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Viernes, 19 de agosto de 2011
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visto y leído

QUE CUNDA EL PANICO

Pánico el Pánico es una editorial que crece a pasos gigantes y firmes, con presencia en ferias y lecturas y un catálogo de autores y autoras que merecen mucha atención. Marina Gersberg, su creadora, cuenta el itinerario veloz de un proyecto que no para de generar títulos valiosos.

Por Flor Monfort
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Los primeros libros salieron al ruedo a fines de 2009 y las cabezas atrás del desafío, las de Marina Gersberg y Luciano Lutereau, hervían al calor del verano y de la calentura de publicarse a sí mismos, a otros, a consagrados y a noveles, poner en papel y hacer circular la literatura que les gustaba. El dúo se conoció en la Facultad de Psicología de la UBA y el amor por los libros siempre los conectó, aunque sea por mail, a mandarse prosas y poemas. Fue todo muy rápido, se juntaron para ponerse el día y ahí nació Pánico el Pánico con tres títulos: uno del propio Luciano y Santiago Pintabona, Repetición, variación y divergencia, dentro de la colección Ensayos Trash, que es un ensayo de poesía contemporánea; Viajemos en subte a China, el primer libro de poesía de Ignacio Molina, un autor que ya venía publicando cuentos, y Bajar de un hondazo, el libro de poemas de Marina.

¿Cómo se organiza el material que publica Pánico?

—Inicialmente pensamos en tres colecciones: Ensayos trash, Proyecto ansiedad (poesía) y Narrativa salvaje (cuentos y nouvelles). La verdad es que no pensamos mucho más a priori, todo se fue dando de manera natural, pero actualmente la colección que más publicaciones tiene es la de Narrativa. De hecho estamos por sacar una nueva colección, Potlach, donde publicaremos novelas más largas. 

¿Dónde se ubican en el panorama de las editoriales independientes?

—Por suerte hay muchas editoriales “chiquitas”, mucha gente trabajando en la autogestión. Nosotros trabajamos mucho con los autores, haciéndolos parte de este proyecto. Pánico no es ni fue pensada como una editorial de poesía exclusivamente, aunque es un eje fuerte. Tenemos muchos libros de cuentos o prosas breves: Fogonazos, de Mariano Abrevaya Dios, Todo lo que hago es para que me quieran, de David Nahón, publicamos bastante narrativa hasta volver a publicar poesía y un segundo ensayo de la mano de tres mujeres: Belén Iannuzzi, un libro increíble de poemas, dividido en dos partes, una primera de poemas más “ruteros”, y una segunda de “poemas que les gustan a otros”. Belén tiene una sensibilidad increíble. El ombligo de las naranjas, de Luciana Ravazzani, también se agregó a esta colección. Y este año publicamos el segundo ensayo, El corazón de la canción, de Lola Linares, que analiza canciones contemporáneas, muy en la línea del primer ensayo que publicamos.

Una pata muy fuerte del proyecto son los eventos literarios que organizan en el Centro Cultural Matienzo, con autores propios y otros que van surgiendo en la escena literaria.

—Los eventos literarios que organizamos principalmente nos divierten a nosotros: son un espacio para que circule lo que nos gusta, invitamos a autores que no son de la editorial pero que por algún motivo nos conmueven y nos interesa el trabajo que están haciendo. No solo escritores, convocamos músicos y bandas y también circulamos por otros ciclos como PAN, que organiza Mariana Roca, donde se produce un intercambio no sólo del material en papel, sino de lo que está haciendo cada uno en tiempo presente. Eso es lo más enriquecedor de las lecturas, saber qué están escribiendo los demás, de qué se está hablando, quién surge.

¿Por qué es importante que exista este otro circuito, casi artesanal, libre de bajadas empresariales y sobre todo más accesible a nivel económico? 

—Nosotros queremos resaltar el trabajo de autores que no son conocidos, no siempre son primeros libros, pero sí son títulos que en editoriales más grandes son difíciles de publicar. Esa es como la primera ventaja y a nosotros nos da mucho placer la felicidad y gratitud del intercambio. También la autogestión y el trabajo con los autores, hay mucho ida y vuelta. Y está buenísimo que los libros circulen por otro lado, muy de boca en boca, por las redes sociales, eventos literarios, la Flia (Feria del Libro Independiente y Autogestiva): se genera una ruta alternativa que no solo transitamos nosotros, hay muchos otros que publican cosas excelentes.  

¿A quienes les gustaría editar? 

—Hay muchos: Majo Moirón y Jose Bianchi, dos autoras que están escribiendo cosas muy buenas y las invitamos a leer al ciclo que organizamos en Matienzo “No lo intenten en sus casas”. También me gustaría publicar a autores por ahí más reconocidos pero que se jueguen a publicar otra cosa, algún narrador o poeta que quiera contar con este espacio. Nos gusta cruzar géneros, por ejemplo Todo lo que hago es para que me quieran, de Nahon, es un libro de prosas poéticas y él es un artista a quien nunca se le había ocurrido publicar un libro. Nosotros lo convocamos y el resultado fue un libro brillante.

¿Cuáles son los títulos actuales?

—380 voltios, de Esteban Castromán, y Galletitas importadas, de Cristian Godoy, y ahora estamos trabajando en dos nuevos libros: Luz negra, de Christian Broemmel, y Trazo simple, de Matías Berneman. Además de la nueva colección de novelas más largas: Los años felices, de  Sebastián Robles es la novela que inaugura la colección. Todas son importantes por diferentes razones, pero lo que las reúne es que son voces diferentes y novedosas en el panorama literario que vale la pena hacer correr.

Más información: www.panicoelpanico.com.ar

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