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Viernes, 4 de marzo de 2011
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En el camino

RESISTENCIAS. Desde el año 2000 se realiza la Marcha Mundial de las Mujeres como una forma de lucha para lograr la verdadera igualdad el 8 de marzo. La brasileña Nalu Faria viajó a la Argentina para fortalecer la propuesta de tomar la calle ese día y conversó con Las/12 sobre la experiencia de trabajar con mujeres de sectores populares. Además, analiza el efecto de la llegada al poder de Dilma Rousseff y el incremento de la ofensiva de la derecha ante la posibilidad de despenalizar el aborto.

Por Luciana Peker
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“Nosotras no creemos en el feminismo si no involucra a las mujeres de base”, se planta la brasileña Nalu Faria. Ella es psicóloga. Pero, al revés de una tendencia que entiende el género como una lupa puesta en investigaciones académicas, ella conoce a las mujeres desde la calle. Y busca que salgan a la calle. Es una de las pioneras en organizar la Marcha Mundial de las Mujeres, que surgió en el año 2000, en más de 160 países, con la consigna de luchar contra la pobreza y la violencia, y que busca celebrar el 8 de marzo, con una visión crítica del modelo patriarcal y neoliberal. Ella se define como una feminista anticapitalista y, por eso, intenta que el movimiento de mujeres no se convierta en sinónimo de estudios académicos.

Tiene 52 años, integra Sempreviva Organización Feminista (SOF) de Brasil e intenta conocer y empoderar a las mujeres de los sectores populares, las campesinas, las sindicalistas. Sus tres hijos saben que su mamá está, pero marcha y se marcha. El año pasado hizo un viaje de diez días discutiendo, caminando y haciendo campamento en las noches como una forma de extender la lucha del 8 de marzo y ahora viajo a la Argentina para intentar que la marcha del día de las mujeres vuelva a poner los pies sobre la tierra y a caminar junto a otras mujeres del mundo.

En Buenos Aires su rostro se ilumina de una pasión fuera de manuales y de los hilos de colores que suben desde su blusa. Habla con un idioma enamorado de la poesía y con una cadencia que no necesita de firmeza para ser fuerte. “Nosotras no queremos ser iguales que los varones e, incluso, queremos que los varones se transformen. La igualdad se contrapone a la desigualdad, no a la diferencia”, resalta en palabras y en sus palabras resaltan los hilados que bordan sus convicciones e hilan su historia con un futuro de más mujeres enlazadas como su camisa bordada. “El feminismo tiene que ser anticapitalista porque no puede haber igualdad adentro del capitalismo”, propone.

–¿Ustedes eligen trabajar desde un feminismo popular y no tan académico?

–En Brasil la segunda ola del movimiento feminista se da cuando estábamos bajo la dictadura y empiezan a venir las exiliadas. Pero había fuertes movimientos de mujeres populares organizadas, por ejemplo, en los clubes de las madres de la teología de la liberación. Aunque, es cierto, que en toda Latinoamérica se dio una diferencia entre segmentos sociales que incluso llegaba a nombrarse como “las feministas” y “las mujeres de los movimientos amplios”. Nosotras buscamos no hacer esa diferenciación. No creemos en el feminismo si no involucra a las mujeres de base.

–¿Cómo se logra eso?

–Nuestra oficina queda en la periferia de San Pablo e hicimos mucho trabajo de educación popular a través de talleres para que las mujeres tomen conciencia de su situación de opresión, también trabajamos en los sindicatos. Pero en los noventa, mientras en las Naciones Unidas se hablaba de derechos de las mujeres, el mercado organizaba nuestra vida con la precarización del trabajo y la imposición de un patrón de belleza muy estricto.

–¿La presión estética y la flexibilización laboral son dos formas de sometimiento del neoliberalismo aunque parezcan temáticas tan dispares?

–El capitalismo usó al machismo e impuso nuevos patrones femeninos “en nombre de la modernización”. Por ejemplo, se generó toda una parafernalia de hormonas, cirugías estéticas y cosméticos para que las mujeres no envejezcan.

–¿Se incentiva a las mujeres a consumir para estar mejor, pero con el sometimiento al mandato de no poder envejecer?

–No se puede envejecer, no se puede estar gorda y hay que tener un patrón de belleza que es imposible y produce una frustración permanente. Por eso, después, las mujeres necesitan tantos sedantes, ansiolíticos y antidepresivos.

–¿Qué implica la definición de feminismo anticapitalista?

–En el capitalismo hay mujeres que tienen más derechos que otras. Un número muy pequeño de mujeres accedió a buenos puestos de trabajo y, si no fuera por la violencia, tendría casi los mismos derechos que los varones, pero son sólo algunas. Uno de los temas que tenemos que debatir es cómo ha crecido la inequidad entre mujeres.

–¿Qué pasa en Argentina con la Marcha Mundial de las Mujeres que no es un evento de alto impacto?

–En Argentina nunca hubo un grupo dedicado, como en Brasil, a generar un movimiento nacional. Por ejemplo, en octubre de 1999 hicimos un seminario de quince departamentos brasileños para organizar la marcha del 2000. Por eso pudimos construir una marcha grande. Pero en otros países no tuvo esa dimensión.

–¿Qué se prevé este año para el 8 de marzo?

–En Argentina se juntaron las Mujeres Trabajando, Juana Azurduy, Mujeres de la CTA para darle fuerza a la marcha mundial que se coordina desde Brasil.

–¿Cuáles son las consignas de la marcha?

–Pedimos autonomía económica para las mujeres, no a la violencia, bienes comunes de servicios públicos y desmilitarización. Nosotras tenemos una trayectoria de luchar contra el ALCA y el libre comercio.

–¿Cómo se une la lucha contra el libre comercio y por la libertad de las mujeres?

–Si nosotras hablamos de soberanía territorial, alimentaria, energética, también tenemos que poder hablar de la soberanía sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, de poder vivir sin violencia y disfrutar nuestra sexualidad.

–Así como hay feministas que niegan las inequidades de clase también hay integrantes de organizaciones sociales o de la izquierda que niegan las inequidades de género...

–Hoy en América latina eso es más difícil, por lo menos a nivel de discurso (la práctica es distinta). Cuando yo empecé a militar, en los años setenta, se escuchaba mucho decir “las mujeres son la parte más atrasada de la clase” porque no estaban en el mercado de trabajo e incluso se decía que forzaban a sus maridos a romper con las huelgas. En la izquierda había un discurso no sólo de negación de las inequidades de género, sino, directamente, de descalificación de las mujeres. Hoy en día ese discurso está cambiando. Ya nadie puede decir que las mujeres no luchan. Pero nuestra lucha tiene que tener una articulación internacional, como el movimiento antiglobalización o la vía campesina de resistencia al neoliberalismo. Nuestra idea es recomponer la izquierda del movimiento feminista a través de una marcha que une Africa con Latinoamérica, con tantas diferencias, pero con más cosas que nos unen de las que nos separan: el peso del patriarcado, la violencia, la supremacía masculina en la sexualidad, etc. Además, la idea es ocupar los espacios públicos y construir un día de lucha internacional con las mujeres en las calles.

–¿Qué impacto tuvo la llegada al poder de Dilma Roussef en Brasil?

–Hay que tener cuidado con que, desde algunos sectores, se utiliza la llegada de una mujer al poder para decir que los problemas ya están resueltos. Es cierto que una mujer en el gobierno representa un cambio en la democracia de género. Pero no es lo mismo Violeta Chamorro en Nicaragua o Margaret Thatcher en Gran Bretaña que la Dilma en Brasil. Que haya una mujer en el poder no significa, a priori, ningún cambio popular. Al revés, muchas veces, puede significar un refuerzo de políticas conservadoras como pasó en Alemania con Angela Merkel.

Sin embargo, que el Partido de los Trabajadores (PT) ponga a una mujer en la primera candidatura que no encabeza Lula es significativo. Y es la primera vez que elegimos una presidenta en Brasil que no es de la oligarquía, ni la “hija de” o “esposa de”, es de izquierda y ella misma construyó su proceso político gracias a su capacidad. Además, ella incorpora la sensibilidad de género desde que era ministra de Minería y ahora hizo fuerza para aumentar la cantidad de ministras mujeres.

–¿Y será posible la despenalización del aborto con Dilma presidenta?

–Yo creo que es un tema a debatir y trabajar mucho en Brasil porque, en mi opinión, nadie tenía ninguna duda de que Dilma quería despenalizar el aborto, pero justamente por eso, se ha incrementado la ofensiva de la derecha.

Más información:

http://www.sof.org.br/marcha/

http://www.marchamundialdelasmujeres.org/

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