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Viernes, 12 de noviembre de 2010
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Pasadas de moda

Por Victoria Lescano
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“Empecé a fotografiar moda desde pequeño y sin advertir que lo estaba haciendo, era simplemente un juego con disfraces en el cual yo armaba una escena y sacaba fotos con una vieja Etra Commodor y unos veladores tipo campana que hacían las veces de luces de estudio”, sentencia Fernando Ciraudo sobre sus inicios en la fotografía. Cuenta además que desde niño fue habitué de cursos de fotografía y recuerda cierta compulsión por situarse detrás de la cámara, junto a las luces y los fotómetros. Agrega que transitó salones y concursos varios, aunque “cualquier intento de armar y producir situaciones fotografiadas no estaban bien vistos en ese entorno”. Ya en el secundario acostumbró llevar una camarita de bolsillo y oficiar de reportero de situaciones cotidianas. Pero fue a fines de 1980, con 17 años, cuando Fernando Ciraudo —silueta espigada y elegante, pelo rojizo— empezó a transitar la escena de Buenos Aires en un itinerario non stop del Parakultural hacia el Nómade Club, pasando por el bar Bolivia, los clubes Cemento y Palladium, y el Garage H. Sentencia Ciraudo sobre los modos y estilos imperantes en tales circuitos: “Por entonces la moda se respiraba por doquier, todo el mundo tenía un look o un raro peinado nuevo, del extremo new romantic al cheto más arquetípico. Con mis amigos pasábamos mucho tiempo armándonos outfits para salir y veíamos mucha moda extranjera para inspirarnos. Y los sábados para ir a una fiesta hacíamos nuestra propia interpretación de una etiqueta extranjera”.

Muchas de esas producciones caseras y tomas entre amigos dispararon Pasadas de moda, la muestra que la galería virtual Red Galería —dirigida por Santiago Bengolea— le propuso a modo de rescate de su material retro de la moda en Buenos Aires. Los resultados se exhiben online y hasta fines de noviembre en cuatro salas virtuales con sólo clickear www.redgaleria.com

¿Con cuáles criterios elegiste a los personajes y las tomas que componen la muestra?

—Traté de que hubiera un poco de cada año, porque cuando empecé a revisar los negativos me di cuenta de que hacía 20 años que venía tratando de hacer fotos de moda, y eso me dio una perspectiva distinta del tiempo. Y la muestra se generó desde ahí. Al comenzar a editar las fotos traté de que pudieran leerse con un criterio un tanto editorial, como si se hojeara una revista, y la segunda selección fue por una cuestión meramente estética. Además apliqué una cuestión metafísica que está representada por la secuencia numérica 34:21 (en la muestra hay 21 cuadros con fotos tomadas en 34 ocasiones distintas). Así, una foto de Fausta Fabris vestida por Christian Dios ilustra tomas hechas mientras Christian filmaba el corto de presentación de su colección Mercedes, que era un mix de haute couture con ropa deportiva hecha con unas telas gigantes que habían sido banners publicitarios de la marca de autos. El corto se llamó Un Capoto Mercedes y se presentó en la Fundación Banco Patricios. Como casi todo lo que hago cuando fotografío, surgió una tarde entre amigos, y estábamos además de Fausta, Christian y yo, Analía Cacciamani, que hacía el make-up, e Inu Gliemo, que era la modelo de la versión noche del capoto. Arrancamos en la casa de Christian con el make-up, luego fuimos al Teatro Colón porque queríamos grandes columnas. Continuamos en el Abasto y de allí a una tienda de discos y otra de juguetes.

También hay tomas documentales del diseñador Pablo Simón.

—Con Pablo empezamos a hacer cosas juntos en la época del Salón Puteaux, y luego trabajamos juntos en El Cielo y en Club Caniche. Hacíamos un poco de todo: el scouting, el make-up y estilismo, él hacía la ropa, yo hacía las fotos. Nos la pasábamos bomba. Y muchas veces Pablo era el modelo más apropiado para sus propias prendas. El Nijinsky de la muestra es él mismo, y las fotos están hechas en el living de la casa de Lili, que es a su vez la Marie Antoniette de la otra foto. Considero que las fotos de Roxana Harris —actualmente estilista de moda— marcaron un hito para mí, porque era la primera vez que fotografiaba a una modelo conocida, y ella fue dueña de una paciencia y delicadeza muy grandes al someterse a mi estilo tan underground.

Documentar, trabajar con estilismo espontáneo, ¿cuál considerás que es tu trademark en la fotografía de moda?

—Sacar movido o fuera de foco, y tal vez una cierta tendencia a desdibujar el género en cuanto al estilismo, que me gusta que sea siempre lo más espontáneo posible, aunque siempre el perchero se arma con una premisa. La documentación pasa más por ser como un coleccionista, me gusta tener ciertas prendas y conservarlas, ya sea porque las admiro por su construcción o por alguna cuestión sentimental. Me gusta quedar atento a cómo el diseñador puso una pinza o cómo construyó un recorte de la silueta, me gusta mucho la parte arquitectónica de la moda, que es lo que más me cuesta entender como lenguaje.

Vale destacar que además de su actual trabajo en una aerolínea y en tierra firme, Fernando asiste a la dj Carla Tintoré en cada edición y en la labor de musicalizar pasarelas para Baf Week, y allí en las naturales esperas entre uno y otro desfile toma fotos de los modelos. “De a poco las fotos empezaron a circular y fueron bien recibidas, entonces empecé a documentar con una intención más seria. Por esas fotos de back en Baf Week alguien que no conocía me invitó —a través de Internet— a ayudarlo a cubrir el detrás de escena de las semanas de moda masculina de París y Milán, tuve la posibilidad de ir y me gustó la experiencia. La temporada siguiente, uno de mis amigos más queridos iba a trabajar como modelo también a París y me propuso viajar con él; y allí fui. El y sus colegas me facilitaron el acceso al back y terminé fotografiando el tras bastidores de los desfiles en Europa. Ese material fue publicado y se abrió una nueva puerta.

¿Cuál fue el disparador de tu gusto por la moda?

—Al gusto por la moda lo traigo en los genes. Mis tías abuelas paternas tenían un taller de alta costura, mi mamá siempre tenía la Singer a mano para inventarse un outfit de último momento y mi viejo era un petitero. De niño, uno de mis juegos favoritos era lo que ahora llamo “hacer producción”... que no era más que disfrazarme revolviendo los placards, disfrazar a mis amigos y después fotografiarlos. En el secundario me gastaba la plata de los apuntes para comprar L’Uomo Vogue, Vogue Hommes y GQ, porque siempre me atrajo más la moda masculina, algo para lo que prácticamente no hubo mercado y ahora está explotando. También en la infancia hubo un momento de hacer figurines de moda. En la época del new romantic, a fines de los ’80, nos producíamos mucho para salir, y me atrevería a decir que la producción en sí era casi más importante que la salida. Nos pasábamos horas inventando looks y arreglando cosas para vestirnos a la noche. Pero quienes verdaderamente me atraparon en la moda fueron Thierry Mugler, Jean-Paul Goude y Serge Lutens, quienes ampliaron mi gusto por el diseño, el estilismo y el maquillaje, respectivamente. Claro que me gusta mirar el trabajo de todos los diseñadores, en todas las colecciones encuentro algo que a mí me serviría para mi propio estilo. De los que están comenzando me gustan Li-Torres desde lo constructivo, Fernando More desde lo dramático y Bossini-Pithod, que tiene a mi criterio una cuestión muy romántica en su propuesta.

Fin de sus enunciados y el imperativo de visualizar el clip de su toma en bastidores de 2000, casi el bonus track de la muestra online. Allí, en París, los guapos modelos argentinos for export de Civiles en las pasarelas Dior Homme, a Lagerfeld ultimando detalles de moda, un cameo de la editora Diane Pernet, con quien el fotógrafo desde niño posó en un viaje en metro. También hay escenas del décimo aniversario de Ramírez en el Alvear Hotel y de momentos Baf Week. Todo con edición contemporánea y un soundtrack vertiginoso y festivo.

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