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Viernes, 17 de septiembre de 2010
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Resistencias

Pasiones de estudiantes

Cuando hablan las estudiantes secundarias, al reclamo por las becas y la situación edilicia se le suma otro: la necesidad de que la educación sexual entre en las aulas de manera permanente. Porque aunque se incluya en la exigencia colectiva la necesidad de que la secundaria tome en cuenta la gran cantidad de alumnos y alumnas que se convierten en padres y madres mientras están en la escuela, las chicas saben que lo urgente es que el derecho a decidir sobre sus cuerpos sea algo de lo que sí se habla. La organización, el enfrentamiento con los medios, la mirada acusadora de quienes estigmatizan a los y las adolescentes y la toma de colegios en la palabra de las protagonistas.

Por Luciana Peker
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“Escuela tomada” dice el cartel que indica la entrada de la Escuela Media Julio Cortázar, de Caballito. Antes de ingresar, tengo que dar mi nombre y mi apellido. La escuela está tomada. Pero no descontrolada. Se fijan quién entra y quién sale. Al fondo, hay una clase abierta. En la puerta, una guardia de adolescentes con una canastita de preservativos para enseñar a cuidarse, a pesar de que la escuela no se lo enseña. En el pasillo, algún colchón. Y una ronda en la que se discute, se charla y se propone.

Las chicas de varios colegios que se juntan para hablar con LasI12 sobre su experiencia a lo largo de esta lucha por la escuela pública (y por hacer pública su voz) se amuchan en el pasillo y empiezan a apuntar deseos y definiciones. Aunque cuando quiero escribir y apoyar el cuaderno que está en el aire, al pupitre largo que creía escritorio se le sale la tabla como si la ley de gravedad quisiera demostrar per se la dificultad para escribir que genera la inseguridad edilicia.

Pero no es metáfora y la tabla se cae (bajo la responsabilidad de esta cronista) en el pie de Rocío. Ella salta en una pata por el peso del escritorio. Y yo le prometo –tal vez por la gimnasia del sana sana– que le voy a pedir perdón públicamente. Y por eso lo escribo. Perdón por apoyar mi cuaderno en un tablón de escuela pública. Y gracias por dejarme ver que aunque la escuela pública cruja, son ellos y ellas, estudiantes, quienes la están sosteniendo e incluso mejorando.

El viejo escudo ovalado (que ya está en desuso) con los barquitos que navegan por la vieja “Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires” muestra que el Estado se quedó atrás –hasta en su denominación, que ahora es Ciudad Autónoma de la Ciudad de Buenos Aires– en la impronta que deja en el frente de la escuela. Es sólo un sello. Pero un sello oficial que marca el olvido. Ahí no hay amarillo PRO, ni menos, amarillo con H de hacer, como en las calles donde se tapaban baches. Pero sí replicas –también en amarillo– que dicen “Vos nos tomás el pelo, nosotros los colegios”.

Mariel no tiene miedo a avanzar. Ni vértigo. Se trepa a las rejas y cuelga un reclamo por “Becas y viandas”. Pide una tijera. Pero no hay. Entonces, arranca filo de sus dientes e hila el pedido con el ancestral poder de hilvanar de las mujeres (que cuelgan los afiches entre retazos de telas estampadas en flores) y la fuerza generosa, filosa y nueva de esta generación. Mariel da un salto cuando el cartel ya está firme. Y el salto se convierte en el salto de todas.

Bárbara escribe con sus manos adornadas de semillas “Reformas edilicias ya” mientras da vida a un nuevo cartel que va por más. Y el más es también su alegría. “Es re de nena mi letra”, ironiza sobre sus dedos engalanados por una piedra turquesa.

La comodidad de Mariel muestra otra cara. Muchos medios atacan a todos los estudiantes por tomar los colegios y otros les dan lugar a su voz. Sin embargo, el sexismo pone su filtro. Por ejemplo, hace dos semanas, cuando fueron tres chicos y una de las chicas que forman parte de esta entrevista –que prefiere reserva– a un estudio de televisión, a ella no la dejaron pasar. Le preguntaron si quería hablar. Ella dijo sí. Pero la relojearon con desconfianza. Y la dejaron atrás de cámara.

A la que no le pasó eso fue a Meli, que se hizo conocida por enfrentar al periodista Eduardo Feinmann cuando la acusó de no querer estudiar y de otras vaguedades por el estilo, sin que su decisión, firmeza y dulzura perdieran el pulso, ni el discurso. El de muchas. A las que vale la pena escuchar.

–¿Por qué tomaron los colegios?

Mariel, 16 años, 4º año del Julio Cortázar: –En el 2008 con las tomas fue la única manera en la que pudimos conseguir las treinta mil becas que habían recortado. Y ahora llegamos a esta medida después de pedir por Internet, por formularios, por cartas y otras modalidades a las que no les prestaron atención. Por eso, comenzamos con las tomas el 23 de agosto, las suspendimos el 28 y las retomamos el 6 de septiembre después de la reunión con el ministro de Educación (Esteban Bullrich), en donde había 63 colegios pero sólo aceptaron hablar con los que estaban tomados y nos dieron soluciones exclusivamente para diez escuelas. A pesar de que hasta ahora se ejecutó sólo el siete por ciento del presupuesto para infraestructura. Por eso, decidimos volver a tomar los colegios. Si no usan el ciento por ciento del presupuesto, el año que viene lo van a reducir.

Melina, 17 años, 5º año del Julio Cortázar: –El problema es que si el presupuesto para educación no se ejecuta, se utiliza para otra cosa. Y al año siguiente se designan menos fondos para educación con la excusa de que no son necesarios ya que sobraron. Y eso es lo que viene sucediendo desde que asumió (Mauricio) Macri, en el 2008.

Rocío, 18 años, 5º año del Mariano Acosta: –Estamos en una emergencia edilicia y nos vienen boludeando desde hace rato. Pero, salvo en los subsidios a la educación privada, se recortó toda la inversión educativa.

Sofía, 16 años, 4º año del Julio Cortázar: –Por ejemplo, este colegio tiene problemas con la electricidad y no se pueden enchufar dos grabadores a la vez, a pesar de tener orientación en comunicación y contar, supuestamente, con un estudio de radio que no se puede usar a pleno. Tampoco hay prácticamente estufas.

–¿Cuáles son los otros reclamos más allá de los problemas de infraestructura?

Bárbara, 17 años, 4º año del Julio Cortázar: –La educación sexual está en la teoría, pero no en la acción.

Sofía B., 16 años, 4º año del Julio Cortázar: –En el Urquiza, que es un colegio de población humilde y donde muchas de las chicas tienen hijos, el mayor reclamo es la construcción de una guardería para que las alumnas puedan seguir estudiando. No todos saben que es un derecho ir a pedir preservativos al hospital. Pero además, cuando vas al Hospital Alvarez a pedir anticonceptivos, preservativos o anticonceptivos de emergencia te dicen que no hay. Y una profesora nos dijo, directamente, que no podíamos hablar ni de aborto ni de anticoncepción de emergencia.

Julieta, 16 años, 4º año del Colegio Esnaola: –Sentimos un incremento del embarazo adolescente a raíz de la falta de educación sexual.

Rocío: –Los reclamos de género son de todos. Hasta ahora la educación sexual no se implementa en ningún colegio y eso nos afecta a las chicas y a los chicos.

–¿Se sienten parte de una nueva generación que vuelve a apostar a la política?

Rocío: –La gente se alejó de la política por tener que cuidar el último mango y nosotras estamos volviendo a pelear. No se trata de recuperar un proyecto perdido, sino de reconstruir una juventud que se reconozca como actor político.

Sofía B: –Sí, para mí ésa es la apuesta. Pero es un camino larguísimo. Nosotras luchamos por algo mejor que la infraestructura y las becas escolares. Se tiene que entender que somos las que vamos a venir.

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