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Viernes, 11 de mayo de 2012
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La reina de las historias

Noel Streatfeild

(1895-1986)

Por Marisa Avigliano
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Escribió tres libros contando su vida y en los tres cambió nombres y fechas. No eran los Streatfeild sino los Strangeways, no era Noel sino Victoria, un escudo de seudónimos para un anonimato falso. A Vicarage Family (1963), Away From the Vicarage (1965, publicada como novela autobiográfica de los años veinte) y Beyond the Vicarage (1971) cuentan cómo una chica que quería ser actriz –lo fue durante casi una década y volvió a serlo en los años sesenta interpretando a Mrs. Leslie en una adaptación para la televisión de Los buscadores de tesoros, de su venerada Edith Nesbit–, finalmente se convirtió en escritora. En varios capítulos algún detalle verdadero capturado por la ficción bendice escenas románticas con un tal Robert y con un tal Claude (su biógrafa, Angela Bull, supone que nunca existieron Robert y Claude –ni sus amigos más cercanos pudieron adivinar la verdadera identidad de los galanes– y que sólo fueron creados por Noel para ocultar su “frialdad sexual.”) En la tercera de su adulterada autobiografía Noel cuenta cómo sin estar muy convencida empezó a escribir para niños y –oh sorpresa– fue ahí –entre ilustraciones y letras en tamaño grande– donde encontró la fama buscada y la silueta célebre (posa eterna en uno de los salones de la National Portrait Gallery de Londres).

Noel –que había nacido una Nochebuena en Amberley, Sussex, tenía cinco hermanos y era la hija de un obispo anglicano de Lewes– fue ayudante de cocina en un hospital durante la guerra y dramaturga de la Cruz Roja –entretenía a los enfermos con obras que ella escribía y en las que ocasionalmente actuaba–. Pero en 1916, cuando la guerra parecía no terminar nunca, abandonó ollas y bambalinas, se instaló en Londres y trabajó durante más de doce horas diarias en una fábrica de municiones, el arsenal de Woolwich. A mediados de 1936 publicó Zapatos de ballet y las ventas superaron cualquier pronóstico comercial. La historia de las tres huérfanas (Pauline, Petrova y Posy) adoptadas por el excéntrico Matthew y su sobrina Sylvia es hoy un clásico de la literatura infantil, una película –dirigida por Sandra Goldbacher con Emma Watson, la Hermione de Potter– y una cita entre lágrimas en una de las comedias románticas de Nora Ephrom, Tienes un email. Cuando estalló la Segunda Guerra, Noel volvió a su voluntariado pero esta vez no dejó de escribir. Cuatro novelas, cinco libros infantiles, innumerables artículos y cuentos fueron la antesala de su prolífera obra (más de ochenta libros publicados). Ya era Noel la indiscutida, la dueña de las historias ilustradas, como si sus días comenzaran con crayones o con la caja de colores con la que soñaba Van Veen en Ada (escribirlo justo ahora cuando murieron Caloi y Maurice Sendak –el ilustrador de Donde viven los monstruos, el que mejor conocía las lechuzas de Thomas Bewick, la luz y los fuegos de William Blaje y los detalles atesorados de Randolph Caldecott– empuña el rojo fuerte del homenaje). Pero para que no se despinte la última palabra, volvemos a Noel, al frenesí de las sílabas, a la glosolalia dibujada, esa que saben pronunciar tan bien los chicos mientras leen –o escuchan– esos cuentos revolucionarios que orientan la cabeza hacia el corazón rebelde. Muchos de los protagonistas de las historias de Streatfeild sacan de donde pueden el valor para luchar por lo que quieren y muchos son también los críticos que afirman que sólo viró literario un campo de batalla que conocía muy bien. Nunca se casó, murió en Londres a los noventa años en un hogar de ancianos después de haberse recuperado desde 1968 de varios accidentes cerebrovasculares.

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