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Viernes, 4 de febrero de 2011
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La promesa cumplida

Por Marisa Avigliano
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Tiene 26 años y es noticia porque acaba de ganar un Grand Slam. Gisela Dulko, Gigi, empezó a jugar tenis a los 7 en el Club Canottieri Italiani de su Tigre natal, donde ya es ciudadana ilustre, y ahora es la octava argentina en conseguir este premio –que ya habían ganado Vilas, Sabatini, Del Potro, Gaudio, Suárez, Frana y Tarabini–. La celebración fue hace pocos días en el Abierto de Australia, en dobles (Dulko descolló junto a su amiga, la italiana Flavia Pennetta, “sé que con Flavia cuando jugamos bien y cuando tenemos las ideas claras somos superpoderosas”) donde Gisela saboreó seguir siendo la número uno del mundo en dobles femenino. Los que saben cuentan que el partido estaba perdido y que ante algunos errores de la bielorrusa Vika Azarenka, una de sus contrincantes, Dulko lo dio vuelta, fue agresiva, empezó a moverse muchísimo en la red y logró el triunfo ella sola. Elogios más que esperados para una tenista que jugó en 2006 dobles mixtos con su entonces novio, el chileno Fernando González, en Roland Garros y Wimbledon y que tiene pendiente demostrar que también puede ganar en singles.

Con su vincha blanca y su pelo rubio hecho cola, Dulko es una de las chicas lindas del tenis actual, pasarela de césped, de ladrillo o de cemento para las Kurnikova y escenario colorido de modas y diseños para las marcas que las visten y para las revistas del corazón que las muestran con novios tenistas o jugadores de fútbol y que insisten en averiguar cuántas jugadoras lesbianas hay en el ranking.

A la sombra de las muchachas en flor, un partido de tenis mantiene absorto a un público fiel –parece que Salinger era un telespectador apasionado– que espera a la intemperie (como en la escena de una película) ver el momento exacto en que la pelotita pique adentro o afuera. Placer irresponsable de mirar tenis –sobre todo para quienes nunca lo practicaron– y que puede arrimarnos a la locura (nunca faltan los que cuentan que conocen a alguien que terminó apreciando la belleza de cada set o game en un instituto psiquiátrico). Será quizás porque la reciprocidad aparente, la simetría artificial y, sobre todo, por la belleza en suspenso del score que inventa una especie de paraíso de la sexualidad, igualmente animado.

Hace unos años, Sabatini y Dulko fueron equiparadas en belleza, allí estaban “la morocha latina” y “la rubia delicada” haciendo historia en el cuaderno de tapas duras del tenis argentino. Lejos de esas comparaciones estéticas, la figura de Gabriela Sabatini –que está siempre más allá de cualquier certamen, como si siguiera ganando partidos– merodea en las sombras como un halo protector cualquier peloteo previo. Silencio de diva que sabe romper cuando aparece a pleno sol en un entrenamiento para que el tenis femenino no se desmantele, no después de todo lo que ella hizo. Si ella está, hay luz; ella está siempre, adentro y fuera de la cancha son algunas de las declaraciones que sus seguidoras repiten como un mantra amoroso que busca estar cerca de la mujer que les abrió el camino, todo sea para que la diosa de la raqueta nacional se quede un rato más con ellas. Con la copa entre las manos, Gigi siempre sentirá que Australia es un lugar especial en su vida (también ganó como junior en 2002), pero de todos modos no deja de decir en cada aparición pública (por estos días tiene muchas) que espera sumar puntos jugando sola y subir puestos en el ranking mundial. Una asignatura pendiente para la chica de Tigre que viaja con su hermano, que es también su coach, a la que muchos no veían con mucho futuro (dijo Vilas: “Conozco a Gise desde hace muchos años, y la vi crecer a través de los enfrentamientos que ha tenido (...) Parecía que no iba a poder llegar lejos, pero la constancia, no abandonar la lucha, y superarse hizo que lograra ser número uno del mundo en el dobles femenino”) y que sólo busca mantener su estrella de campeona que supo ganar en Melbourne con un quiebre tempranero en la zona americana de la Copa Federación que jugará en tierra argentina. Mientras tanto, sus fotos con ropa deportiva, con vestidos ajustados o con altísimos zapatos negros suben posiciones casi sin esfuerzo.

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