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Viernes, 23 de abril de 2010
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El tiempo y la sangre es un documental que surge del encuentro entre generaciones y también entre dos mujeres, la directora, Alejandra Almirón, y la protagonista, Sonia Severini, ex militante de Montoneros que 30 años después vuelve al barrio donde militó para encontrar muchas más preguntas que respuestas.

Por Laura Rosso

“El azar me estaba ofreciendo una oportunidad para indagar los motivos que me determinaban una inasible percepción de carencia, de haberme perdido algo fundamental...”, con estas palabras Alejandra Almirón, directora y montajista, explica por qué decidió filmar El tiempo y la sangre, un documental que terminó en el año 2004 y que alude al regreso de Sonia Severini, ex militante de Montoneros, a Morón, su lugar de militancia. “Involuntariamente Sonia se fue transformando en una ventana a través de la cual se vislumbraban muchas respuestas y nuevas preguntas. Ella quería reconstruir una parte muy importante de su pasado y yo quería conocer una historia que no me pertenecía.”

El documental registra un viaje al pasado, a ese territorio propio donde Sonia militó, en Morón y Haedo, allí donde casi no quedaron sobrevivientes de la feroz represión. En esa búsqueda, Sonia encuentra, entre otras cosas, el reclamo de los hijos de esa generación diezmada y descubre una profunda necesidad de reflexión sobre la etapa más intensa y trágica de su vida.

¿Cómo surge la idea de filmar el documental?

–Sonia me convoca para que haga un videohomenaje a los desaparecidos de Morón. La idea era tomar testimonios a los vecinos de Villa Angela, quienes habían sido testigos en los ’70 de la militancia de Sonia y sus compañeros. En el ’76 se produce el desbande con las desapariciones, los asesinatos –entre ellas la del marido de Sonia– y todo aquel mundo de participación política se esfuma. Fuimos con una cámara y, si bien la recibían con cariño, no estaban muy dispuestos a dar testimonio. Entonces la idea mutó en filmar a compañeros sobrevivientes y a los hijos. Siempre se trataba de un proyecto pequeño de algunas entrevistas para ser editadas rápidamente y que fueran proyectadas en contextos de militancia de derechos humanos. Por varias razones el proyecto se abandonó y se remontó muchas veces. Con el pasar de los años, en todo ese material que se filmaba surgió el germen de un documental. Después de un tiempo largo de no filmar, la productora CineOjo, donde yo trabajaba hacía años, decidió producir el documental hasta finalizarlo en abril del 2004, y el estreno fue en la competencia argentina del Bafici.

La voz de Almirón es la que abre el documental, quien se describe como una espectadora de la confusa puesta en escena de los ’70 que creció a la sombra de una generación eufórica. Su voz se alterna con la de Sonia, quien no quería un relato en primera persona. “Es Sonia quien lleva adelante las preguntas a los sobrevivientes de esa época, y su única imagen plena se muestra en una filmación casera junto a Rómulo, su marido, asesinado en 1977. Con su imagen partida, más la voz de una amiga leyendo sus textos armé este rompecabezas” concluye Almirón.

En tu documental, Sonia Severini vuelve a Morón, a su pasado, preguntándose qué quedó de aquella revolucionaria. ¿Cuál es el balance después de ese recorrido?

–Lo que comenzó como un homenaje se fue convirtiendo en una reflexión sobre la militancia, la muerte, la juventud, los sueños perdidos. El recorrido del documental es lento, pues entre el comienzo y la finalización pasan casi siete años. El paso del tiempo en un documental es en apariencia negativo, pero sin embargo ayuda a profundizar y a encontrar elementos nuevos. En El tiempo y la sangre hay rostros jóvenes y maduros, hijos que interpelan a aquellos que sí están, los pocos compañeros que lograron sobrevivir. De ambas generaciones se desprenden revelaciones, explicaciones y sentimientos. Están los testimonios de María, la hija de Sonia que encontró el cuerpo de su padre en 1998; también está Diego, amigo de María, cuyos padres murieron en un enfrentamiento con los militares, “A mí me hace bien saber que hubo tanto amor entre ellos”, dice. Está Luis, un viejo amigo de Sonia que conoció de cerca a los padres de Diego, y hay más hijos y más compañeros “¿De qué hablaban?”, pregunta uno de los más jóvenes.

¿Cuál es tu visión acerca de cómo se refiere la memoria de los años ’70 desde el lenguaje cinematográfico?

–Durante mucho tiempo los ’70 fueron relatados con solemnidad y cierta superficialidad. Creo que en los ’90 comenzaron a surgir voces diferentes. Imagino que este camino recién comienza y hay mucho por descubrir. En el cine muchos factores ayudan a la diversidad para representar a la memoria: la tecnología más accesible, la evolución del género documental, los festivales de cine independiente, la ayuda estatal para proyectos pequeños.

¿Qué otros pensamientos pudiste abordar?

–Reflexionar sobre mi generación, todo lo que perdimos al haber crecido en dictadura, la educación que recibimos, los valores distorsionados, la ausencia de compromiso. También mi propia evolución política, que fue desde una gran admiración hasta llegar a una visión más crítica. ¤

El tiempo y la sangre se proyectará el martes 27 a las 19 en la Casa Nacional del Bicentenario, Riobamba 985. Estará presente la directora, Alejandra Almirón. Entraba libre y gratuita.

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