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Viernes, 5 de octubre de 2012
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el megafono

Los varones suman

Por Martin Santiago Herrero *

Vivimos todavía en un mundo profundamente desigual en donde no es lo mismo haber nacido varón o mujer. Las mujeres son el 70 por ciento de la población mundial pobre. Reciben entre un 10 y un 30 por ciento menos de salario que los varones en el mismo cargo. Son responsables de dos tercios del trabajo realizado en el mundo, pero perciben sólo el 10 por ciento de los beneficios. Son propietarias del uno por ciento de las tierras de cultivo, aunque representan el 80 por ciento de la mano de obra campesina. Como si fuera poco, dos de cada tres (60 por ciento) sufre algún tipo de violencia (física, sexual, psicológica o económica) dentro o fuera de sus hogares.

Seguir negando esta realidad o atribuir la responsabilidad de “hacer algo al respecto” a las mujeres únicamente es ahondar la injusticia y el agravio. La cuestión es actuar tal como desde hace años lo hacen los movimientos de mujeres, pero sumándonos esta vez masivamente los varones. Un camino no demasiado recorrido hasta ahora es la deconstrucción de mitos que subyacen y sostienen la desigualdad entre varones y mujeres: ¿Por qué muchos varones todavía piensan que son superiores a las mujeres? ¿De dónde viene esa forma de pensar? ¿Por qué persiste?

Nuestras relaciones sociales se organizan aún bajo el sistema del patriarcado, que construye un orden jerárquico. Ubica a los hombres en el ámbito público con acceso al poder y a los recursos y a las mujeres en el ámbito doméstico como responsables casi exclusivas de su mantenimiento y del cuidado de otros. Poco a poco, la intencionalidad y la discriminación detrás de este sistema se ven con mayor claridad: varones considerados superiores al resto, que por detentar aquel poder ven facilitadas las condiciones para ejercer el control, aunque esto signifique hacerlo a través de la violencia.

Después, este sistema se proyecta y reproduce; nuestra cultura y sus instituciones lo mantienen y, en algunos casos, lo alimentan, en una suerte de “dinámica disciplinante”, imprescindible para la inclusión, para la asignación de roles y mandatos que le serán funcionales, pero que ya está probado, son arbitrarios y pueden atentar contra el desarrollo humano, entendido como el desarrollo del potencial de las personas según sus propios intereses y preferencias.

Así como analizamos el sistema de relaciones sociales y de poder en el que vivimos, como algo “construido socialmente”, podemos entenderlo como algo “posible de ser deconstruido y modificado”. Empecemos revisando, si no lo hemos hecho, aquellos roles y mandatos. Desafiarlos es pronunciarse por una identidad elegida, autoprocurada; es un paso personal, para convivir mejor y para construir una comunidad que no necesitará del abuso y de la violencia de ninguno de sus miembros para sostenerse.

* Coordinador de la ONU en Argentina.

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