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Viernes, 3 de septiembre de 2010
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la venta en los ojos

La familia no se mancha

Las publicidades de artículos de limpieza proponen una especie de Guerra Santa contra las bacterias. Y todo en nombre del amor maternal.

Por Graciela Zob
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¿Nos curamos de la Gripe A? Aquí, en México, en el resto del mundo, aquello que iba a matarnos ¿se disolvió a fuerza de alarmas o, tal vez, quién dice, de buenas prácticas sanitarias? Es posible, apresuradamente podríamos sugerir, que a veces los peligros de muerte respondan a los últimos gritos de las modas. Pero, en fin, con este frío y con lo asustados que vivimos el invierno pasado, no es ánimo de esta columna sacar a pasear otra vez el fantasma de los contagios, las epidemias. Ocurre que sea cual fuere la situación de esta gripe y de otras gripes menos famosas, de lo que no quedan dudas es que su irrupción en la agenda mediática nos ha dejado como secuela una sensibilidad especial por la pulcritud. Empezamos agotando en las farmacias los geles para manos y terminamos con el objetivo de que nada quede liberado al azar, o sea del trapo o líquido mágico que todo lo combate y lo mata. Toda superficie, más allá de su apariencia, puede ser sospechada de asesina. Una pureza revalorizada, bacterialmente hablando, claro y que las agencias publicitarias han interpretado en clave de lucha con lo invisible que habitaría agazapado en cada hogar. Y ahora sí, más allá de los números, dichas bacterias y gérmenes que, por otro lado, han estado formando parte de nuestra familia desde la primera cita, tendrían un poder devastador. Y el ama de casa, ahora lo sabe. Y el ama de casa, ahora tiene que comprar estas nuevas esponjitas. Porque si no, no está demostrando el amor que siente por los suyos. Porque si no, tal vez todos se enfermen. Y ella ya está avisada. A la proliferación en las góndolas de paños, toallitas, geles antibacterianos y viejos limpiadores reforzados ahora por fórmulas que eliminan efectivamente el 99% de bacterias y ayudan a prevenir las enfermedades causadas por estas bacterias, se suma una estética publicitaria que asocia cierta paranoia por lo inmaculado con el amor y la salud. Publicidades de estos artículos que hasta el momento venían torturando con la escena de la mujer fregando y fregando hasta recibir la ayuda de algún musculoso o de una fórmula científica que ella no entiende ni entenderá jamás, ha cambiado por una especie de guerra santa contra innumerables bichos de terror que conviven con toda la familia. “Combatir” y “ganar la batalla”, luchar contra son algunas de las consignas. En la misma lógica del culto a la seguridad, vemos cómo se va construyendo un mensaje donde los puros, esos niños hermosos que juegan mientras sus madres limpian y les sonríen, deben luchar, atrincherarse contra lo extraño, que ni siquiera da muestras de serlo, pero que está.

Mientras tanto, los expertos advierten que los productos antibacteriales son para casos específicos, como, por ejemplo, higienizarse las manos antes y después de lo que sea, la obsesión por matar personajes de película de terror, no le hacen bien ni a la psiquis ni al ecosistema.

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