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Viernes, 30 de abril de 2010
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cine

Mi madre, mi amiga

Una hija cuarentañera –la actriz, dramaturga y puestista Kris Niklison– filma a su madre de 80 –Bela Jordán– rindiéndole homenaje a su personalidad, a su gracia, a su libertad de espíritu, pero sin idealizarla y –mucho menos– sin pasar facturas. El resultado es Diletante, film premiado en dos festivales que se estrena el próximo jueves.

Por Moira Soto
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Sabe que está viviendo un incomparable momento de felicidad, de sueños cumplidos con creces, y lo disfruta a conciencia pura, trata de potenciar esa dicha y de retenerla todo lo posible. A Kris Niklison le brota el entusiasmo por todos los poros y no es para menos: luego de una larga trayectoria en Europa rica en creaciones teatrales (The Neverlands, Se dice de mí, Circo íntimo, entre otros espectáculos que ideó, dirigió y protagonizó, algunos premiados), de traer a Buenos Aires y a Mar del Plata con muy buena repercusión su obra Dilemma, Niklison llevó a cabo un proyecto largamente arraigado en ella: hacer una película sobre su madre. Y así, sin equipo, con el único antecedente en materia de cine de un breve curso en Cuba, en el verano de 2007 empezó a filmar a su progenitora Bela Jordán en el campo donde vive, en Sauce Viejo, Santa Fe. Fue el comienzo de un largo, laborioso, denodado proceso que culminó con la presentación del largo Diletante en el Festival de Mar del Plata, en formato digital, donde obtuvo el Premio al Mejor Film. Con la plata del premio que destinaría a la ampliación a 35mm, Kris llamó a Lita Stantic que se convirtió en coproductora.

En los tres años que le consagró a la película que se estrena la semana próxima en el Malba y el Arteplex de Belgrano, KN renunció al teatro y canalizó parte de sus energías creativas en perfeccionarse como cocinera. Vegetariana, degustadora de sabores de otras culturas, se especializó en platos tailandeses, pobló su balcón de hierbas, “las básicas por supuesto, pero también tengo tres colores de puta parió, cebollita de verdeo japonesa, salvia, menta, mucha menta. Lo que no quita que tenga en la cocina mi gran caja de especias. ¿Querés una receta rápida, rica y al alcance? Agarrás el tofu, lo dorás, ponés salsa agridulce en la sartén aun caliente y te sale crujiente, delicioso... Tengo todos los formatos de arroz, los distintos curries. Me encanta invitar a amigos, hacer el pan hindú de harina blanca, aceite o manteca, yogur, sal, al horno o a la sartén”.

Con la misma fruición, el mismo entusiasmo (“soy una romántica total, a todo le pongo ese plus apasionado, ese tralalá...”), se viene dedicando a armar una lista y a invitar una por una a las personas que ama y desea encontrar en la avantpremière de Diletante el lunes que viene. Respecto de una próxima película, exclama Kris: “¡Es inevitable! Ya la tengo en mi cabeza, veremos cómo se instrumenta todo, conmigo nunca se sabe. Por lo pronto, ya encontré la imagen del poster y la colgué en mi pared. Entretanto, sigo aprendiendo con Lita Stantic, tan práctica, sobre temas de formatos, distribución, etcétera, que desconocía...”

¿Diletante significa un hito, un vuelco radical para vos?

–He hecho muchas cosas en muchos años, pero nada se compara con esta película que une mi pasado con mi futuro. Mi vida afuera con mi vida acá. Mi actividad en el teatro y lo que vendrá con el cine. He hecho un espacio grande para vivir esta experiencia porque sé que de aquí está saliendo la fuerza para la segunda mitad de mi vida. Tampoco es que quiera solemnizar, por favor. Pero me tomo todos los recaudos para brindarle el mayor cuidado posible a Diletante. Cuando Dilemma bajó de cartel en pleno suceso, supe que era un ciclo cumplido y me dije: para cambio, cambio y medio. Yo viajaba mucho, actuaba en escenarios del mundo, participaba de festivales, tenía mis seguidores, hacía un teatro con gran despliegue físico... y me quedé encerrada en un monomicroambiente con mi cámara, mi computadora y los cables, después de un verano de rodaje.

¿Tuviste tu día de la anunciación como la Virgen María? ¿Se te apareció un ángel y te dijo: serás madre y tendrás una película?

–Fue así: vine acá de visita en 2005 por una semana. Era una extranjera total y respiré algo diferente. Les dije a mis amigos que me encantaría volver. Y un día que salí caminar por las calles de San Telmo, no un ángel pero sí una brisa me pegó y vi claro: lo que va a cambiar mi vida va a ser la película sobre mi madre. Hacía dos años que tenía ese proyecto, pero la distancia entre esos deseos y su realización parecía imposible de zanjar...

¿Un paso para acercarte fue estudiar cine?

–Sí, hice el curso en la Escuela de San Antonio de los Baños. Después vine acá a traer Dilemma. Fui a Cuba a estudiar porque estaba un poco harta de Europa del Norte, me busqué a los bananeros que me inspiraron mucho. Sabía que quería hacer un film sobre mi madre pero no cómo iba a ser. Y lo mío hasta ese momento era comunicarme con el espectador a través de imágenes y sonidos en el teatro, el cine es otro lenguaje.

Entonces, ¿el momento de decisión tuvo lugar al bajar Dilemma?

–Ese verano, a comienzos de 2007, decidí ir a pasarlo con mi madre. Poco antes, hablando con mi bellísima analista que tuve por un tiempo, ella me animó: agarrá la cámara y empezá a filmar. Llegué a Sauce Viejo con la Sony, la prendí, mi madre estaba armando un rompecabezas, puse la cámara sobre la escena y en ese momento vi la película. Luego apareció César, escuché a mamá manteniendo con Cata, su empleada, esas conversaciones delirantes a través de la pared de la cocina... Me propuse trasladar, traducir al cine las sensaciones y emociones que me provocaba ese universo mágico que se desplegaba para mí.

¿Cómo encaraste el rodaje con tu mamá, que iba a tener tal grado de exposición?

–Ella sabía de mi idea y me había dicho que no. Los primeros dos días le dije que había comprado la cámara y que estaba practicando. Pero cuando la prendí, ella siguió conversando y ahí quedó sobreentendido que yo estaba en el camino de mi película, que por debajo del no había un sí. Dejé que la cámara la cansara, que ya no le importara. Fueron cinco semanas ese verano, mi madre, Cata, la cámara y yo, todo el tiempo. Me dediqué a buscar encuadres porque para mí la belleza era importante, no se trataba sólo de registrar a mis personajes. Ellas se relajaron y hablaron con naturalidad. Las volví locas porque Diletante no es una pura reproducción de la realidad...

Esta recreación y estilización que hacés arrima tu film al nuevo documental poético, que se mueve entre fronteras difusas de realidad y ficción...

–Te diría que en parte es recreación y en parte orientación de la realidad. Ellas y César son quienes son, tienen la relación que tienen, eso está muy respetado. Sobre esas bases, provoqué, estimulé, incité esos diálogos, esas opiniones que, por otra parte, les pertenecen totalmente a mamá y a Cata. Los temas que les pedía que conversaran tenían que ver con cosas que conocía de mi madre y que me parecía que la retrataban, pero también atrapaba aquello que surgía en el momento y que me inspiraban para desarrollarlo. Porque lo que iba filmando me iba iluminando el camino a seguir. Desde el vamos, supe que a Cata nunca la iba a mostrar, no tengo ni un minuto filmado con su imagen, así como César nunca habló en las horas que rodé. Yo iba aprendiendo sobre la marcha, tenía papelitos con la línea de acción, de pensamiento, en la casona donde dormía. Toda la película estaba en mi cabeza, pero eso no simplificó la parte del armado, que me llevó casi dos años. Editaba 17 horas por día durante dos semanas, paraba, hacía un viaje, volvía... Creo que a lo largo de dos años habré rodado unas 40 horas, y al año siguiente regresé a filmar el maratón Santa Fe-Coronda, con los barcos siguiendo a los nadadores. Experimenté mucho, tuve una cinta entera con el río bajando, jugaba porque sabía que en algún momento iban a aparecer las imágenes precisas. No soy documentalista, estoy acostumbrada a crear ficciones. Entonces, lo que hice fue dejar que ese universo me inspirara, reflejándolo con mi mirada, mis percepciones, poniendo las piezas en su lugar, administrando lo que tenía entre dos desfiles: la parade gay de Amsterdan que ya te avisa que éste no es un amanecer más, y el maratón en el río, otro personaje de Diletante. Y dosifiqué –buscando una progresión– el humor y la seriedad, la frivolidad y lo profundo, las acciones cotidianas de mi madre...

La tecnología actual te facilitó el trabajar tan solita y sola.

–Nunca habría podido hacer esta película en los tiempos de los 35 mm, exclusivamente. Mirá, todos somos producto de la época en que vivimos y creo que lo mejor es ver qué hacés con las herramientas que te tocan en tu momento. Lo que importa en todo caso es el resultado final, después de todo ese proceso creativo que es lo más lindo que hay en la vida...

Es un hallazgo el contrapunto entre tu mamá y Cata, dos personas de distinta clase social y mentalidad, que pueden llegar a una zona de encuentro e intercambio. Cata cobra espesor estando siempre fuera de campo.

–Creo que hice honor a la relación que ellas tienen de verdad, respetando el estilo de cada una. Por cierto que en la edición se logra una condensación, unos sabores condensados, una profundidad en el subtexto. Toda esa parte donde mi madre habla sobre dormir desnuda o no, es una joya. La promoví porque había ahí un núcleo de conflicto: César que espía para asegurarse de que mi madre sigue viva, quizás para saber algo más. Era natural que Cata y mamá hablaran sobre el tema de la posible desnudez puesto que teníamos a un voyeur...

En general, los ensayos, las obras teatrales, las películas han analizado y subrayado la conflictiva relación entre madres e hijas, han planteado listas de cuestionamientos. En tu film, en cambio, tomás a tu madre como una persona independiente de vos, la dejás ser, expresarse libremente. No la ponés en el rol de madre, de abuela, a la vez que rendís tributo al personaje singular, incorrecto, desafiante que es.

–Doy indicios, no engaño a nadie, pero siendo muy cuidadosa. Y sí, la dejé ser. Mirá, yo seré lo que seré, pero hay en la capacidad de dar que a mí me llena de contento. Diletante es una declaración de amor. Debo decirte que la relación con mi madre es muy particular: nosotras somos amigas, punto. Libres e independientes la una respecto de la otra. Lo fuimos en mi infancia, cuando ella no estuvo en el rol tradicional de madre, y lo somos ahora que ella es una vieja espléndida que no me exige nada. Me encantó viajar por el mundo con ella, que se juntara conmigo cuando hacía espectáculos. Altas aventuras he tenido yo con mi madre, disfrutando siempre entre risas y también alguna travesura. La semana que pasamos hace poco en el Festival de Cartagena, más allá del premio, acaso sea la semana más bella de mi vida. Yo sé que la nuestra no es una relación convencional, desde los 17 que no vivo con ella. Desde que se fue a Santa Fe y me quedé en el departamento de la familia, yo sola en Alvear y Callao, hasta los 22 cursando el Conservatorio de Arte Dramático. Cuando mi padre murió, mi madre pasaba seis meses por año viajando por el mundo, de los cuales se quedaba dos conmigo, ya fuera en mi casa en Brasil, ya en Amsterdan, o nos encontrábamos en Bolivia o íbamos a Egipto. Grandes amigas, ¡cómo iba a venir yo a reclamarle nada en la película! Además, a Diletante se la hice como un regalo. Al recibir el premio en Cartagena, cité a Borges que en La cifra le dedica el libro a María Kodama diciéndole que todo regalo verdadero es recíproco, el que da no se priva de lo que da, dar y recibir son los mismo... Y aclaré que yo empecé a hacer Diletante creyendo que le regalaba algo a mi madre, y en la mitad del camino comprendí que el regalo me lo estaba haciendo ella a mí. Y es así: ahora tengo una profesión nueva, dejé de ser una veterana de teatro para convertirme en una aprendiz de cine.

¿Cómo aparece esa perfecta banda musical, la comedia musical de Gilbert y Sullivan, que se conjuga con los sonidos de la naturaleza y hace cantar a los árboles?

–Mirá, la compañía de cine que estoy montando se llama Basante, que en árabe significa simplicidad, algo que para mí es la clave de todo. Te cuento: un día mi mamá estaba armando un rompecabezas y le pedí que pusiera una música, ella eligió un fragmente de HMS Pinafore y en ese instante entendí que esa iba a ser la música de la película. Y el día que hubo viento y vi a esos árboles ondulando, bailando, escuché en mi cabeza ese tema de la comedia musical, salí corriendo y agarré la cámara. Todo gracias a que estaba con las antenas paradas y a que había aprendido hace rato que hay que ir a buscar a las fuentes. Esa música tiene el tono ligero, brillante, optimista, desafiante tan propio de ella, que se trasluce en Diletante: tengo 80 y me la rebanco.

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