Hace poco más de dos años, Joanna Newsom llegó a la Argentina armada de un arpa y una voz imposible, aniñada y preciosa. Era un duende de pelo largo y ojos claros que creaba su propia mitologÃa y, entre tema y tema, sus leyendas jugaban a la naturaleza encriptada en trance folkie, al cuento de hadas. Presentaba Ys (2006), su segundo LP, un manojo de canciones largas que tomaba su tÃtulo del cuento bretón sobre la ciudad sumergida más hermosa de todos los tiempos, la que nunca podrá verse. Ese disco barroco, alucinatorio y orquestal podÃa con todo y aunque su primer trabajo –The Milk Eyed Mender (2004)– habÃa recibido buenas nuevas, Ys la depositó en la esfera de visibilidad... y expectativa.
Y ahora es cuando el expectante se sacia. Porque, después de cuatro años sin editar material nuevo, la cantautora yanqui de Nevada se descocó y lanzó Have One On Me, un álbum de tres discos, dos horas y 18 tracks, donde los rÃos, las criaturas y los huesos vuelven (pero no son millones); las viejas –y tan festejadas– alegorÃas de Newsom ya no copan por asalto. Tampoco la voz (des)atinada y literalmente encantadora. Ahora su caño madurado y preciso la pasea por un combo extra large de canciones donde ningún género parece negado: country, soul, jazz, pop, folk, gospel, todos dicen “presenteâ€. Y saluda el banjo, el piano todoterreno, el acordeón, la mandolina y –claro– el arpa.
Pero ¿qué hizo la otrora chica vintage todo este tiempo? Las pistas indican que abandonó el bosque y se fue a la ciudad. Es que la que alguna vez declarase: “Soy vaga, no tengo muchas ambiciones. Quiero una pequeña familia y escribir la mejor música que puedaâ€, se mantuvo ocupada el último rato. ¿Cómo? Pues, musicalizando un comercial de corpiños, haciendo de mamá urbana que descuida a su hijo en el videoclip “Kidsâ€, de la banda pop MGMT, haciendo de modelo para la campaña W Mag, de Giorgio Armani. Muy chic. El amor a la orden del dÃa, con un sonado affaire con el actorcillo de Saturday Night Live Andy Samberg. Nada mal para quien parecÃa un ser de otro mundo.
Con todo, hubo tiempo para escribir temas que abren la interpretación. Porque están los que dicen que Have One On Me habla del amor en todas sus formas: por la pareja, por uno mismo, por la familia, por el paÃs. Pero es un amor roto porque a la docena y media de canciones la invade tristeza, literalidad e incluso crÃtica: “La inclinación de esta extraña Nación / Y la voluntad de permanecer en el tiempo / Agitando la bandera / Sintiendo cómo se hundeâ€, canta la veintiochoañera en “Good Intentions Paving Companyâ€, uno de los tracks más festejados por la crÃtica. No por nada, la especializada Pitchfork le puso 9 de nota, tras definirla como “su canción más humanizadaâ€.
Mientras, en “Does Not Sufficeâ€, Newsom relata cómo junta sus cosas para abandonar para siempre la casa del ex. En “Baby Birchâ€, se despacha con sentido lamento maternal. En “On A Good Dayâ€, la lengua se agita agridulce: “Ey, el final está cerca / En un buen dÃa, podés ver el final desde acá / Pero no podes volver atrás ahora, aunque el camino sea claro / Me quedaré por el recordatorioâ€. AsÃ, Joanna parece haber entendido que, aun sin ser complicada, puede sacudir, movilizar.
Aunque (más) claros sus lyrics, Have One On Me es un disco para escuchar y volver a escuchar; colosal, merece varias pasadas para captar sutilezas (no sólo “letrÃsticasâ€, también musicales). No es el genial desquicie orquestal de “Ys†ni la formulita de canción más... convencional de “The Milk Eyed Menderâ€; es un poco de ambos. 50 y 50. Y se mantuvo bien encubierto hasta su reciente lanzamiento en Europa, Australia y Estados Unidos. Para evitar filtraciones online, dicho sea de paso. (Por suerte para Argentina, la web ya dispone de links para downloadear la masterpiece.)
Con su salida oficial el mes pasado, salieron también los comentarios. Para Los Angeles Times, el (triple) disco no puede ser duplicado. Para revista Mojo, es una obra de arte incuestionable y en expansión, inteligente y conmovedora; Newsom es, para la publicación, una de las mejores compositoras de su generación. Uncut redobló la apuesta y definió al trabajo como “una segunda obra maestra, con suficientes ganchos y encanto para atrapar a más de un agnósticoâ€. Más allá de las prédicas, están las canciones y, sin lugar a dudas, vale la pena escucharlas. Con o sin duendes mágicos.
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