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Viernes, 4 de junio de 2010
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Entrevista > Alejandra Flechner

La más valiente

Alejandra Flechner convertida en Juana Azurduy deja al descubierto toda su potencia dramática y revolucionaria. La biografía de una mujer mítica y poderosa en el cuerpo de una actriz dispuesta a dar batalla vuelve a poner en escena los valores heroicos que suelen atribuirse, aún hoy, solamente a los señores.

Por Irupe Tentorio
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“Perdón, es el tránsito, vos viste cómo está la ciudad a esta hora...” Desde un principio Alejandra quiebra cualquier silencio con ese humor irónico que tan bien sabe desparramar. Sin pudor alguno sus carcajadas son fuertes, arenosas, válidas, de una mujer que pisa fuerte cualquier baldosa. Sus diferentes trabajos como actriz fueron atravesados por ese humor que la distingue a ella del resto y que elige sostenerlo a lo largo de su carrera. “Yo hice muchas cosas, hasta Eva Perón de Copi, en donde Perón estaba abandonado en un rincón.” “Esa no fue la única obra que hice de Copi, también hice de enfermera en Una visita inoportuna.” Como anillo al dedo le calzan estas dos obras inundadas de confrontación e ironía que tan bien Copi supo contar allá por los años ochenta.

Sí, el humor desde ya es algo que la destaca a la Flechner, pero también hay algo más que sobresale en ella: su presencia enfundada en cualquier personaje que elige, ya sea en televisión o en teatro. “Yo soy bicho de teatro, me siento en casa cada vez que tengo que trabajar en una obra teatral. Voy, vengo, hablo con los técnicos, con el director, ése es mi lugar”, detiene su hablar casi alborotado y remarca: “Lo huelo desde lejos, son muchos años ya de tablas”.

Ese recorrido salpicado por los escenarios de Buenos Aires y demás provincias, la llevó hoy –al fin– a empaparse de Juana Azurduy. Esta Juana representada por Alejandra tiene su sello humorístico, pero como ella misma dice, “ensamblado con mi vena dramática”.

Esta obra –que se presenta cada semana en el teatro Regio– traza una silueta biográfica de aquella heroína guerrera del siglo XIX de América latina. En esta oportunidad este teatro se llena de imágenes en donde la obra Santa Juana de América atraviesa la vida de la Azurduy repartida por el amor a su esposo Manuel Asencio Padilla, con quien formó una familia, sus sacrificios y la indiscutible fidelidad a su pueblo equiparable en intensidad y compromiso en su corazón.

Doña Juana Azurduy perteneció a ese pasado de la vida nacional donde la política y la guerra formaban parte de la domesticidad de los hogares patricios. “Cada detalle que leía de su vida se me caía la mandíbula, es increíble la fuerza que supo tener para dar batalla a capa y espada a un ejército de más de diez mil soldados. Fue lamentable que luego de tanta lucha en aquellos años, al final de su vida haya sido olvidada de la forma que ocurrió.” Azurduy sólo obtuvo el reconocimiento de una escasa pensión de 60 pesos que luego Sucre aumentó a 100; sin embargo, ésta sólo fue pagada por dos años. Ella vivió más de lo que quiso, su muerte llegó a sus 82 años. Miserable y olvidada, esperando ansiosa la muerte en su banco de paja, la cual, según los indígenas que la cuidaban, parecía no llegar nunca.

¿Imaginás alguna razón en particular en la elección de su título, puesto por Andrés Lizarraga?

–Es un título muy rimbombante, quizá se relacione con Juana de Arco y haya sido ésa la pretensión del autor: mostrar una santa de América. Esa podría ser una posibilidad, crear otra Juana hecha una guerrera pero de nuestra tierra.

Buceando un poco en el imaginario de Juana Azurduy, ¿crees que hubiera estado de acuerdo con ese nombre?

–Imagino que ella no hubiera querido ese nombre para una obra teatral. Tendría que haberse llamado Juana Azurduy “a secas”; es más, pienso que hasta Padilla hubiese estado de acuerdo con esa decisión, ya que él se enamoró de una mujer que era una mujer al pan pan y al vino vino.

¿Cómo transcurre la historia de Juana Azurduy en esta obra teatral?

–El director –Hugo Alvarez– al principio se cuestionó cómo llevar a escena una versión que responda a los tiempos que corren, teniendo en cuenta los cambios que la sociedad argentina atravesó. Ante este cuestionamiento decidió reducir la obra teatral original que duraba tres horas a una hora cuarenta y cambiar algunos elementos históricos que a él le parecieron sumamente importantes; por ejemplo, la carta de Manuel Asencio Padilla al general Rondeau. Se trató de recuperar una verdad silenciada. Además hay un momento importante en el que por medio de imágenes se proyecta a Castelli comunicando su apoyo a este matrimonio político por su lucha. La puesta en escena tiene momentos muy al estilo del dramaturgo Bertolt Brecht, con esto quiero decir: cada escena que se cierra yo me alejo del elenco y cuento –al borde del escenario– los acontecimientos que se suceden.

¿Cómo armaste este personaje revolucionario? ¿Tuviste en cuenta algún referente contemporáneo?

–Esa fue una pregunta para mí que rondó un buen tiempo por mi cabeza y además sabiendo que nuestro director quiso rendir homenaje a las mujeres en la figura enorme de Juana Azurduy...“gran compromiso”, así que por un lado tomé como referente a una dirigente popular y en ese momento pensé mucho en Milagros Sala. Por otro lado me cuestioné bastante cómo llevarlo corporalmente. No sabía si entrenar kung-fu o kendo, no porque en escena ella dé batalla, sino porque esa fuerza que ella llevaba en el alma se reflejaba en su cuerpo y eso era importante: reflejar esa fuerza desde lo corporal. Pero una vez ya metida de lleno en la obra, me di cuenta de que yo también encontré esa fuerza en mí, así que dejé de lado la idea del entrenamiento corporal y me hice Juana.

Cuando fuiste convocada para este personaje, ¿cuáles fueron las primeras imágenes de Juana Azurduy que impactaron en vos? ¿Cómo te la imaginabas?

–Una de las imágenes que más me erizó fue lo que sucedió en la batalla en 1814 contra los realistas en defensa de Santa Cruz, donde Juana tuvo que dar un sablazo mortal al sargento Loayza en su defensa y la de su hija recién nacida que acunaba en sus brazos. Luego de esto gritó unas cuantas palabras en quechua a los soldados de Loayza que notablemente quedaron paralizados ante semejante ferocidad y también cuando se plantó frente a Alberto Acuña –terrateniente de aquellos años– y no se dejó manipular por su poder. A pesar de sus necesidades, Juana decía: La propuesta de dinero y otros intereses sólo debería hacerse a los infames que pelean por su esclavitud, mas no a los que defendían su dulce libertad, como él lo haría a sangre y fuego. Ante todo imagino que fue una mujer muy perseverante con sus ideales. Con una fuerza indiscutible. Hay que tener coraje para agarrar un sable y salir, a la madrugada, durante años, a matar o morir. También me cautivó ese romance tan pasional que tenía con su marido, se comenta que Juana fue una mujer muy apasionada, y esa pasión ocupaba un lugar predominante en su vida. Por ende su relación con Manuel Padilla no sólo fue en la lucha libertaria sino además en el frenesí amoroso.

¿Qué fue lo que te cautivó de esta mujer?

–Muchas cosas, pero su determinación y su fuerza fueron dos cualidades que me ayudaron a construir este personaje que llevo a escena. Cada detalle que leo de su historia, me eriza la piel. Desde esa intensa relación que tenía con su marido, hasta la lucha que dio con su hija de poco meses en brazos. ¿Cómo no puede cautivarte una historia así? A una mujer apasionada como yo le resulta imposible ser indiferente a una historia de vida como la de ellos.

¿Cuáles fueron las razones por las cuales aceptaste este protagónico?

–Me interesan los trabajos que tengan mística. Si no hay mística para trabajar, me la invento: es el fuego sagrado para mí. A esto se agrega que a mí me gusta personificar a mujeres fuertes y también es cierto que ésta fue una buena oportunidad para darle una vuelta de tuerca a mi camino como actriz, ya que yo estoy muy vinculada con el humor pero, sin embargo, yo tengo una bisagra muy dramática que es una herramienta más dentro de este humor que hace años me acompaña. Yo me considero una actriz que puede abordar cualquier tipo de papel. Este personaje me pareció increíble y además sentí que tenía mucho que ver con mi historia de vida. Para mí lo novedoso era que nunca me había tocado hacer un personaje preexistente así. Por lo tanto me encontré con un desafío nuevo que me cautivó de lleno. Es muy valioso para una actriz poder atravesar por ese proceso, hay algo que traspasar y el cuerpo es la clave, ya que aquélla era gente dispuesta a luchar cuerpo a cuerpo por cosas que pensaba.

¿Cuáles son esos puntos en común que te unen con este personaje histórico?

–Ironía, rebeldía, la pasión por sus elecciones...en pocas palabras, darle pelea a la vida desde las convicciones de cada uno. Confrontando cuando hay que confrontar y no callando cuando no hay que hacerlo y sin dudas Juana Azurduy tuvo una frontalidad con la cual yo me identifico y pienso que hoy esa realidad se refleja en todas nosotras, las mujeres siguen dando pelea, hay que seguir dando pelea.

Este año en Sucre, Bolivia, Juana Azurduy fue nombrada por el presidente Evo Morales y nuestra presidenta Cristina Fernández de Kirchner “Generala a la heroína de la Independencia”.

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