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Viernes, 17 de diciembre de 2010
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La lideresa

Por Angeles Alemandi y Juana Celiz
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La frase pasó a retiro. Decía que un gobierno es guapo si se anima a poner a una mujer a liderar no cualquier ministerio, sino Economía y Defensa. En Argentina dimos vuelta la media. Hace rato que una generación de mujeres fuertes ocupa no sólo la cartera de Desarrollo Social o la de Producción: Economía, Defensa, hasta al sillón presidencial le llegó el momento.

El martes, Nilda Garré trabajó por última vez en su despacho del Edificio Libertador, al que llegó hace 5 años con un cargo jamás ocupado por una mujer. Jamás es mucho tiempo. Néstor Kirchner la llamó para reciclar y modernizar las FF.AA. “Para desnazificarlas”, como sin sutilezas dijeron otros. “Hubo más preocupación por mi procedencia política que por ser mujer”, dijo a este diario Garré cuando empezaba su revolucionaria gestión en la cartera de Defensa.

Ambas fortalezas —convicción política y conciencia de género— la hicieron alinearse con la tendencia que muestra por dónde se modernizan los Estados (al tiempo que en nuestras instituciones militares circulan libritos de Avon). Garré firmó cambios históricos: dio la oportunidad a las mujeres de formarse en cargos jerárquicos. Creó el Consejo de Políticas de Género. Promovió medidas que otorgan derechos: beneficios para embarazadas y lactantes; no más discriminación ni castigos para madres o padres solteros o por vivir en pareja o por ser madre soltera. Ya no hay que pedirle permiso al jefe para casarse. Reformó el sistema de justicia militar hasta denunciar el acoso sexual como una falta disciplinaria grave. “Todo el tiempo corroboramos si esto se cumple. Porque hoy la normativa existe y las mujeres deben conocer estos derechos que les permiten igualdad de oportunidades en su carrera”, reconoció.

“Hay muchos méritos que destaco de su gestión —subraya el antropólogo Máximo Badaró, doctorado por la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales (Ehess-París), cuya tesis fue una investigación sobre la socialización de los cadetes del Colegio Militar de la Nación—. Pero voy a mencionar la creación de espacios de debate entre militares, funcionarios y académicos en torno de intereses comunes vinculados a las Fuerzas Armadas. Esta gestión materializó con acciones concretas la idea de que para diseñar políticas públicas sobre el campo de la defensa y ejercer el mando civil de las Fuerzas Armadas primero es necesario conocerlas a través del diálogo con sus integrantes y con diferentes actores interesados en estas temáticas. Espero que la nueva gestión profundice estos avances.”

El viernes pasado a la mañana, Garré seguramente pensaba que estaba hecha, que ya podía dormir tranquila. Que estaba dibujando una historia más que interesante para levantar alta la frente de los nietos que algún día quizás les traerán sus hijas (una socióloga, la otra psicóloga) y su hijo (el doctor). Pero no. Una semana después, ya está al frente del flamante Ministerio de Seguridad, creado como reacción ante la toma del Parque Indoamericano. Le toca el control directo de otros uniformados: Policía Federal, Aeroportuaria, Gendarmería, Prefectura. Ya avisó que la política de no reprimir con fuerza la protesta social seguirá firme.

No en vano Garré es escorpiana. Signo intenso, dicen. Nació un noviembre de 1945 en San Telmo. La política era una callecita más en su vida. De las empedradas. Tenía diez años cuando derrocaron a Perón. Su papá, entonces, era diputado justicialista. “Esta circunstancia –dice en su www.nildagarre.com.ar– me hizo sufrir las consecuencias de la persecución política que vería repetirse tantas otras veces en nuestro país.” Su compañero de toda la vida, Juan Manuel Abal Medina, también fue su compañero de militancia.

A los 22, ya tenía el título de abogada. A los 27 fue elegida diputada nacional: se convirtió en la mujer más joven en ocupar ese puesto representado a la Juventud Peronista. Y estuvo ese 17 de noviembre de 1972 en el mismo vuelo que trajo del exilio a Juan Domingo Perón. Desde entonces no levanta el lápiz con el que traza su recorrido. Ocupó diferentes cargos, atravesó transversalmente cada coyuntura con la perspectiva de los derechos humanos.

Ahora, después de que se han deshojado tantos calendarios, tantos gobiernos, tantos funerales, a ella la llaman: “Sí, mi generala”. Cinco años de trabajo trajeron, como todo en la vida, amigos y enemigos. Los últimos son los que nunca olvidan cuando dijo: “¿Qué son los fusiles FAL?”, y la detestan por haber defendido a Chávez. Sienten que ella mira de reojo la institución militar quizá más de lo que ellos desprecian su condición de mujer.

Los amigos estos días llenaron su Facebook de mensajes. Roberto dice: “Te encomendaron como un soldado más”. Mariano escribe: “Hay ruiseñores que cantan encima de los fusiles y en medio de las batallas”. Gabriel, de la Red Argentina de Desarme, le desea lo mejor. Claudia subraya que Garré “honra el género”. Ella contesta tarde: “Trataré de estar a la altura de la confianza que me otorga nuestra Presidenta”.

En ese rincón cibernético, Nilda Garré viste una sonrisa fresca, el pelo al viento, las cejas que parecen más anchas si se enoja. Allí se manifiesta agnóstica, con ideología política de centro izquierda y seguidora de Piazzolla, Calamaro y de los Músicos Militares. Parece una mujer común y corriente. Acaso eso es lo que tranquiliza de su presencia. Lo que promete.

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