Viril hasta donde se asoma esa impertinencia de labios y excelente imitador de Cary Grant (tan bueno era que lograba que nos olvidáramos de que le faltaba altura), Tony Curtis es Josephine, la saxofonista de la banda de mujeres en Una Eva y dos Adanes (Some Like It Hot, de 1959 y dirigida por Billy Wilder).
Maquillada, con peluca y en una bañera cubierta con espuma, con una blusa marfil con picos en el escote o con aros de dos perlas, Josephine siempre está mirando –en esta historia mirar a una mujer y desearla es lo mismo– a Sugar (Marilyn Monroe). Con cara femenina, el estrangulador de Boston (pelĂcula que protagonizĂł en 1968), siempre tuvo un Ămpetu, un ictus y un acento vulgar que cultivĂł como nadie en esa mescolanza social impuesta por la mescolanza de la Ă©poca. CĂłmo no recordarlo en los comienzos de los años setenta The Persuaders (Dos tipos audaces con Roger Moore).
Pero dejemos a Bernard Schwartz –era ese su verdadero nombre– y a los suburbios del Bronx donde naciĂł el 3 de junio en el seno de una familia hĂşngara y volvamos a rouge carmĂn y a las ligas de Josephine.
En las anécdotas que se cuentan y que se desmienten, Billy Wilder recordaba a Tony deambulando por el set un poco avergonzado con sus vestidos, mientras que muy cerca y con tacos altos Jack Lemmon (Daphne, la chica del contrabajo) se paseaba muy orondo.
Josephine es Joe, quien se viste de mujer para huir de los gánsters que lo persiguen por haber sido testigo de la matanza de San ValentĂn en un garaje. En un viaje en tren a Florida usando medias de seda, rimmel y corpiño conocerá a la mujer de su vida. Pero otro disfraz espera en el perchero del camarĂn del señor Curtis, el de un millonario petrolero, galán indiscutido e irresistible. En esa mezcla de identidades Curtis será sinĂłnimo de comedia refinada mientras que para Lemmon y su Daphne están destinadas las risas incontenibles y sonoras que detonaron el dĂa del estreno y que vuelven a escucharse cada vez que alguien vuelve a verla. Le dice Daphne a su enamorado Osgood Fielding (Joseph Evans Brown) “¡No me comprendes Osgood! Aaah... ¡Soy un hombre!” / Osgood: “Bueno, nadie es perfecto”.
SĂłlo disfrazado de mujer un hombre conocerá el engaño amoroso y el devastador dolor del abandono, sĂłlo disfrazado de mujer besará a otra entre lágrimas y balbuceará sentencias indudables: “No hay hombre que lo valga”. Engaños de enaguas y batas de toalla, engaños de placard que no hacen otra cosa que develar sentimientos, quizás porque el engaño es un acto verdadero y respetable en las pelĂculas de Wilder.
Hace unos dĂas, cuando Curtis muriĂł muchos blogs se encargaron de contar que su ataĂşd fue cubierto con una bandera norteamericana y que junto al actor se depositaron “algunas de sus más preciadas posesiones: un sombrero de vaquero Stetson, una bufanda de Armani, unos guantes para conducir, un iPhone y un ejemplar de la novela de Hervey Allen Anthony Adverse, que inspirĂł su nombre artĂstico”.
¿Cuál de todos estos objetos lo habrá elegido Josephine?
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