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Viernes, 26 de octubre de 2012
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Donde ellas aún respiran

FOTOGRAFIA Mayra Martell dejó Ciudad Juárez, donde creció, para estudiar fotografía. Esa distancia le permitió ver con nuevos ojos el femicidio eternamente impune del que es blanco su generación. Tomó partido volviendo. Durante años retrató objetos de nenas y mujeres que siguen desaparecidas, reunidos en su Ensayo de la identidad. Por estos días hace escala en Tucumán. Comparte lo que sabe con víctimas de redes de trata que salen adelante con el apoyo de la Fundación Marita Verón.

Por Maria Mansilla
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Ropa de Erika Carrillo, 19 años. desaparecio el 11 de diciembre de 2000, estudiante de ingenieria civil.

La galería de Mayra Martell está de luto. Aunque de sus fotos salgan latidos no son más que una vitalidad ausente. Insoportable. En pausa. “La esperanza es la mentira más grande del mundo... sin embargo la emocionalmente más lógica en estos tiempos”, cita en las palabras que sobran al lado de su Ensayo de la identidad, un reportaje que realizó durante más de cinco años y contribuye al acervo que hace denso lo invisible.

Durante ese tiempo Mayra Martell fue a la casa de 23 nenas y chicas de Ciudad Juárez, Chihuahua, México. Después de ganarse la confianza de sus madres y familiares invadió con su lente la intimidad de sus cuartos, que resultaron piezas intactas desde hace años, tal cual las víctimas las dejaron el día que salieron hacia la escuela –manzana en la mochila, beso en la frente– o con el pelo todavía mojado para no llegar tarde al trabajo. Cajones llenos de ropa limpia que no se toca, menos se lava, para que no se pierda el olor. El jean de Erika Carrillo (19), estudiante de ingeniería civil. El peluche de Cinthia Jacobet (13). Las princesas de Disney pegadas en la pared de Diana Nordy Piaga (16), empleada de una maquila, turno mañana.

ALBUM DE PAULINA LUJAN, 16 AÑOS. DESAPARECIO EL 10 DE MARZO DE 2008. SU CUERPO SE ENCONTRO CUATRO DIAS DESPUES DE SU DESAPARICION EN LAS AFUERAS DE LA CIUDAD.

Aquí y ahora, visita la casa de otras mujeres que sí regresaron. La fotógrafa mexicana está de paso por Tucumán haciendo un taller con quienes fueron víctimas de redes de trata y están rehaciendo sus vidas con el apoyo de la Fundación María de los Angeles. Aprovechó su estadía para participar de la Quinta Bienal de Fotografía Documental de esa capital. Martell vive en el DF pero es de Ciudad Juárez. Tiene 33 años y una interesante formación académica que recibió en La Habana, Nueva York, Sevilla. En una de esas vueltas a su tierra pudo ver esa realidad tan injusta y tan cercana con la extrañeza necesaria como para registrarla.

Al presentarte explicás que tu tema de trabajo es “la desaparición en América latina”. ¿Cómo lo abordás?

–Me interesa la desaparición de personas vista a través de sus diversificaciones, ya sea por fines políticos –como lo fue en Argentina, Perú, Chile, Guatemala, Colombia–, o por sus consecuencias sociales –como en Ciudad Juárez–. Ahora mismo el tema se hace visible también por el negocio de la trata. Me importa denunciar la ausencia de personas a través de imágenes cercanas, como los espacios de donde eran parte. Trato de mostrar que hay gente que extraña a sus seres queridos y que no sabe dónde están ni lo que ha sucedido con ellos, y así denunciar la situación de cada país.

¿Qué encontraste en la Fundación María de los Angeles?

–Estaba con la inquietud de trabajar en el tema de trata de personas en Argentina, que era para mí otra diversificación de la desaparición en Latinoamérica. Cuando supe de la fundación me sorprendió mucho que estuvieran en la recuperación de víctimas y la reinserción de estas mujeres en la sociedad. La propuesta era trabajar con ellas en un taller de fotografía y que empezaran a documentar lo que estaban viviendo, a contar la historia desde su mirada. Encontré mucho entusiasmo y sensibilidad para la creación de documentos.

Están en un momento especial: está finalizando un juicio emblemático, el del caso Marita Verón. ¿Cómo impacta esto en los talleres?

–Para ellas es un evento muy importante. Las personas que son enjuiciadas rompieron muchas vidas. Es un acto de justicia que la ley pida cuentas sobre el daño hecho. Están a la expectativa.

¿Está visibilizada la trata de personas para explotación sexual en tu país?

–Hay campañas desde hace varios años y se mueven grandes cantidades de dinero para la difusión, pero no se ha visto ningún progreso. Tampoco hay incursión de alguna organización, más allá que decir que la trata es mala. Por eso el trabajo de esta fundación marca la lucha social contra este crimen.

¿Cinthia (13)? ¡Ausente!

CINTHIA JACOBETH CASTAÑEDA ALVARADO, 13 AÑOS. DESAPARECIO EL 24 DE OCTUBRE DE 2008.

Hiciste una experiencia en la agencia de fotos Magnum. ¿Qué aprendiste sobre el tratamiento documental de estos delitos? Y a la hora de colgar o publicar un reportaje, ¿qué límites éticos no perdés de vista? Quizá nunca hayas tenido que hacerte estas preguntas...

–Claro que sí, estos temas son constantes. Pero fui aprendiendo a través del tiempo cuáles son los mejores foros de denuncia y dónde no exhibir el trabajo. Poco a poco se han afinado las maneras y las estructuras para mostrarlo. Algunas veces tengo que negarme a aceptar alguna exhibición porque no siento que sea un buen lugar para mostrar las fotos del proyecto de desaparición en Ciudad Juárez. Los creadores tenemos que exigirnos cierta mesura y respeto con las familias que nos abrieron sus casas y que están pasando por una situación de lo más triste. Y no tenemos que olvidar que es un material sensible. En mi caso son objetos, son vidas de una persona que existe o existió.

¿Hubo alguno de esos objetos o materiales que se presentaran como denominador común de clase o época? Tu obra es muy cálida, también, y le deja paso a la imaginación. ¿Cómo llegaste a decidir esa puesta?

–Los objetos, las prendas, las fotos... Buscaba cualquier cosa que hablara de la existencia de las niñas. Pero no encontraba la manera de hablar de la identidad de cada una y su conflicto con la ausencia. Por eso entraba a sus recámaras y retrataba lo que iba encontrando, sus rastros. Lo que más me llamaba la atención es que la mayoría eran chicas de entre 12 y 20 años, y sus habitaciones eran eso, habitaciones de chicas, como lo fue la mía.

Está visibilizado el femicidio en Ciudad Juárez. Tu trabajo va más allá y muestra la ausencia de niñas. Muchos líderes sociales subrayan que no se trata de víctimas por efecto colateral sino de infanticidio. ¿Cuál es tu opinión?

–Por un lado, pienso que a esta altura no se puede hablar de un proyecto feminista sino más bien humanista. Muchas de las mujeres que desaparecen tienen padres, hijos y, de cierta manera, hay una ruptura en el tejido familiar que va descomponiendo a toda una sociedad. El más vulnerable es el que está a merced de los agresores. Y en un lugar sin ley los niños son los más perjudicados. Muchas veces pensaba: en estos momentos esas personas han de estar destrozando una vida. Y al ver el periódico del día siguiente era la fatal confirmación, ya que en Juárez se dan casos terribles de violencia hacia los niños.

También comienzan a generalizarse los síntomas que alteran la vida cotidiana de esos pibes: pis en la cama, bajo rendimiento escolar, alto estrés... Además, vos recorrés las escuelas llevando un video alusivo. ¿Cómo hablar del tema en las escuelas? ¿Cómo se les dice “¿la vida es bella?”?

–Trato de decir: “La vida es lo que es”, y sensibilizar a las personas con el hecho de que una madre perdió a una hija y la sigue esperando. En Juárez siempre se negó la violencia, siempre era algo ajeno y las madres que buscaban a sus hijas no tenían apoyo de la sociedad, eran vistas como marginales. Yo trato de crear conciencia o identificación hacia esas personas que sufren la ausencia de sus hijos.

Para contactar a las familias hiciste alianza con la Procuraduría de Justicia. ¿Cuál es el compromiso de organismos estatales y funcionarios?

–Mi experiencia fue buena y fue mala. Al principio pude trabajar con los datos proporcionados por el que en su momento estaba encargado de la prensa de la Procuraduría. Pero fue trasladado. En su lugar quedó otra persona que ordenó mi detención, decía que estaba violando los derechos humanos de las víctimas, y estuve detenida siete horas sin poder comunicarme con nadie. Pero esperé a que saliera de ese puesto para volver a pedir información.

El oficio solitario

CUARTO DE DIANA RUIZ ZAVALA, 16 AÑOS. DESAPARECIDA EL 23 DE JUNIO DE 2003.

¿Qué otras obras de colegas te inspiran o sentís que son una continuidad, un complemento de la propia?

–El trabajo de Liliana Zaragoza se me hizo muy respetuoso y honesto (N. de R.: fotografió a las víctimas de abusos sexuales en Atenco, México). Creo que es importante que personas como ella cuenten este tipo de historias. También me inspira el trabajo de los periodistas que se atreven día tras día a no alejar al espectador sino acercarlo a una realidad más plena simplemente contando lo sucedido desde un punto de vista que deje claro que todos somos seres humanos conviviendo en una etapa y un tiempo específico.

Muchos periodistas que cubren narcoviolencia trabajan paralelamente en el autocuidado, no sólo para achicar el riesgo de vida sino para evitar el terror, asumir la soledad de sus coberturas...

–Con eso no tengo problema. Creo que es bueno estar solo y mantenerse concentrado en lo que estás haciendo. Es la única manera en que puedo sostenerme ante situaciones donde el ser humano se ha comportado como lo peor en toda esta historia. Se requiere el silencio para ordenar ciertas cosas que se sienten, y equilibrarse.

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