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Viernes, 20 de abril de 2012
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El odio sexista

Por Cecilia Merchan *

Hace ya más de un año que presentamos un proyecto de ley para incorporar al Código Penal la violencia hacia las mujeres como un agravante en los homicidios que se cometen por esa causa y, si bien generó muchas discusiones e interpretaciones de distintos sectores del derecho, fue aceptado por varios bloques de la Cámara de Diputados que luego presentaron sus propias iniciativas.

Son pasos importantes porque tenemos que dar cuenta como sociedad de que no aceptamos bajo ningún punto de vista la terrible inseguridad que genera la violencia machista arrojando año tras año centenares de víctimas de femicidios. Nuestro Código Penal establece penas máximas para aquellos homicidios que tienen como base una causa racial o religiosa y esto significa que como sociedad no aceptamos de ninguna manera esa violencia. Rechazamos el odio racial y la intolerancia religiosa a tal punto que siempre serían “agravantes” de un delito y bajo ningún punto de vista podrían considerarse “atenuantes”. Esto se manifiesta en la Justicia como en la implicancia cultural que para las enormes mayorías tiene: ¿Quién piensa que alguien que asesinó a una persona por ser de otro color no merece la pena máxima?

Lo mismo planteamos respecto de la violencia de género. No podemos permitir que se entiendan como “emociones violentas” las conductas machistas o que sean un atenuante a la hora de las penas porque así estamos diciendo que no es lo suficientemente grave y así se sigue imponiendo la idea de que la “pasión” es lo que mueve el terrible delito.

Actualmente, un femicidio es un homicidio agravado sólo cuando ocurre dentro de una pareja casada formalmente, pero no es así cuando la violencia se da en otro tipo de vínculo. Por ejemplo, si el agresor es un concubino, novio, amante, ex pareja, etc., o si es asesinada una mujer en situación de prostitución.

La incorporación de esta figura en el Código Penal no es una solución mágica y quizá no logre disminuir de inmediato los femicidios (principal objetivo de esta medida), pero es un paso judicial, social y simbólico muy importante.

La violencia machista no empezó ahora ni terminará mañana porque hunde sus raíces en procesos culturales y económicos muy profundos y centenarios que hay que modificar.

Para combatir este flagelo debemos atacarlo desde todos los ángulos y por eso es tan importante la implementación de la “Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los ámbitos en que desarrollan sus relaciones interpersonales”, que no sólo interpreta la violencia de género en las diferentes instancias domésticas, sino también sociales, culturales, obstétricas, en los medios de comunicación e instituciones. A esta ley debemos acompañarla con una batería de medidas para que sea efectiva y es, en ese marco, que resultan tan importantes las acciones que se llevan adelante desde distintas organizaciones y que se esté discutiendo en el Congreso que la violencia de género es tan grave e intolerable como la violencia racial o religiosa.

* Ex diputada nacional y actual integrante de la Corriente Política y Social La Colectiva.

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