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Viernes, 28 de octubre de 2011
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Foto

La banda sonora

Catalina Bartolomé retrató a veintinueve músicas argentinas a las que se les puede seguir el ritmo con sólo observar sus gestos. Un catálogo de mujeres talentosas que, reunidas, son pura potencia.

Por Irupé Tentorio
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Miss Bolivia

Dicen que la magia de la fotografía está en lo que no es evidente. ¿Qué se espera de una imagen congelada? ¿Qué hay entre el momento en que se saca la foto y se observa? ¿Son los mismos los que aparecen y reaparecen? Catalina Bartolomé lo dice desordenadamente, pero esa ansiedad en su relato no impide que se comprenda. Cuando una ve sus fotos entiende que allí se encuentra con sus estados, sus esperanzas, su memoria, su sensualidad y su compromiso. Esta fotógrafa, de piel traslúcida y rulos desordenados, está celebrando su muestra y su libro: Música. “La idea surgió a la vuelta de un viaje a Chile. Tenía ganas de seguir sacando fotos, pero además, cuando arranqué a trabajar en la revista Rolling Stone no sabía mucho sobre música, así que no me quedó otra que ponerme a investigar.” Fue así como decidió ponerle banda sonora a su vida, pero no cualquiera: era una voz femenina la que la llamaba. “Venía de otro palo, no entendía mucho”.

“Cuando arranqué con este trabajo no conocía a ninguna de las cantantes, pero sí su música. Tomaba contacto con ellas a través del Facebook contándoles un poco mi proyecto e invitándolas a que sean parte y todas aceptaron. Venían a mi casa y les pedía que mientras las retrataba hablaran o cantaran. Lo que me interesaba mostrar fueron sus gestos, lejos de poses y caracterizaciones. Las veintinueve cantantes que están aquí fueron elegidas porque me interesaba que fueran conocidas solo en cierto ambiente musical, es decir, que todavía no hayan copado la popularidad. Por ejemplo, Luciana Tagliapietra es de Tucumán, no sé cuánta gente la conoce en Buenos Aires”, dice.

Los retratos que están expuestos en Música exigen olvidarse del tiempo y espacio para poder observar detenidamente lo particular de los gestos que nos caracterizan. Austera en los manejos de los recursos visuales, es sutil y certera a la hora de abordar la cuestión del parecido. Aquí late una noción de semejanza. Por ejemplo, hay dos fotos que en el libro están puesta de tal manera que Julieta Salas y Juana Chang aquí son casi iguales. Ambas no miran a la cámara, están allí escapándole al lente. “Lo que quería eran que estén cómodas, muchas veces la mirada del otro incomoda bastante. Con algunas de ellas todo arrancó tenso, pero después aflojaban, de hecho jamás les dije que se desnudaran.”

Juana Chang

Con muchas de ellas sólo estableció una relación fugaz en las entrevistas. Con otras, el vínculo adquirió un carácter diferente y en algunos casos llegó a establecer una amistad. “Luego de este trabajo, a varias de ellas les hice las fotos de sus discos, y también las volví a retratar para algunas revistas.”

La musa inspiradora fue “Princesa”, dice Bartolomé. Aparece con su melena larga, lacia y oscura, toma algunos mechones con su mano, y lo demás lo deja caer para cubrir sus pechos. Lo contrario que hace Noelia Mourie, que apenas se cubre con sus antebrazos, y sus ojos se escapan del centro, o mejor dicho de la lente de la fotógrafa. La música suena en sus gestos, en la mirada gatuna de Julieta Sky, en esas rastras que revolea Miss Bolivia que nos llevan a ese agite de su música bailable y antisistema o en las carcajadas que suenan como eco de María Ezquinaga. Catalina captura ese sacudón que sienten algunas chicas rebeldes al crecer: esas chicas que no quieren ser princesas sino reinas del ruido, como lo es y lo fue, desde temprano, la cantante Claudia Sinesi.

“Todas las fotos las hice en mi casa, salvo las de Poli, la voz de Sr Tomate, que vive en La Plata”, señala. Poli se tapa el ojo izquierdo con su mano derecha, y son sus rulos lo que más resalta en la foto, pero también la ambigüedad de su imagen. “Poli dice que se hace cargo de lo que genera, su voz es bastante varonil”, cuenta Cata.

Se detiene en la foto de María Esquiaga y dice que le encanta que haya elegido esa foto, donde “ella está con la boca abierta mirándome, ¿no es re sexual?”.

La atenta captura de una mirada o un gesto, la iluminación elegida o la elección de un determinado fondo son algunas de las herramientas con las cuales esta fotógrafa construye cada imagen. Se ve en cada una de sus fotos que existió un vínculo misterioso, intenso, que luego, al recorrer cada imagen, se encuentra algo de las retratadas pero también del ojo curioso de Catalina.

Música se expone hasta el 29 de octubre en la librería PAN Echeverría 2576, Local 16. El libro se puede adquirir también vía mail [email protected]

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