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Viernes, 20 de julio de 2012
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SALUD

Yo con todxs

Solange Arazi Caillaud es infectóloga pediatra, especialista en hiv adolescente del Hospital Garrahan. Pero además pinta y sus cuadros fueron seleccionados para presentarse en la Conferencia Internacional de la Sociedad Internacional de Sida. Cómo unifica sus dos pasiones y de qué manera da cuenta de lo abstracto de una forma simbólica, donde el virus pasa a tener color, forma y textura.

Por Flor Monfort
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La eligieron entre más de mil proyectos para exponer cinco obras relacionadas con el hiv. Tiene 35 años, es infectóloga infantil y siempre le gustó eso de mirar por el microscopio, pero no solamente por esas colonias enteras de bacterias que se multiplican y mutan sino para entender qué hay detrás del virus con mayor impacto en la vida de la humanidad en los últimos 30 años. Estudió medicina, hizo la residencia de pediatría en el Hospital de San Fernando y fue becada para estudiar la infección de hiv en adolescentes con transmisión vertical, es decir, de la mamá al bebé. También trabaja en el Garrahan con pacientes de transición, es decir, la franja que va entre los 16 los 18 años. “Los niños y adolescentes con hiv fueron contagiados en su mayoría por vía materna. Mis pacientes dan cuenta del principio de la epidemia, y el 80 por ciento de ellos son huérfanos, aunque sea de alguno de los dos padres, y el 50 por ciento de padre y madre. Es una población muy especial, se criaron de una manera diferente, la mayoría vive con abuelos o tíos y muchos tienen dificultades en el aprendizaje, porque el hiv ataca el sistema nervioso central. Entonces son chicos con problemas madurativos en muchos casos, donde la parte sexual tiene más escollos para ser resuelta. En el Garrahan, menos de la mitad son de Capital y son de bajos recursos. Tengo el seguimiento de más de 100 pacientes del total de 550 pacientes con HIV de todo el hospital”, dice Solange, presentando el panorama que enfrenta todos los días y que en el Hospital de San Fernando se contrasta con una realidad muy diferente: allí sólo tiene 16 pacientes con HIV y hay desde bebés hasta adolescentes.

¿Se puede bajar la carga viral a cero?

–Es de lo que todo el mundo habla cuando dice “negativizar”. Los pacientes también lo escuchan y son términos de doble filo porque algunos piensan que el virus desaparece del cuerpo y eso no es posible, por ahora. En los chicos es igual que en los adultos: yo los tengo a casi todos en niveles indetectables con seguimiento. Hoy leo los tratamientos que aplicaba en el ’96 y sé que no son eficaces, pero en ese momento el AZT era lo único que teníamos. Ahora las embarazadas que son portadoras del virus siguen un protocolo que se hace en todo el mundo y que indica que pueden tener partos normales si logran cargas virales bajas: se les pasa un goteo de AZT endovenoso y cuando nace el bebé se les da un jarabe preventivo durante semanas. Se suspende la lactancia, y si se hacen todos esos pasos de manera estricta, se logra menos del uno por ciento de transmisión. Pero hay muchas mujeres que no llegan al diagnóstico hasta el momento del parto y pierden la parte preventiva del embarazo. Sin ninguna intervención médica, el 30 por ciento de los chicos con madres portadoras termina siendo positivo, no todos. Hay hermanos que uno es positivo y el otro no, y no se puede explicar.

¿Cómo, cuándo y por qué empezaste a pintar?

–Desde que entré a medicina empecé a tomar clases de pintura con Marcelo Maira; es un pintor rosarino y lo conocí por el diario. Salí del colegio y dije “ahora sí voy a estudiar pintura”, vi el aviso y me mandé. Yo tuve muy buen promedio en el CBC, lo que me permitió hacer residencias desde el primer año de carrera (si no empezás recién en cuarto), lo que me dio un ejercicio con los pacientes desde el principio. Me interesé mucho en la relación médico-paciente y descubrí todo el contexto social que hay atrás de cada persona que consulta.

¿Cómo manejás la angustia de trabajar con pacientes tan vulnerables?

–Hago terapia desde hace más de 10 años y estoy segura de que la voy a tener que mantener mientras trabaje. Me van pasando cosas con los chicos, con las madres, son historias con nombre y apellido, pacientes crónicos que a veces van a la consulta simplemente para hablar. Hay pacientes que derivo y siguen viniendo al consultorio: son familias que necesitan mucha contención y donde todo es importante: ver con quién viene, quién les va a dar la medicación, con quién viven. Son drogas muy fuertes, tienen efectos adversos y hay que darlas con cuidado. Creo que tengo la personalidad para hacer esto. Mis amigas flashean más que yo, que salgo del hospital y de alguna manera cierro esa puerta para vivir mi vida. Obviamente hay días que vuelvo más triste que otros, se mueren pacientes, se mueren padres o madres que conozco hace años, hay que acompañar duelos y tristezas. Es una enfermedad que si bien la puede tener cualquiera, los que tienen menos recursos la padecen más. El tratamiento es el mismo para todos y el ministerio lo brinda gratuitamente para todo el mundo: es el mismo que se daría en Londres o París en una clínica privada, pero es un tratamiento que hay que seguirlo, hay que buscar la medicación, etc. Y en adolescentes la primera falla es precisamente ésa: que los pacientes no la toman en muchísimos casos.

¿Por qué?

–Porque quieren ser igual que el resto y tomar estas pastillas los hace sentir diferentes. Lo primero que yo pregunto es si les trajo algún efecto adverso, que pueden tenerlos y muchos, pero aun sin tenerlos las dejan. Nosotros les damos pastilleros, les decimos que se pongan la alarma del celu, pero ellos tienen que tomarlos todos los días cada 12 horas y durante toda la vida. Y hay que pensar que son chicos y chicas que vienen tomando pastillas desde muy chiquitos, entonces es comprensible que estén hartos. Y ellos mismos lo dicen “me cansé de tomarla” o las esconden, y vienen las madres a contarme que encontraron las pastillas en las cajas de zapatos, en las carteras. También se ve una cosa generacional: a la madre que le cuesta seguir su tratamiento le sigue un chico o chica que tiene el mismo problema, mientras las madres que lo cumplen a rajatabla, tienen hijos más disciplinados. Pero sobre todo tienen una relación distinta con las pastillas: no logran verlas como aliadas, que es lo que siempre les digo, sino como el enemigo. Pero el enemigo es invisible, ése es el problema.

Claro, porque se sienten bien...

–Exacto. No es algo a corto plazo, no es que no toman la pastilla un día y se sienten mal, como puede pasar con una angina. Eso es lo peor, porque los adolescentes tienen una relación con el presente muy intensa, les cuesta la abstracción a futuro. Yo dibujo mucho en el consultorio: qué es la carga viral, cómo entra el virus en las células, cómo funciona, cómo se multiplica. La única forma de visualizar algunas cosas es a través del dibujo.

¿Cuáles son las tasas de mortalidad?

–Lo que hoy se plantea es que tienen la misma esperanza de vida que un paciente no infectado. En HIV se avanzó un montón y se sigue avanzando a pasos agigantados pero la gente sigue haciendo preguntas y yo las contesto: que el sexo oral contagia el HIV, por ejemplo, es una pregunta muy común. Y siempre es más alta la infectividad del hombre a la mujer que de la mujer al hombre, entonces la mujer es más vulnerable. Por ahora las estadísticas indican que está repartido equitativamente el género de los infectados pero no empezó así, de manera que creció muchísimo en la población femenina.

¿Por qué cuesta tanto encontrar una vacuna?

–Porque es un virus que muta mucho, entonces encontrar una forma de bloquearlo es muy difícil. Es un virus hijo de puta para decirlo claramente: tiene muchas subpoblaciones virales, hay cosas que se mantienen iguales porque se detecta con el mismo Elisa desde el principio, pero tiene un montón de otras aristas que se van descubriendo y que cambian. Lo que se supo desde el principio es que el virus entraba con un receptor a la célula CD4, después de muchos estudios se vio que no solamente se metía en el receptor sino en un co-receptor que también influye, porque se encontró un grupo de mujeres en Africa que ejercían la prostitución y que nunca se habían infectado. Se las estudió y se descubrió que ellas no tenían ese co-receptor, era algo muy específico de ese lugar, pero sirvió para describir que sin ese co-receptor no tenés la entrada del virus. Eso permitió crear un medicamento que bloquea ese co-receptor y es uno de los que forma parte del cóctel. Existe también lo que se llama profilaxis post-exposición, en casos de violaciones se usa. Y si tenés relaciones sin protección con alguien que no sabés si puede estar infectado, o se te rompió el forro, y te acercás a cualquier hospital y contás esta situación te tienen que brindar esta profilaxis. Para que sea efectivo tiene que ser dentro de las 48 horas. Es lo mismo que se hace cuando un médico se pincha. También existe la profilaxis pre-expositiva, sobre todo efectiva si el que es positivo está indetectable, el riesgo de contagio es casi igual a cero. Por eso, si todos los pacientes HIV positivos se tratan y están indetectables, el riesgo de que contagien es casi nulo.

El problema es toda la gente que tiene HIV y no lo sabe...

–Sí, es un tercio de los positivos los que no lo saben, son alrededor de 30 mil personas.

PINTAR EL VIRUS

Solange fue juntando sus dos pasiones, por ganas y por necesidad. El año que empezó infectología en el Garrahan pasaba horas en el laboratorio y tenía mucho contacto con los bacteriólogos. Guardaban las placas de Petri, que es donde se hacen los cultivos, sólo para ver cómo mutaban en colores, formas y texturas. “Era un delirio. En esa época ya había aparecido en mis pinturas este personaje que inventé que se llama Ludicoccus. Todas las bacterias terminan en ‘coco’, por la forma redondita, pero yo empecé a jugar con los nombres y sobre todo de los menos frecuentes. Aislábamos determinados gérmenes y los hacíamos crecer en esas gelatinas enriquecidas para que se reprodujeran más rápido. Pero eso en otros laboratorios no se hace, lo del Garrahan es pura pasión (risas). Hice una instalación que se llamó ‘Macrocosmos microscópico’, donde utilicé bacterias reales, en una placa de Petri gigante. El día de la inauguración la gente ponía los dedos, hablaba, todo sobre la placa con gelatina, y después la sellamos y eso fue creciendo durante la muestra. El resultado se puede ver en mi página, es un objeto viviente rarísimo que a simple vista son objetos de colores pero en microscopio son redondos, tienden a juntarse de distintas maneras y se reproducen por fricción. Son seres muy elementales pero están vivos.”

¿Cómo nacieron los Ludicoccus?

–En 2005, tímidamente, pero en 2009 necesitaba pintar sobre la gripe A porque lo que estaba pasando era un caos. Me enfermé de gripe A obviamente, y empecé a explorar más esta imagen epidemiológica. Me presenté a un concurso para médicos pintores. Después de la gripe A me dediqué al HIV exclusivamente, me pareció ineludible el paso, y empecé a pintar por mí, para poner en imágenes lo que hago. Entonces me surgieron miles de ideas, cuadros que todavía no hice. Hay uno con comprimidos (Contra el virus), pero tengo ganas de hacer otro con todo lo que toma el paciente por mes, como una agenda, que quiero que se llame Diario comprimido. Me surge una idea con imagen y la tengo ahí hasta que la pongo en la tela. En la serie que voy a presentar ahora, el cuadro en naranja y azul, que se llama We have aids, es el que abre la muestra y es una foto que los infectólogos tenemos muy en la cabeza, porque muestra la incidencia de la enfermedad en el mundo. Cada cuadro marca una idea que intenta graficar lo que para los pacientes es tan difícil de ver hablando. Después está Yo con todos, eso que cantamos cuando somos chicos: “yo con vos, yo por arriba, yo por abajo”. Un día lo escuché y me pareció tan bizarro... pero lo hice cuadro: hay una barrera entre los ludis que están garchando y los que están abajo, que sería el preservativo. Los ludis además son lindos, pero entonces ahí se pone un poco en evidencia ese doble filo, sobre todo para los adolescentes, del placer del sexo pero la importancia de cuidarse. Los ludis además son lujuriosos e inteligentes, por eso es tan difícil combatirlos. Amor responsable tiene papel de electrocardiograma trabajado con alcohol y gusta mucho porque es el más plástico de todos. Claro que el sexo sin preservativo es divertido y atractivo, pero tiene sus riesgos. Lo cierto es que todos alguna vez lo hicimos sin preservativo y vos preguntás y mucha gente no se quiere hacer el análisis por miedo. No es la desinformación de las clases bajas, no pasa por ahí, y ése es el problema mayor del HIV, cambiar la conducta humana que hace que la gente no se cuide y después no se estudie.

¿Les mostrás tu obra a los pacientes?

–No, algunos no saben que pinto. Pero siempre les dibujo y soy bastante gráfica para explicar. Pero la idea es un poco concientizar, todo el mundo que ve mis cuadros habla de HIV, pregunta, etcétera. Lo más importante es desmitificar, que se pueda preguntar sobre los riesgos. Parte de la idea es ésta: que la gente se empiece a preguntar qué es, qué pasa en el mundo, si el sexo oral contagia o no, lo que importa es agitar y movilizar. Este congreso se hace todos los años, cada dos años es internacional, como el de este año, que se hace en Washington, y va público en general, pacientes etc., a este espacio que se llama Global Village, donde van a estar mis cuadros. Pero también hay bandas, teatro, performance, stands de ONG que recaudan fondos, otros que dan información, etcétera. Yo trato de ir todos los años, todo lo extramédico me rompe la cabeza, porque en esa parte cultural pasa de todo. Hay gente que trabaja en poblaciones indígenas súper marginales, otros que se especializan en distintas áreas y culturas, es muy rico lo que pasa y cómo moviliza. Después quiero traer los cuadros y exponerlos acá. Si tuviera que definir lo que hago: la imagen plástica y el concepto científico están unificados, lo abstracto se simboliza y las ideas se sensibilizan, pero lo más importante es sublimar, creando conciencia. l

Más info: solangearazi.com

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