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Viernes, 23 de septiembre de 2011
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[in corpore]

La primera vez me cuido, pero la segunda...

A pesar de las moralinas todavía existentes (como la devolución en Salta de las cartillas de educación sexual realizadas por el Ministerio de Educación de la Nación), hay un dato irrefutable: los y las adolescentes tienen sexo (le guste a quien le guste) y seis de cada diez ya se iniciaron sexualmente, en promedio, a los 15 años.

Una buena noticia es que el 89 por ciento utilizó preservativo en su primera relación sexual. Aunque los noviazgos más formales (aunque sean cortos durante ese período de la vida), suelen ser más riesgosos que las situaciones ocasionales, ya que con el marco del amor o de la seriedad son más fáciles los descuidos porque el no uso del preservativo (posterior a la iniciación) se asocia a una pareja considerada estable o confiable y ese calificativo puede llevar a riesgos de embarazos no deseados o de enfermedades de transmisión sexual.

En este sentido, siete de cada 10 adolescentes utiliza métodos anticonceptivos siempre. Pero la regularidad disminuye después de la primera vez y un 20 por ciento los usa la mayoría de las veces (pero no como una conducta impostergable) y, principalmente, para evitar embarazos no buscados y, como segunda opción, para no sufrir contagios de sífilis o vih entre otras enfermedades de transmisión sexual.

Entre los métodos más usados gana el preservativo (con un 92 por ciento) y, en segundo lugar, las pastillas anticonceptivas (que son tomadas por las chicas en un 25 por ciento de los casos). La realización de un estudio de vih es escaso: sólo un 11 por ciento se lo realizó alguna vez. Y esta cifra crece en las chicas (16 por ciento) que se hicieron exámenes por estar embarazadas o para ver si estaban embarazadas. Entre quienes sí pidieron esta respuesta un 90 por ciento retiró el resultado. Aunque la prevención todavía es una deuda pendiente: apenas el 25 por ciento recibió información antes de sacarse sangre.

Los datos surgen de un relevamiento realizado por la Fundación Huésped y Unicef Argentina, entre el 14 de diciembre del 2010 y el 4 de enero del 2011, con entrevistas personales entre adolescentes de ambos sexos pertenecientes a distintos estratos socioeconómicos –entre los que no hubo grandes diferencias en sus respuestas– de distintos aglomerados urbanos de todas las regiones del país.

Otro dato fundamental y que demuestra, especialmente, la necesidad de que la ley de Educación Sexual Integral llegue a las escuelas es que tres de cada 10 alumnos/as reciben asesoramiento sobre uso de métodos anticonceptivos en las escuelas (por esta razón es importante que la información sea científica y adecuada a través de los cuadernillos ya elaborados por el Ministerio de Educación). También el 39 por ciento habla sobre cómo cuidarse con su familia (por lo que es importante que esté bien asesorada y que reciba el folleto de “Cómo hablar de Educación Sexual en Familia” del Programa de Educación Sexual Integral), el 25 por ciento con amigos (en donde a pesar de la sobreexposición mediática y cibernética de la sexualidad muchas veces continúan prejuicios o dudas no saldadas), apenas el 11 por ciento por la vía que parecería más lógica (los médicos y médicas del sistema de salud), el 6 por ciento por la pareja, el uno por ciento por la televisión (que suele hablar más de sexo desde un erotismo hot y misógino que desde la información real y valedera sobre cómo cuidarse ¡y gozar! de la sexualidad), el uno por ciento a través de folletos y un riesgoso 13 por ciento no tiene a nadie a quién consultar, además de un 2 por ciento que se informa por otras vías.

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