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Viernes, 24 de diciembre de 2010
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Violencias

Lo que queda del fuego

El 11 de diciembre, Alejandra Rodríguez fue rociada con alcohol y prendida fuego por su ex marido, Hugo Antonio Liendo. Hoy pelea por su vida en el Hospital del Quemado y es la víctima número 16 de una modalidad que se replicó en 2010: hombres que incendian a sus compañeras o ex parejas y luego dicen que ellas quisieron suicidarse o que las llamas fueron producto de un accidente. Aun con una ley para la erradicación de la violencia contra las mujeres vigente, estos casos en donde las denuncias se vuelven inútiles y hasta peligrosas –por la indefensión en que suelen quedar las víctimas frente a las represalias de quien fue denunciado– dan cuenta de que la herramienta legal es apenas un primer paso.

Por Flor Monfort
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WANDA TADDEI

Alejandra Rodríguez es una de las 16 mujeres que fueron rociadas con un combustible y prendidas fuego (estando vivas y conscientes) por sus parejas o ex parejas, en este año que termina. Como ella, otras siete mujeres sobrevivieron a este ataque, y las secuelas que portarán en sus cuerpos son marcas de por vida, cicatrices que el tiempo difícilmente logre borrar. Hugo Antonio Liendo y Alejandra Rodríguez se habían separado en noviembre. Liendo tenía tres denuncias de Alejandra por golpes y amenazas, pero ninguna de ellas fue ratificada. Y en la madrugada del sábado 11 de diciembre decidió abrirle la puerta para recibir la leche que él había prometido llevarle. Una vez adentro de la casa, y con su hija de 4 años durmiendo, Liendo le tiró alcohol y la prendió fuego con un fósforo, provocándole quemaduras graves en el tórax, los brazos y el cuello. Pero Alejandra pudo apagar las llamas y llegar al Instituto del Quemado, donde permanece internada y desde donde, según su hermana María, pudo contar lo que pasó. Sin embargo, Liendo está prófugo.

Según el Observatorio de Femicidios Adriana Marisel Zambrano de la Casa del Encuentro, con Norma Rivas, la mujer que murió el 5 de diciembre en La Matanza luego de ser rociada con nafta y quemada, son 8 las mujeres que murieron este año tras ser quemadas vivas por hombres que mantenían relaciones o lo habían hecho en el pasado con ellas. Se habla de diez víctimas porque hay otros dos casos, el de Sabrina Cennamo y el de Lidia Valiente, que fueron quemadas luego de ser asesinadas.


NORMA RIVAS FUE ROCIADA CON NAFTA Y PRENDIDA FUEGO POR SU PAREJA FERNANDO GONZALEZ. MURIO EL 6 DE DICIEMBRE POR LA GRAVEDAD DE LAS QUEMADURAS.

En algunas historias que esconden estos números, como la de Eduardo Vázquez y Wanda Taddei, había denuncias previas por maltrato hechas por la familia de la víctima, otras vivían amenazadas por sus parejas, como Gladys Beatriz Pereira, que el 28 de mayo fue rociada con combustible por Omar Enrique Veren y terminó muerta en el Hospital Madariaga de Oberá. También fue su hermana quien contó a la policía que no lo denunciaban a Veren porque tenían terror de que tomara represalias. Hoy la causa está totalmente parada y puede cerrarse por falta de mérito. “Excepto el de Wanda, son casos con un nivel de impunidad muy grande, ya que se trata de familias pobres, con abogados que trabajan de oficio y toda la cadena de negligencias que va desde la primera persona que las atiende hasta jueces capaces de cerrar causas por motivos inverosímiles, alegando que una mujer puede autoincinerarse, cuando las pericias más básicas de sentido común indican lo contrario, o como en el caso de Marisel Zambrano, que se concluye que el imputado ‘no tuvo intención de matar’. Si yo te pego en la cabeza, y lo hago varias veces, y además te doy puntapiés en todo el cuerpo mientras vos estás en el piso sin poder defenderte, bueno, hay una posibilidad importante de que te cause la muerte”, explica Fabiana Tuñez, coordinadora general y co-fundadora de La Casa del Encuentro.

Hay un dato objetivo, que es el recrudecimiento de la violencia, con cifras que crecen exponencialmente de un año a otro, pero acompañando estos índices hay algo en la cadena que debería proteger a estas mujeres que falla gravemente. Si bien las comisarías (el lugar donde la mayoría de las mujeres acude para denunciar) toman las denuncias (con la violencia ya registrada en los cuerpos, difícilmente antes) y muchos de estos casos llegan a resoluciones judiciales que implican órdenes de restricción, la mujer sigue quedando expuesta y sola, como Carina Nidia Fernández, quien fue baleada en la puerta del colegio de sus hijas por su ex marido, aun cuando ella había seguido todos los pasos legales previstos y aconsejados. Denunció al marido, se mudó de la casa que compartían y no le dio información sobre su nuevo domicilio e incluso logró, tras una batalla judicial de más de un año, que le dieran una condena en suspenso por amenazarla en reiteradas oportunidades. Sin embargo, Javier Weber no tuvo más que ir hasta la escuela de las hijas de la pareja a esperar que Carina las dejara y allí la baleó. Carina sobrevivió de milagro y hoy está segura porque Weber está preso, pero no sabe lo que pasará con la causa, la condena y su futuro. “Pienso que él no va a parar hasta matarme realmente”, dijo cuando salió del hospital.

EL FEMICIDIO COMO FIGURA LEGAL

La Casa del Encuentro apoya la ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, pero entiende que falta un cambio cultural para darle soporte y un efecto práctico que sólo puede ocurrir con la asignación real de un presupuesto acorde, que intervenga directamente en cada causa, sobre todo en las primeras denuncias, de manera que cumpla su función básica, que es la prevención. “Y aun así, el cambio cultural es fundamental, porque si no tenemos casos como el de María Andrea Lange, en Santiago del Estero, que fue quemada por su novio y aun así dijo que se trató de un accidente, volviendo a vivir con él, en un caso que para mí tiene altas probabilidades de terminar en un femicidio”, agrega Tuñez. La del femicidio podría ser una figura procesal que resolvería varios vacíos legales en estos casos, como los noviazgos o las parejas divorciadas, en las cuales no se reconoce ningún vínculo entre el agresor y la agredida. El 13 de diciembre fue fijada en el Código Penal de Chile, tipificando el asesinato de una mujer a manos de su pareja o ex pareja como “femicidio” y aplicando una sanción mayor al homicidio, con penas que van desde los 15 años hasta cadena perpetua. “Este tipo de delito tiene que ser considerado como una cuestión básica de derechos humanos, como una cuestión política y como una forma en que el Estado muestre a la sociedad que este tipo de comportamientos son seriamente condenados. Si se incorpora el femicidio no va a haber lugar a dudas sobre la carátula, siempre considerando que es violencia de género cometida por un hombre que se siente con potestad sobre la mujer para operar sobre su cuerpo con la máxima de las agresiones. Por otro lado, para poder hacer realmente una estadística de femicidio tiene que estar incorporada esta figura”, concluye Tuñez.


FATIMA CATAN TENIA 24 AÑOS Y ESTABA EMBARAZADA CUANDO MURIO CON EL 85% DEL CUERPO QUEMADO. SU EX PAREJA AMENAZA A LA MADRE.

El 18 de agosto, Gustavo Martín Santillán roció con alcohol y activó la llama de un encendedor sobre el cuerpo de su novia, Fátima Catán, de 24 años, quien murió cinco días después en el Hospital del Quemado de La Plata. El agresor nunca declaró, sólo dio una primera versión a la policía sobre un accidente ocurrido con la limpieza de unos CD con alcohol, dijo que fue Fátima quien se prendió fuego y nunca devolvió las pertenencias de su novia a la familia. Elsa Jerez, la madre de Fátima, denuncia además que las pericias que ordenaron los fiscales de Lomas de Zamora, Ramiro Varangot y Andrea Nicoletti, dan resultados inverosímiles sobre lo que pasó con su hija. “El cuerpo de Fátima estaba cocinado, lo único que no tenía quemado era la cara y el pelo. Tenía un hematoma en el ojo izquierdo, pero las pericias dicen que es una quemadura, cuando todos los médicos me dijeron que eran un golpe. Santillán se escapó del hospital, me dijo que yo estaba loca, que ella se había querido matar y ni siquiera lo llamaron a declarar como testigo. Retiró todas las pertenencias de mi hija, que incluyen plata, su celular, documentos y las llaves de mi casa, sigue trabajando para la empresa Intercar del Aeropuerto de Ezeiza con total normalidad y se da el gusto de amenazarme todas las semanas: me manda a gritar a la puerta de mi casa que no joda más porque voy a terminar incendiada como Fátima. Pero yo no le tengo miedo, jamás cambié la cerradura de mi casa, que venga. No va a hacerlo porque sabe que la mató, y además lo hizo con la complicidad de su familia: su hermano limpió el departamento mientras mi hija se moría”, dice Elsa, quien tiene dos abogados oficiales. Sin embargo, fue ella quien solicitó que se vuelvan a realizar nuevas pericias, a fuerza de ir a la fiscalía, pedir la causa, hablar con los fiscales una y mil veces: “Santillán tiene que declarar y se tiene que hacer una reconstrucción como en el caso de Wanda”, exige y relata el calvario que vivió con su hija agonizante, cuando en el mismo Hospital Evita, el primero donde estuvo internada Fátima, le dieron datos erróneos sobre dónde estaba radicada la causa y protegieron a Santillán de que ella pudiera encontrarlo.

NADIA TADDEI Y BEATRIZ REGAL, HERMANA Y MADRE DE WANDA, LA UNICA VICTIMA DEL FUEGO QUE TIENE UN DETENIDO A ESPERA DE JUICIO.

En el caso de Wanda Taddei, Vázquez también habló de una botella de alcohol y un cigarrillo como causantes del incendio que la mató a ella, pero la reconstrucción del hecho, las pericias de parte y la declaración de los hijos de Wanda en cámara Gesell echaron por tierra esa versión. Hoy Vázquez está detenido, imputado por el crimen con la carátula de homicidio agravado por el vínculo, y se espera que a mitad de año un juicio oral lo condene. “El caso de Wanda es emblemático, pero todos los otros casos son la contracara: Elsa Jerez no puede afrontar una pericia paga, ni Catherine, otra chica que el 5 de septiembre fue quemada en Wilde y que sobrevivió a las quemaduras, tiene recursos para financiar las cirugías y la terapia que implican una recuperación básica. Realmente no sé si puede haber un precedente que lleve a la Justicia a todos estos hombres y que sean investigados y condenados. Pero sí es cierto que la historia de Wanda favorece a la no impunidad, porque acá apareció una fórmula de ‘te quemo y no pasa nada’. Pero hasta que no haya una condena, en el imaginario de los violentos quedó fijada esta impunidad, que, como nosotras decimos, es contagiosa. En 2009 hubo seis mujeres incineradas, de manera que la sistematicidad fue posterior a Wanda”, explica Ada Beatriz Rico, directora del informe de la Casa del Encuentro, que la primera semana de enero dará los resultados finales de 2010.

Quemar, desde que se arrojaban vivas a las mujeres en la hoguera durante la Edad Media, no sólo es terminar con alguien de manera traumática: el dolor más profundo de la propia carne consumiéndose y la posibilidad de vivir tras esta experiencia implican un horror difícil de reparar. La Justicia y el Estado pueden hacer ese trabajo, procurando no dejar impune ningún caso, en una tarea que puede ayudar, de a poco y con una conducta permanente, a tirar abajo la construcción cultural que propone a la mujer como sostén, colocando su deseo último en la formación de una pareja y su supervivencia a cualquier precio, aun el de los golpes y la humillación. “Mi hija lo amaba”, cuenta Elsa Jerez. “Venía y me decía: ‘Mamá, él es bueno, no te preocupes, yo voy a estar bien’. Me lo decía con una trompada en la cara. ¿Y yo qué podía hacer? Si le cerraba la puerta y esto pasaba, hoy estaría pensando que fue mi culpa, pero nunca lo hice, siempre la recibí, la escuché, en esta casa no se vivió violencia. ¿Por qué mi nena, que había estudiado, que amaba la vida, que quería ser madre, tuvo que morirse así?”, dice, a tres cuadras de la casa donde hace dos semanas vio al asesino de su hija lavar su auto en la vereda.

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