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Viernes, 13 de mayo de 2011
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La misógina

Andrea Politti

Por Flor Monfort
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Cuando había quedado atrás esa costumbre noventera de provocarle un ACV a los participantes de un programa de televisión, ya sea tirándoles un camión con acoplado encima de sus humildes autos o presentándoles a la madre después de cuatro décadas sin previo aviso, llegó Los Unos y los Otros. Se reavivó la sangre del talk show que supo darnos momentos inolvidables, como el “si querés shorar, shorá” de Moria Casán, o los dichos de Clomro, el señor con pasamontañas que juraba venir de otro planeta en Frente a frente, conducido por Alejandro Rial, o el grito desesperado de una madre queriendo ver a su hija en Va por Vos, de la dupla Andino-Pais, “Karinaaaaaaaaaaaaaa”, luego convertido en ringtone bizarro.

Los Unos y los Otros (alguno de los dos sintagmas podría haber quedado en femenino, ¿no, genios?) sale por América, en esa hora soporífera de la tarde que la televisión argentina parece no poder resolver a favor de un contenido que no parezca dirigido al ama-de-casa-aburrida-que-espera-los-chicos-del-colegio. Los tiempos han cambiado, señores productores, pero tal vez no quieran enterarse porque Los Unos... mide 6 puntos, un rating casi milagroso para ese canal. La conductora, Andrea Politti, viene de descansar de esta tarea de otro pseudo reality perverso, preocupado por la población obesa y desesperada por adelgazar. En Cuestión de peso, muchos participantes se animaron a decir que el ego de la señora era más pesado que los kilos que querían sacarse de encima y que los maltratos de la actriz superaban cualquier fantasía previa que hubieran tenido sobre los maltratos en la tele. Al parecer, Politti no quería que los gordos y gordas le contestaran en vivo sus chistes, las insinuaciones de romances entre ellos, las tiradas de orejas por no haber adelgazado lo suficiente y demás bajadas de línea de la “pelirroja”, que siempre quería quedarse con la última palabra. Aires de diva, dijeron, y el formato de Endemol descansó un año y volvió al ruedo en marzo, más loco que nunca, con estrategias de control militar, a cargo de otra actriz devenida en conductora, Claribel Medina.

Los Unos... trata un tema cada tarde. Al principio, los tópicos giraban en torno de conflictos domésticos de corte vincular: “Quiero que mi mujer se vuelva a ocupar de la casa y de la familia”; “El es muy celoso”; “Su marido quiere reconquistarla y ella no quiere”. Con respecto a este último, basta recordar el caso de la rusa residente en España Svetlana Orlova, quien fue degollada por su ex después de rechazarlo en vivo en un programa que intentó reconciliarlos, para abortar cualquier intento parecido, pero se ve que las cabezas atrás de Los Unos... no conocen esta historia. No conformes con esta apuesta maravillosa, de insistirle “daaaaale” a una mujer que por alguna razón había dicho basta, la emisión sobre los celos tocó el techo de las ideas reaccionarias que pueden circular por televisión. A la pregunta sobre qué cosas le daban celos a él, ella decía “que yo me vea con mis amigos varones”, “que use polleras cortas”, “que salga de mi casa”. Politti, siempre preocupada por ser ingeniosa y sensual, lo que no está mal hasta que tenés enfrente un cuadro que desangra dramatismo, le decía a la joven “¿pero vos no podés ser más buenita?” o “¿no deberías dejar de provocarlo?”. Si a esa escena, mediada por las luces y las cámaras, no le corresponde un final violento en la vida real, entonces los finales violentos son producto de la imaginación de las locas feministas, que ven sangre donde hay rosas. La chica, que asistía desconcertada porque encontró en Politti una enemiga y no una defensora, y el chico, que no tuvo que defender su postura policíaca ya que para eso la tenía a la conductora, claramente no pueden pagar las sesiones privadas de las psicólogas del panel. Una de ellas, Graciela Moreschi, parecía más preocupada que la estrella, pero su poco “tuneo” impide que se mantenga en primer plano más de siete segundos.

Esta cronista entrevistó a la mexicana Marta Lamas en noviembre del año pasado. Hacía pocas semanas que ella participaba de El Mañanero, un programa de gran audiencia en su país, junto a un conocido conductor local, Brozo, que disfrazado de payaso les pasa un trapo ácido a conservadores y derechosos de su país. Decía Lamas, militante feminista desde la facultad, que ocupar esos espacios masivos es una herramienta para difundir una causa con mala fama. No importa si hay que jugar el juego de la ropita y el maquillaje, lo que importa es llegar a mayor cantidad de gente con un mensaje que por una vez se resista a que las nenas se visten de rosa, los varones de celeste, las mujeres sufren y aguantan y los hombres celan porque ellas son, a veces, un poquito trolas. ¿Qué diría Politti si su marido le dijera que esos escotes que tanto le gusta usar no van más? Pero claro, ella no es pobre, tiene todos los dientes y no sale en programas de televisión mostrando sus miserias.

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