función. “Al terminar el Colón, comencé Ciencias Políticas, entré a una compañía de jazz, luego tomé algunas clases de tango, pero no me convenció la forma de enseñarlo; fui a una milonga y me encontré con toda gente grande. Yo tenía veinte y me deprimió. Hasta que me atrapó la droga del tango: las milongas se llenaron de jóvenes, comprendí lo que se podía aprender de los milongueros. Todo cambió para mí cuando vi Tango x 2: ahí noté que se habían fusionado distintos elementos, que había otra lectura. Entré en esa compañía, aprendí mucho, me dieron un lugar importante. Estuve siete años viajando con Milena Plebs y Miguel Angel Zotto. A partir de entonces, empecé a gestionar lo mío, con la idea de encarar el tango de otra manera. Hace tres años fundé mi estudio, me largué a elaborar ideas coreográficas diferentes. A través de mi experiencia en el exterior, comprendí que se podía revalorizar el rol de la mujer, mientras que acá todavía se hacía sentir el machismo. Y debo decir que hay mujeres que aceptan ese papel subalterno que yo siempre rechacé. En Tanguera me gustó que se quebraran ciertos mitos desde la coreografía, la puesta...”
“Mi historia es distinta de la de Mora: yo fui acunada en el arrabal”, sobreactúa con humor Lidia Borda. “Bueno, no tanto, pero sí escuché a mi mamá cantar tangos en mi infancia, ella ganó concursos en su pueblo... Mi relación con el tango es un poco de amor-odio, tengo que confesarlo: me acerqué con la intención de cantarlo durante un tiempo acotado. Pero de repente me vi sumergida en la tanguidad, con todas sus implicaciones de filosofía de vida. Aunque siempre la popular fue la música que más me gustó, vengo de hacer otras cosas, lírica, de cámara. Entonces, por un lado hay todo un enamoramiento relacionado con la identidad, que me damucho placer. Y a la vez no querría quedarme encerrada únicamente con el tango. Es como toda relación pasional: estás entregada y también querés salir de la dependencia. Como necesidad artística, aspiro a que el lenguaje poético se remoce en las nuevas generaciones de creadores de temas. Pero más allá de estos tironeos que experimento, cuando canto disfruto mucho, me entrego sin reservas.”

La conquista del espacio
–¿Te propusiste que en Tangueras, desde el enfoque narrativo, no se justificara ni mucho menos se exaltara el machismo?
Mora Godoy: –Exactamente. Creo que la mujer siempre tuvo un lugar destacado en el tango, aunque fuese a través de ciertos estereotipos. A través de este espectáculo, cumplí un sueño para mí fundamental: imaginar, crear una visión coreográfica desde el lado de la mujer, en un género musical en el que se supone que siempre es el hombre el que conduce. Creo que aquí se rompe algo que venía dándose en los espectáculos de tango, siempre liderados por un varón. Aquí se tiene realmente en cuenta a la mujer, se la equipara en protagonismo. Algo está cambiando, siento que ésta es la mía y aquí me quedo. Por suerte, somos varias las mujeres las que estamos haciendo fuerza en esto. Y el espacio lo ganamos en buena ley, con capacidad. Y también con dignidad, no dejándose maltratar por algunos compañeros de baile, por ejemplo. Creo mucho en el respeto mutuo, que además se refleja positivamente en los resultados.
–¿Cómo te las arreglaste para que las responsabilidades estuviesen repartidas y compartidas en Tanguera?
M.G.: –Tratando de ser equitativa: ellas bailan solas, ellos también, lo que no quita que hombres y mujeres bailen entre sí. Me encantó imaginar “El choclo” con los cuatro varones haciendo ese juego, más allá de lo coreográfico, representando actitudes de vida universales y atemporales. Y así se trabajó en cada situación, y la verdad es que conté con la colaboración de mis compañeros Junior, Juan Pablo Horvath, Ricky Barrios... mi hermano Horacio Godoy. El reparto de roles surgió espontáneamente, no es que me haya propuesto destacar arbitrariamente a la mujer. Yo misma bailo menos que otras veces.
–Vos, Lidia, hacés el único personaje que recurre a la palabra cantada, por lo que te convertís es una suerte de relatora.
Lidia Borda: –Venía acostumbrada a cantar cosas que ya habían sido cantadas, pero también he hecho tangos poco transitados, adueñándome hasta cierto punto de los temas. Que es lo que he hecho con las letras de Eladia Blázquez, en general descriptivas.
M.G.: –Lo bueno es que la presencia de Lidia está totalmente integrada a la narración, no es la cantante descolgada de otros espectáculos.
L.B.: –Con lo cual mi trabajo se vuelve mucho más divertido... Me siento muy agradecida de que me hayan convocado: aunque hice musicales afuera, es la primera vez que aquí me llaman para una obra de alcance más masivo. Que hayan confiado en mi rendimiento es algo que valoro mucho. Me gusta este formato, elaborar dramáticamente un personaje que tiene un desarrollo. Primero hago a una inmigrante anónima, luego a una mujer del conventillo, del cabaret, cada cuadro tiene un sentido diferente. Esto me da también la posibilidad de relacionarme mucho con el elenco.
–Esta fuerte impronta femenina que caracteriza a Tanguera, entonces, ¿no necesitó de ninguna ley de cupos?
M.G.: –Para nada. No hubo favoritismos, se buscó el mejor rendimiento y, como te dije, la equiparación de roles. A Lidia, por ejemplo, yo la había escuchado y me encantaba. Le recomendé a Diego Romay que fuera a oírla antes de hacer el casting. Siempre pensé que su voz era perfecta para este espectáculo, desprovista de clichés tangueros. Porque le huyo a los clichés, a la repetición de los esquemas, a la rutina probada... Lidia sale tan impecable que hay gente que cree que hace playback cuando, por supuesto, canta siempre en vivo.

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