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Viernes, 26 de marzo de 2010
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rescates

El pescuezo delicado

Micaela Bastidas
(1742?-1781)

Por Claudia Lopez Swinyard
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Posiblemente la muerte latinoamericana m谩s emblem谩tica del copioso genocidio espa帽ol sea la de T煤pac Amaru. Un hombre descuartizado en una plaza virreinal. La disposici贸n repetida de un centro popular rodeado por catedrales y cabildos a煤n hoy sigue siendo un espacio narrativo para el relato de nuestras sangrientas historias. En el coraz贸n de Cusco, en su Plaza de Armas, no s贸lo fue asesinado Jos茅 Gabriel Condorcanqui. La cr贸nica detalla con no menos rigor, valga el t茅rmino, el mismo destino de su esposa. Luego de matar al primog茅nito, 鈥渟ubi贸 la india Micaela al tablado, donde se le cort贸 la lengua y se le dio garrote, en que padeci贸 infinito, porque teniendo el pescuezo muy delicado no pod铆a el torno ahogarle y fue menester que los verdugos d谩ndole de patadas en el est贸mago y en el pecho la acabaran de matar鈥. Lo que no escucharon sus ejecutores y la mayor铆a de sus horrorizados testigos es que Micaela hab铆a declarado unas horas antes, a manera de defensa, que por la libertad de su pueblo hab铆a renunciado a todo. 鈥淣o ver茅 florecer a mis hijos鈥, hab铆a dicho antes de que la obligaran a presenciar el suplicio de Hip贸lito, el mismo 18 de mayo de 1781.

Micaela Bastidas Puyucahua naci贸 en el distrito de Tambuco, Abancay. Por excavaciones arqueol贸gicas se deduce que su casa natal pertenec铆a a una casta alta: un hogar campesino dedicado a la ganader铆a era un signo de prosperidad en un Per煤 de escaso desarrollo econ贸mico. Lejos de la brutal explotaci贸n minera, Micaela aprendi贸 a leer y a escribir antes de casarse, alrededor de los 16 a帽os, con el curaca Jos茅 Gabriel. Consta en el acta de matrimonio que 茅ste fue calificado de 鈥渆spa帽ol y cristiano鈥 pero se trat贸, adem谩s, de una uni贸n de la nobleza india a la vez que de un enlace mestizo. El inicio de este matrimonio hist贸rico fue, casualmente, el 25 de mayo del a帽o 1760 en Surimana. All铆 naci贸, al a帽o siguiente, Hip贸lito, destinado a la sucesi贸n curacal. Luego vinieron Mariano, tambi茅n ahorcado aquel 18 de mayo, y Fernando, que luego de presenciar la muerte completa de su 鈥渁illu鈥 o familia, fue enviado a Espa帽a.

Si el final del clan, como era de esperar, estuvo determinado por el ajusticiamiento del cacique, el comienzo de su historia se cifra en la participaci贸n de la pareja en 鈥渆l grito de Tinta鈥, primer movimiento de emancipaci贸n pol铆tica respecto de Espa帽a signado por un fuerte contenido libertario a favor de los ind铆genas y de los esclavos. Micaela pronunciar谩 su grito declarando los claros objetivos del movimiento: 鈥渜uitar repartimientos y corregidores, alcabalas y otros derechos鈥. Es decir, dar fin a una estructura econ贸mica de dos siglos. Con la muerte de los rebeldes en la Plaza de Armas, tambi茅n muri贸 la figura del corregidor, due帽o y se帽or de los territorios y de la fuerza de trabajo de sus habitantes. Encargado de cobrar los tributos y repartir 鈥渏usticia鈥, este espa帽ol nombrado directamente por el rey decid铆a, entre otras cosas, el env铆o de los indios a las minas. Como una de 鈥渓as perlitas鈥 de la colonizaci贸n vale la pena recordar que de diez indios que entraban, s贸lo dos sobreviv铆an y regresaban al a帽o, enfermos de por vida. Esto seg煤n las estad铆sticas virreinales.

Micaela viaj贸 con su marido por el virreinato y comparti贸 las lecturas rousseauninas a las que el joven curaca hab铆a tenido acceso por su instrucci贸n jesu铆tica. Embarcados en la revoluci贸n, Micaela se hizo cargo, como otras guerreras nobles (Tomasa Condemita, Bartolina Sisa o Gregoria Apaza) de la organizaci贸n de la retaguardia: proveedora de comida, armas y coca, supervisora de los correos, gu铆a de las estrategias de espionaje, embajadora frente a los otros caciques, encargada de la propaganda y la fidelidad a la causa y enfermera. Los salvoconductos que permit铆an el tr谩nsito por los territorios llevan, tambi茅n, su firma.

Los documentos se帽alan una diferencia con su esposo, su querido y epistolar 鈥淐hepe鈥. Por su lugar en la organizaci贸n tupamarista y por ser m谩s sensible a una futura contrarrevoluci贸n gestada en la Iglesia, Micaela pensaba que era urgente adue帽arse del 鈥渃oraz贸n鈥 del Per煤, de Cusco, mientras Jos茅 se 鈥渄emoraba鈥, seg煤n ella, en otros pueblos. No sabemos si esta dilaci贸n desencaden贸 el brutal aplastamiento en la Plaza de Armas. Lo que queda all铆 es el recuerdo de aquel 18 de mayo y la continuidad de una causa. Como escribiera la 鈥渞ebelde sacr铆lega鈥: 鈥淣o hay raz贸n de que nos estropeen y traten como a perros, fuera de quitarnos con tanta tiran铆a nuestras posesiones estando en nuestras tierras鈥.

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